Hoy, vamos a salir de los títulos
comerciales habituales y vamos a hacer la reseña de dos películas muy
peculiares que recorren caminos poco transitados (César debe morir y Holy
Motors). Además, vamos a desviar nuestra mirada del cine estadounidense y vamos
a dirigirla a Italia y Francia… En la sección CLÁSICOS ETERNOS, hablaremos de Lawrence de Arabia y, en JOYAS OCULTAS,
de The Devil and Daniel Johnston. Antes, recordar que ya está en la
red el nuevo capítulo de la serie en la web En
Bruto y, muy pronto, estará disponible el tercero:
CÉSAR DEBE MORIR (o un cierto retorno a las raíces)
TÍTULO: César debe morir. TÍTULO
ORIGINAL: Cesare debe morire. AÑO: 2012. NACIONALIDAD: Italia. DIRECCIÓN: Paolo y Vittorio Taviani. GUIÓN:
Paolo y Vittorio Taviani, adaptando la obra teatral Julio César de William Shakespeare. MÚSICA ORIGINAL: Giuliano
Taviani y Carmelo Travia. INTÉRPRETES PRINCIPALES: Cosimo Rega, Salvatore
Striano, Giovanni Arcuri, Antonio Frasca, Juan Darío Bonetti, Vincenzo Gallo,
Rosario Majorana, Francesco de Masi, Gennaro Solito, Vittorio Parrella,
Pasquale Crapetti, Francesco Carusone, Fabio Rizzuto, Fabio Cavalli, Maurilio
Giaffreda. PÁGINA WEB OFICIAL: http://www.golem.es/cesardebemorir/.
Hasta el año 1945, la trayectoria
del cine italiano había sido discreta y apenas había dado títulos que hubieran
podido pasar a la historia del séptimo arte. Pero, en ese año, Roberto
Rossellini realizó Roma, ciudad abierta
y todo cambió. No sólo hizo una obra maestra, sino que creó nueva corriente (el
neorrealismo) e inició un cambio en el lenguaje cinematográfico que
desembocaría, con posterioridad, en la nouvelle
vague francesa y en el free cinema británico
y que influiría, de forma decisiva, en todo el cine posterior. Con el
neorrealismo, se prescindió de rodar en platós y de utilizar, en todo caso,
actores profesionales. Se grababa en la calle y aparecían en los repartos gente
de la calle que se interpretaban a ellos mismos. Paisà (1946) y Alemania, año
cero (1948) de Rossellini, El limpiabotas
(1946), Ladrón de bicicletas (1948)
y Umberto D (1952) de Vittorio de
Sica, La terra trema (1948) de
Luchino Visconti o Arroz amargo (1949)
de Giuseppe de Santis supusieron un aire de cambio en el cine italiano y una
renovación radical en todo el cine mundial.
Fotograma de Roma, ciudad abierta
Aunque el neorrealismo, en su
sentido estricto, se agotó pronto, inauguró la edad de oro del cine italiano en
la que, aparte de los directores ya mencionados, nombres como Federico Fellini,
Michelangelo Antonioni, Alberto Lattuada, Valerio Zurlini, Mario Monicelli,
Francesco Rosi, Pier Paolo Pasolini y, ya a partir de los años 60, Bernardo Bertolucci,
convirtieron a ese país en una referencia cinematográfica ineludible. Pero esta
era de esplendor, por desgracia, pasó. Los nombres que, en los últimos tiempos,
han destacado, como Roberto Benigni (La vida es bella, 1997), Gianni Amelio
(con Lamerica -1994- o Las llaves de casa -2004), Paolo
Sorrentino (Il divo, 2008), Nanni
Moretti (La habitación del hijo,
2001), Marco Tulio Giordana (La mejor
juventud, 2003) o Matteo Garrone
(Gomorra, 2008), no han tenido el
impacto de sus predecesores. De esa etapa de transición entre el esplendor a
una época más grisácea, hay que destacar los nombres de los hermanos Paolo y
Vittorio Taviani, quienes con títulos como Padre
padrone (1977), La noche de San
Lorenzo (1982), Good morning
Babilonia (1987) o Las afinidades
electivas (1996) son, sin duda, los directores italianos vivos más
importantes. Con César debe morir,
han realizado un interesantísimo ejercicio cinematográfico.
Fotograma de Ladrón de bicicletas
César debe morir narra, en forma semidocumental, cómo unos presos
de la cárcel de alta seguridad de Rebibbia preparan la interpretación de la
obra Julio César de William
Shakespeare. Como la sala teatral del centro penitenciario está en obras, los
ensayos los tienen que realizar en las galerías, en el patio, en las celdas… A
partir de este sencillo elemento argumental, el núcleo de la trama se centra en
la interpretación de la obra teatral por los presos. En cierto modo, la historia
acaba suponiendo un triple retorno a las raíces. Desde el punto de vista
histórico-político, es el retorno a Roma, el retorno a la única civilización
que ha vivido un ciclo completo de nacimiento, desarrollo, auge, conversión en
potencia mundial dominante, decadencia y colapso final (desde el punto de vista
institucional, puede describirse como la secuencia
república-dictadura-Imperio-monarquía prefeudal). Cualquier fenómeno político
actual encuentra su paralelo en algún hecho de la historia de Roma porque, en
gran medida, esa historia viene a ser la única síntesis disponible del desarrollo
de cualquier civilización. Desde el punto de vista temático, es el retorno a
Shakespeare, el retorno al autor que ha sabido plasmar en sus obras cualquier
pasión, cualquier conflicto y cualquier sentimiento, el autor, que como dijo el
crítico Harold Bloom, llevó a cabo “la invención de lo Humano”. Desde el punto
de vista estético, es, finalmente, el retorno, en cierta forma, a una envoltura
neorrealista, a la utilización de actores no profesionales, al rodaje fuera del
plató, al empleo de una fotografía en blanco y negro de fuerte expresividad.
En la obra teatral La fundación (1974) de Antonio Buero
Vallejo, el protagonista cree estar viviendo y trabajando en un avanzado centro
de investigación. Poco a poco, iremos descubriendo que todo ello es falso. El
personaje, en realidad, es un recluso que se halla en una cárcel y, a través de
las conversaciones con sus compañeros de celda, va tomando conciencia de su
auténtica situación. En César debe morir,
el papel de esas conversaciones lo ocupa la propia obra de teatro (en un
proceso de descubrimiento mucho más sutil que la simple revelación de un
delirio), hecho que queda magistralmente resumido en la frase final de la
película. El arte acaba siendo, al final, el instrumento para conocer nuestra
propia realidad y para encontrar una vía de liberación. Que a César debe morir le basten 74 minutos
para llegar a esa moraleja final, creo que no está nada mal y dice mucho de su
mérito.
Nota (de 1 a 10): 8.
Lo que más me gustó: es, a la vez, sencilla, profunda y
contundente.
Lo que menos me gustó: podía dar más de sí.
HOLY MOTORS (o la mayor “marcianada” cinematográfica del año)
TÍTULO: Holy Motors. TÍTULO
ORIGINAL: Holy Motors. AÑO: 2012. NACIONALIDAD: Francia. DIRECCIÓN Y GUIÓN: Léos Carax. INTÉRPRETES PRINCIPALES: Denis Lavant, Edith Scob, Eva
Mendes, Kylie Minogue, Elise Lhomeau, Jeanne Disson, Michel Piccoli. PÁGINA WEB
OFICIAL: http://holymotorsfilm.com/.
Cada año, siempre hay uno o más
títulos (siempre pocos) que son raros, extravagantes e inclasificables. A nivel
internacional, la película que en 2012 le ha tocado ejercer este papel es Holy Motors. El estilo de su director,
Léos Carax, que cuenta en su trayectoria con obras como Los amantes del Pont-Neuf (1991) o Pola X (1999), se caracteriza por un lirismo arrebatado y un estilo
antinaturalista, de modo que era un candidato claro a protagonizar una
controversia como la que este film ha generado. Habiendo críticas que la califican de obra maestra y otras que la consideran un fraude absoluto,
posiblemente en el término medio esté la verdad. Sin embargo, lo que más me
sorprende es que, como pasara el año pasado con El árbol de la vida y Los pasos dobles,
es que haya críticos profesionales que digan que no entienden la
película. Sin ser, evidentemente, obvia y asumiendo que es absolutamente
excéntrica, creo que tampoco es tan difícil su interpretación.
Holy Motors es, pura y simplemente, una ácida visión de nuestra
época (quizás, a través de una distopía, es decir, una historia de
ciencia-ficción que dibuja un futuro sombrío a través de la extrapolación
hipotética de algunos rasgos del mundo actual). Una época en la que unos y
otros nos vemos obligados, constantemente, a interpretar papeles que no son los
que corresponden a nuestra auténtica personalidad (pensemos en las imágenes con
que nos bombardean los medios de comunicación –sin saber en qué medida son
reales y en qué medida prefabricadas-, en las realidades virtuales, en las
redes sociales, en los tópicos y convencionalismos…) y con la duda de si, alguna vez, llegamos a desvelar nuestro
verdadero yo o si, incluso, llegamos a ser conscientes del mismo. Quizás, Holy Motors acaba siendo también la
confesión de que el cine es una impostura y jamás puede llegar a retratar la
auténtica realidad sino que sólo puede mostrar parciales e insuficientes
representaciones de ella. Sea como fuere, lo que es cierto es que al espectador
no le sobrarán opciones para hallar una explicación a un film que, por lo
demás, llega a resultar, de un modo extraño, lírico, hipnótico y delirante.
Nota (de 1 a 10): 8.
Lo que más me gustó: a pesar de su extravagancia, tiene sentido
(aunque no sea obvio).
Lo que menos me gustó: ¿es necesario prescindir absolutamente de la
complicidad del espectador?
CLÁSICOS ETERNOS
LAWRENCE DE ARABIA (1962) de David Lean
TÍTULO: Lawrence de Arabia. TÍTULO
ORIGINAL: Lawrence of Arabia. AÑO: 1962. NACIONALIDAD: Gran Bretaña-Estados Unidos. DIRECCIÓN: David
Lean. GUIÓN: Robert Bolt y
Michael Wilson, adaptando el libro autobiográfico de T. E. Lawrence. MÚSICA
ORIGINAL: Maurice Jarre. DIRECCIÓN DE FOTOGRAFÍA: Freddie Young. MONTAJE: Anne
V. Coates. INTÉRPRETES PRINCIPALES: Peter O’Toole, Alec
Guinness, Anthony Quinn, Jack Hawkins, Omar Sharif, José Ferrer, Anthony
Quayle, Claude Rains, Arthur Kennedy. DURACIÓN: 216 minutos (aunque
existen distintas versiones de mayor y menor duración).
A partir de 1957, el director
británico David Lean realizó cinco películas (El puente sobre el río Kwai -1957-, Lawrence de Arabia -1962-, Doctor
Zhivago -1965-, La hija de Ryan -1970-
y Pasaje a la India -1984-), que
constituyen una rara avis dentro de
la historia del cine. Estos cinco films aúnan su condición de
superproducciones, éxitos en taquilla y obras de gran profundidad temática.
Pocas veces ha ocurrido esto en la historia del séptimo arte y, por ello, estos
títulos representan un ideal de cine que, quizás, nunca va a volver. Elegir una
de ellas es sumamente difícil. A mí, personalmente, la que más me gusta es La hija de Ryan (la cual no fue
demasiado bien acogida por la crítica) pero pienso que Lawrence de Arabia es la cumbre de todas ellas porque, en gran
medida, tras más de tres horas recorriendo la biografía de Thomas Edward
Lawrence (http://es.wikipedia.org/wiki/Thomas_Edward_Lawrence),
llegamos, quizás, a la que puede ser la única conclusión posible: que en el
fondo de toda personalidad se esconde un misterio insondable.
Podemos saber que T. E. Lawrence
unificó a las divididas facciones árabes para alentar una revuelta contra el
imperio otomano que ayudara, indirectamente, a los británicos y a los aliados
durante la I Guerra Mundial. Podemos saber que el desierto se convirtió en su
gran pasión, en el motivo que dio sentido a su existencia. Podemos saber que
era valiente y leal con los suyos. Podemos saber que tenía un lado oscuro que
le atormentaba y que le hizo castigarse a sí mismo y cometer acciones
espeluznantes. Pero, en el fondo, ¿quién era T. E. Lawrence? Y, aún más, ¿es
posible llegar a averiguarlo o, al menos, entreverlo? Quizás, por encima de
ideas que no responden a la realidad, sólo seamos nuestras propias acciones y
sean esas acciones las que definan al protagonista: el arriesgar su vida para
salvar a uno de sus hombres que se ha quedado atrás, el maniobrar con el
suficiente talento para unir a bandos aparentemente irreconciliables, el
rendirse a una orgía de muertes gratuitas con el fin de satisfacer su propia
frustración… Esa suma nos dice poco pero, en esa sucesión de hechos a la vez
mezquinos y a la vez grandiosos, tal vez podamos encontrar la verdadera y
precaria sustancia de cualquier vida.
Pero, en mi opinión, no menos
importante que esa reflexión es que Lawrence
de Arabia puede ser vista como una película de aventuras, como una pura
película de acción que no necesita más justificación ni motivo. Sólo hay que
dejarse llevar por el infinito laberinto de arena en el que se despliegan las
imágenes y dejarse fascinar por aquello que fascinó a T. E. Lawrence: un
territorio que constituía un misterio para los occidentales y en el que él
vivió los momentos más felices de su vida.
Nota (de 1 a 10): 10.
Lo que más gustará: Su carácter épico. El trabajo de los actores.
La magnífica recreación de una época y un momento. Todo…
Lo que menos puede gustar: Su larga duración puede llegar a
abrumar.
JOYAS OCULTAS
THE DEVIL AND DANIEL
JOHNSTON (2005) de Jeff Feuerzeig
TÍTULO: The Devil and Daniel Johnston. TÍTULO
ORIGINAL: The Devil and Daniel Johnston. AÑO: 2005. NACIONALIDAD: Estados Unidos. DIRECCIÓN Y GUIÓN: Jeff
Feuerzeig. MÚSICA ORIGINAL:
Daniel Johnston. DIRECCIÓN DE FOTOGRAFÍA: Fortunato Procopio. MONTAJE: Tyler
Hubby. DURACIÓN: 110 minutos.
¿Cuál sería nuestra opinión de un
cantautor que graba sus canciones en cintas de radiocasette o de un artista que
realiza sus obras en hojas arrancadas de cuadernos de alambre? Arrugaríamos el
entrecejo y desconfiaríamos, automáticamente, de tal creador. Sin embargo, así
ha estado trabajando durante muchos años Daniel Johnston quien, en algún momento de esta película, es presentado como “el mejor cantautor
del mundo”. La historia de Daniel Johnston es fascinante y, a la vez, triste.
Casi por casualidad, consiguió ser famoso gracias a un concierto retransmitido
por la MTV desde la ciudad texana de Austin. Su estilo, ingenuo, elemental, naïf es desconcertante, pero, como ha
afirmado algún crítico, sus grabaciones constituyen “chispazos de lucidez”,
relámpagos instantáneos que surgen como un milagro inexplicable.
Sin embargo, el gran drama de
Daniel Johnston ha sido la enfermedad mental que le ha acosado desde joven. En
este documental, se muestra, con descarnada sinceridad, una trayectoria
errática, discutible, desconcertante pero que nos puede llegar a deslumbrar por
la desenfadada convicción de Johnston en su arte y en sus posibilidades. Cada
detalle de la biografía del artista parece un desgraciado paso hacia el desequilibrio
mental y llegamos a pensar que, si cualquiera de ellos hubiera sido distinto,
el destino de Johnston hubiera sido muy diferente. Al igual que su mente parece
estar caminando sobre el alambre, lo hace su obra: la genialidad asoma como lo
haría la cabeza de un náufrago en medio de una mar embravecida. Y, al final,
nos quedaremos con la duda: ¿cualquier genialidad nace de la locura?¿O es la
locura la que nace de la genialidad?
Nota (de 1 a 10): 8.
Lo que más gustará: La sinceridad con que Daniel Johnston relata su
vida.
Lo que menos puede gustar: Nunca es agradable contemplar el
problema de las enfermedades mentales.
Muy interesante el análisis de "César debe morir", me ha ayudado a apreciar un poco más esta película que, debo reconocer, se me hizo algo cansina. Un saludo!
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