VALOR DE LEY (o “los tipos duros no bailan” (*) y las chicas duras, tampoco)

TÍTULO: Valor de ley. TÍTULO ORIGINAL: True Grit. AÑO: 2010. NACIONALIDAD: USA. DIRECCIÓN Y GUIÓN: Joel Coen y Ethan Coen, adaptando la novela de Charles Portis. MÚSICA ORIGINAL: Carter Burwell. INTÉRPRETES PRINCIPALES: Jeff Bridges, Hailee Steinfeld, Matt Damon y Josh Brolin. Página web oficial: http://www.truegritmovie.com/


En 1969, bajo la dirección de Henry Hathaway, se realizó la primera adaptación al cine de la novela de Charles Portis True grit, publicada en forma de serial en el The Saturday Evening Post en el año 1968. En mi opinión, esta película (titulada en España Valor de ley) es uno de los mejores westerns de la historia. A partir de las magníficas interpretaciones de John Wayne (por la que ganó el único Óscar de su carrera) y Kim Darby (en el papel de la joven Mattie Ross, quien quiere vengar la muerte de su padre a manos de uno de sus empleados), se desarrollaba una historia de iniciación, narrada con brío, agilidad y brillantez.


Ante el antecedente de una adaptación magistral, que los hermanos Cohen decidieran retomar la novela de Portis para su nueva película constituía una relativa sorpresa. Es sorpresa porque no es nada habitual realizar remakes de títulos clásicos: no se han hecho –y dudo que se hagan- ni de Casablanca ni de Lo que el viento se llevó ni de Ciudadano Kane ni, en el terreno del western, de Río Bravo o de Centauros del desierto (sí se realizó de La diligencia –en 1966, bajo la dirección de Gordon Douglas y, hoy, está piadosamente olvidado- y uno muy curioso de Fort Apache –Distrito Apache, de 1981, de Daniel Petrie, que trasladó la acción a las calles del Bronx de finales de los 70 y principios de los 80-). Es relativa porque ya el año 2004 realizaron, con Ladykillers, un remake de El quinteto de la muerte, dirigida en 1955 por Alexander Mackendrick. Aunque el resultado de la experiencia pasó con más pena que gloria, ello no ha sido un obstáculo para que la repitan con Valor de ley.





Lo primero que hay que decir es que, en realidad, ambas adaptaciones adoptan enfoques contrapuestos. Por encontrar un paralelismo literario, si la primera Valor de ley venía a ser como la Odisea de Homero, donde los héroes hacían un viaje de ida y vuelta, siendo capaces de restaurar al final una especie de justicia originaria, el remake de los hermanos Coen es más bien como El corazón de las tinieblas de Joseph Conrad, donde el regreso de los protagonistas está lleno de amargura y el viaje habrá cambiado para siempre sus vidas. Como el orate coronel Kurtz en lo más profundo de la selva del Congo, cualquiera de los personajes podría terminar diciendo aquello de “el horror, el horror…”. Y, al igual que la historia que narra El corazón de las tinieblas, la película se desarrolla más allá de los límites en los que la civilización termina, más allá de donde, en magnífica metáfora visual, la vía del ferrocarril concluye de forma abrupta.


Si en la versión original, la interpretación de John Wayne era la de un personaje duro pero que transmitía una sensación de cierta calidez y la de Kim Darby, la de una joven audaz y decidida, pero cuya manifiesta fragilidad nos hacía despertar simpatías hacia ella, en el remake de los hermanos Coen laten emociones más inquietantes. La caracterización que hace de su personaje Jeff Bridges es la de un tipo frío, despiadado y amargado, que sólo al final nos muestra su gran corazón, mientras que Hailee Steinfeld (verdaderamente sensacional en su debut cinematográfico) traza unos rasgos duros e implacables para la adolescente que desea hacer justicia.


Hasta cierto punto, todo ello guarda coherencia con toda la obra anterior de los hermanos Cohen, ya que, en relación a los diversos géneros que han tocado, han tendido a realzar los aspectos oscuros y a incluir elementos de humor negro –recordemos Arizona baby (1987), Muerte entre las flores (1990), Fargo (1996), El gran Lebowski (1998) o No es país para viejos (2007). Y así, aunque con su gran perfección formal y con su seguimiento de las reglas de cada género parecía que los estuvieran respetando, en realidad los retuercen y los exprimen hasta, no se sabe muy bien, si para ponerlos al día o para extraer su esencia y mostrarnos su fundamento y, de paso, enseñarnos las tripas de la mentalidad e idiosincrasia estadounidenses.


Frente a la película original, los hermanos Coen introducen una variación en el desenlace, que me parece especialmente acertada, ya que lo hace más coherente con el tono de su film. De éste, cabe destacar, finalmente, la habitual eficacia de las interpretaciones de Matt Damon y Josh Brolin.


En definitiva, aunque me quedo con la primera versión, el Valor de ley de los hermanos Coen es una obra meritoria (que, sin embargo no llega a alcanzar el nivel de la que me parece su mejor película, Barton Fink, de 1991), que no decepcionará a ningún espectador que le guste el western o el cine de acción o de aventuras.


Nota (de 1 a 10): 8.

Lo que más me gustó: Los últimos 10 minutos son gloriosos.

Lo que menos me gustó: no hace olvidar la versión original.


(*) Los tipos duros no bailan es el título de una novela de Norman Mailer, publicada en 1984.




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