ASÍ SE RODÓ CARNE QUEBRADA DE GONZALO GARCÍA-PELAYO EN CUATRO APROXIMACIONES

 


El pasado sábado 7 de febrero, se estrenó, en el contexto del Festival GONG, celebrado en el CICUS (Centro de Iniciativas Culturales) de la Universidad de Sevilla, el tercer título (tras Dejen de prohibir que no alcanzo a desobedecer todo y Ainur, las cuales ya hemos comentado) del ambicioso proyecto cinematográfico que Gonzalo García-Pelayo está realizando a lo largo de doce meses entre 2021 y 2022, el cual, en principio, iba a constar de 7 películas, después iban a ser 7+1, ahora parece que ya van a ser 10+1 (no sabemos cuántas serán al final), más sus correspondientes making of, realizados por Carlos Escolano, más un último documental que recoja toda la elaboración del proyecto.

 


Perpetuo Fernández interpreta al director de Carne quebrada en el rodaje que nos muestra la nueva película de Gonzalo García-Pelayo

 

Tengo la sensación de que solo podremos tener una idea precisa y certera de todo este conjunto de películas cuando hayamos podido verlas todas, sobre todo porque el cine de Gonzalo García-Pelayo (como les pasa a otros directores como Dreyer, Tarkovski, Bergman, Godard, Malick o Wong Kar-Wai), por la gran coherencia autoral que ha demostrado a lo largo de toda su carrera, solo puede ser cabalmente entendido si tenemos en cuenta todos los films que integran su trayectoria. Ocurre, asimismo, que, como ya pasaba en las dos primeras películas del proyecto, la diversidad de capas que conforman la historia hace complicado intentar explicar y sintetizar el denso y complejo entramado temático que aborda Así se rodó Carne Quebrada, así que, sin el afán de agotar todas las reflexiones que la película suscita, vamos a acercarnos a cuatro de las vertientes que considero importantes no solo porque conformen la columna vertebral del film sino porque son aspectos esenciales en toda la obra del director. Así, al mismo tiempo, podemos tratar cómo dialoga Así se rodó Carne Quebrada con otras películas de Gonzalo García-Pelayo, diálogo que es tan jugoso como sugerente, tan útil como revelador de las pistas tanto que este film nos ofrece para comunicarnos qué quiere expresar como de las claves que nos sirven para interpretar una trayectoria que siempre va a contracorriente pero que, al mismo tiempo, y de forma paradójica (o no), se halla inspirada e influida por directores clásicos de la historia del cine.


Silvia Rubí

 

LA HISTORIA

Antes de abordar las vertientes que hemos anunciado, debemos explicar qué nos cuenta Así se rodó Carne Quebrada. Como su mismo título nos anuncia, el film relata cómo tuvo el lugar el rodaje de una película, titulada obviamente Carne quebrada. Es decir, vendría a ser el making of de un film que nunca llegamos a ver. Conforme se desarrolla la trama, los personajes van recorriendo diversos pueblos situados a ambos lados de la frontera entre España y Portugal y vamos viendo, sutilmente, cómo se van transformando las relaciones entre ellos. Se encuentra el director (interpretado por Perpetuo Fernández) y su mujer Silvia (Silvia Rubí), el productor de la cinta (Javier García-Pelayo), Diego, el director de fotografía, (David Amón) y los cuatro actores que interpretan a dos parejas en el film que se está rodando: por un lado, Susi (Sheila Ortega) y Pablo (Pablo Piedras) y, por otro, Vera (Sharon Luscher) y Gabi (Gabi Rojano). Asimismo, otras personas como el escritor, pensador, músico y artista leonés Felipe Zapico y el cantaor José de los Camarones (quien, con su impresionante actuación, proporciona uno de los momentos cumbre de Así se rodó…), también intervienen en la trama, interactúan con los actores y van ayudando a articular el film que se está rodando y a desgranar los temas que el mismo aborda. Poco a poco, las personas que van realizando este viaje (tanto geográfico como personal) se van transformando, rehacen y transforman sus relaciones de pareja desde puntos de vista, perspectivas y mentalidades diferentes y viven experiencias límite de las que el espectador acaba siendo partícipe y, tal vez, cómplice.


Sheila Ortega

 

PRIMERA APROXIMACIÓN: EL CINE DE GONZALO GARCÍA-PELAYO COMO CINE DE PERSONAJES/PERSONALIDADES

En el cine de Gonzalo García-Pelayo se da la curiosa circunstancia de que son muy importantes la forma, la estructura y, sobre todo, el estilo pero, al mismo tiempo, ello convive con una fluidez y una espontaneidad en las interpretaciones y en el desarrollo de las acciones que van acompañadas de una trama que, en algunos momentos, parece casi evanescente. Utilizando un término que Pier Paolo Pasolini utilizó en su crítica de Partner (1968) de Bernardo Bertolucci, podríamos afirmar que mientras que lo “prefílmico”, lo que está ante la cámara, es ágil, grácil y chispeante, lo “postfílmico”, lo que se articula detrás de la cámara, sigue una estricta disciplina. Si vemos cómo el director plantea la puesta en escena, las interpretaciones, la utilización de la música en Manuela (1976), Frente al mar (1978) o Vivir en Sevilla (1978) y lo comparamos con lo que hemos visto en Así se rodó… percibiremos una lealtad tan firme a unos principios que atestigua que, efectivamente, existe un estilo autoral que ya es seña de identidad personal e inconfundible. Parece contradictorio lo que acabo de decir pero halla su explicación en algo que ya nos contó Paulino Viota en una entrevista que tuve la oportunidad de hacerle en el año 2018. En relación a su film Contactos, el brillante director y analista cinematográfico, a nuestra pregunta de si, en dicho título, podíamos considerar que el espectador era el verdadero protagonista de la película, contestaba de la siguiente manera: “Bueno, es una manera de verlo. Sí. Porque es como si se le pusieran delante los elementos de la película en una especie de presentación sin acabar. Como si fueran materiales brutos de, por ejemplo, un cortometraje. Un montador podría haber elegido las partes más significativas y la película, que dura 65 minutos, podría haberse convertido en una película de 20 minutos, más o menos la duración estándar de un corto. En cierto modo, es como si fuera un croquis para que el espectador haga el edificio”.


Gabi Rojano

 

Está latente en esas palabras del director cántabro la idea de que, en vez de recurrir a la sofisticación de la forma, se busca la simplicidad y esquematización de la misma para que esta consiga transmitir la máxima expresividad, tal como ocurre, en un ejemplo que el realizador ha utilizado más de una vez, en los apóstoles esculpidos por Jorge Oteiza en el guipuzcoano Santuario de Nuestra Señora de Aránzazu: la forma de cada uno de ellos es reconocible solo a partir de un reducidísimo número de líneas. Casi podríamos decir que se busca que solo estén presentes el menor número de trazos posibles en la escultura, solo el estrictamente necesario para que se genere una forma diferenciada.


Apóstoles esculpidos por Jorge Oteiza para el Santuario de Santa Maria de Aránzazu

 

En el cine de Gonzalo García-Pelayo (concretamente en lo “postfílmico”, según la terminología que hemos empleado con anterioridad) existe lo que podríamos denominar ese mismo ascetismo estético (que en lo “prefílmico”, eso sí, está ausente) que busca conseguir la máxima expresión ajustándose a unos recursos caracterizados por la mayor economía de medios posible (de ahí que, por ejemplo, el director deteste los travellings circulares, sin duda uno de los recursos más extremos, quizás junto al plano nadir, y que, realmente, solo cabe emplear en situaciones extremas o impactantes: pensemos en la última escena de Aguirre, la cólera de Dios de Werner Herzog, en la que el protagonista ha perdido totalmente la razón, o en el momento casi final de Quién te cantará de Carlos Vermut en el que, tras sucesivos giros en torno al personaje interpretado por Eva Llorach, el mismo, en uno de ellos, se transforma en el que interpreta Najwa Nimri). Surge, entonces, la pregunta clave: ¿cómo se logra hacer convivir la simplicidad estricta de la forma con el desbordamiento que rezuma el relato?¿Cómo se consigue una transición fluida y natural entre un aspecto y otro?  Gracias a la fuerza, potencia y expresividad de los personajes que articulan la historia, personajes que no son solo personajes sino que son, más bien, personalidades.


Sharon Luscher

 

En Así se rodó…, como en la mayoría de las películas del director, los personajes/personalidades no son piezas de una historia sino que la posible historia (que se pueda contar o no, se puede mostrar más detalles de ella o no) pasa a ser secundaria (o tan solo queda esbozada de un modo impresionista) frente a la interacción, las vivencias, los sentimientos, las sensaciones, las reacciones y las reflexiones de los personajes, que van viviendo mientras se rueda, mientras se filma, mientras los fotogramas van trascurriendo. Si Machado decía aquello de que “borrada la historia/contaba la pena”, del cine de Gonzalo García-Pelayo podríamos decir que, borrada la historia, cuenta la alegría. Los actores, ante la cámara, en una película de Gonzalo García-Pelayo, no interpretan sino que viven. Y, además este principio se alimenta a sí mismo en la medida en que, habitualmente, los personajes de ficción y los personajes reales se entremezclan para que la película se desarrolle en un terreno indefinido a medio camino entre el documental y la ficción para conseguir que realidad y cine se fundan y el espectador, más que contemplar la película, se instale en ella.


Pablo Piedras

 

Quien vea Así se rodó…, le acabará importando menos la narración que la figura de ese director de Carne quebrada, una especie maestro de ceremonias que, más que guiar, crea las vías para que los personajes se desplieguen en lo que verdaderamente son o en lo que verdaderamente puedan llegar a ser, las dudas y preocupaciones de su pareja, los contrastes entre los personajes de Gabi Rojano y Pablo Piedras, uno con más desparpajo y menos prejuicios y otro más cauto y reservado a la hora de tratar las cuestiones sexuales, y entre los personajes de Sheila Ortega y Sharon Luscher, uno, epítome de la sensualidad y otro, epítome de la delicadeza, las reflexiones de Felipe Zapico y Guzmán García-Pelayo, el cante de José de los Camarones y la peculiar e impactante belleza de los escenarios en los que el film se desarrolla, los cuales acaban siendo espacios inseparables de los sentimientos que cada personaje alberga. Vemos, entonces, que el sentido final de ese contraste entre forma y fondo en el cine de Gonzalo García-Pelayo reside en la convicción de que es necesario que la forma no ahogue la vida, que la forma no sea una horma que asfixie la potencialidad de lo que se rueda y de lo que se vive rodando y que, en definitiva, no impida que una película sea un canto a la libertad, tal como es Así se rodó Carne Quebrada y el resto de películas que el director ha realizado que, de este modo, podemos decir que tratan de la estricta disciplina que hay que seguir, de la estricta autodisciplina que hay que imponerse, para poder ser libres.


Javier García-Pelayo

 

SEGUNDA APROXIMACIÓN: LAS DUALIDADES Y EL ESPACIO SIMBÓLICO

Si la Plaza del Pelícano de Sevilla en Dejen de prohibir que no alcanzo a desobedecer todo y la ciudad de Nur-Sultán en Ainur eran los espacios determinantes de ambas películas, en Asi se rodó Carne Quebrada también hay un espacio perfectamente definido que se alza en referente simbólico del trasfondo temático del film. Así se rodó… gira en torno a las dualidades, en torno al número dos y, por ello, el espacio en el que los personajes se mueven también está marcado por líneas que lo dividen en dos mitades como correlato de la propia dialéctica que sacude a los personajes. Pero, tan en serio se toma la película que gira en torno al tema de las dualidades, que nos encontraremos no con una sola dualidad sino con dos dualidades diferentes. Así, el territorio en el que transcurre el film presenta dos líneas divisorias claramente definidas: por un lado, el río Tajo (del que Guzmán García-Pelayo habla extensamente en una escena de la película) y, por otro, la frontera entre España y Portugal que los personajes atraviesan de un lado a otro varios veces mientras el rodaje se desarrolla. Y las dualidades que habrán de ser resultas o conciliadas serán las de alma/carne y libertad/opresión.


David Amón

 

La primera de ellas es la dualidad esencial que Así se rodó… aborda. Así se rodó… es una película absolutamente carnal y, de hecho, en ella llega a haber una escena de sexo explícito (tampoco faltaríamos a la verdad si la calificamos de pornográfica), que, lejos de ser disonante, tiene su plena lógica dentro del entramado temático del film. El gran tema de esta película es cómo los distintos personajes se enfrentan a las cuestiones carnales y sexuales (habrá que ver cómo será Alma quebrada, la película del proyecto que abordará el tema complementario: la relación de los personajes con el alma) y, por ello, como en una determinada escena se sugiere con claridad, la misma dialoga con otro film del director como es Frente al mar, igualmente conocida como Intercambio de parejas frente al mar. También en Así se rodó… las parejas se pondrán a prueba, pasarán a ser parejas abiertas y los personajes se enfrentarán a dicho hecho para, al final de su experiencia, cambiar y transformarse.

 

Felipe Zapico

 

Pero, asociada a la primera dualidad planteada, hay otra que, sutilmente, también se va deslizando a lo largo del argumento y que es la de libertad/opresión y, por añadidura, la de obediencia/desobediencia a las normas establecidas. Casi al principio del film, se hace referencia a la situación de los judíos que, habiendo sido expulsados de España, cruzaron la frontera y se instalaron en Portugal y cómo, posteriormente, fueron forzados a convertirse el catolicismo debido a la boda del rey de Portugal con la primogénita de los Reyes Católicos. Del grupo de judíos que no aceptó esa conversión forzada, formaba parte la familia del filósofo Baruch Spinoza, la cual acabó marchándose del país luso para acabar residiendo en Holanda. Por sus polémicas ideas para la época sobre el carácter de Dios y la naturaleza de la Biblia, Spinoza fue objeto de una maldición por parte de la sinagoga de Ámsterdam y excluido de la comunidad. Podemos afirmar que el filósofo fue un marginado entre los propios marginados y esa condición de su carácter parece impregnar a los personajes de Así se rodó…, quienes también se atreven a romper las reglas establecidas para construir su propio mundo y su propia alternativa aunque ello suponga hacer lo que está ampliamente desaprobado en virtud de la creciente y renovada censura.


Guzmán García-Pelayo

 

Contemplada así la película, la escena de sexo explícito viene a cerrar las dos dualidades que laten como dos heridas abiertas a lo largo de la narración. Entre la transgresión y la obediencia, entre ser libres o dejar de serlo, se opta por lo primero y, en el dilema entre carne y alma, se instituye la posibilidad de que ambas dimensiones alcancen su plenitud de modo que, antes de que la mencionada escena suceda, habrá lo que podemos denominar dos apoteosis místicas: la que tiene lugar en una escena de peregrinación en Lebrija y la que transcurre en Lamego, en el Santuario de Nossa Senhora dos Remédios, en Portugal, en la actuación de José de los Camarones cantando la canción Ave María Magdalena, que es un ejemplo excelso del quejío convertido en plegaria, de lo físico convertido en acto espiritual. Es decir, Así se rodó… acaba teniendo un desenlace optimista en la medida en que los conflictos acaban encontrando resolución en las dos dimensiones que, volvemos a decir si no lo hemos dicho las suficientes veces, son claves en las películas de Gonzalo García-Pelayo: la alegría y la libertad.


José de los Camarones

 

TERCERA APROXIMACIÓN: LAS IMÁGENES NUNCA SON INOCENTES

Posiblemente, los únicos espectadores de la historia del cine que fueron plenamente conscientes de que las imágenes en movimiento siempre tienen un poder hasta cierto punto perverso fueron los que, en enero de 1896, contemplando por primera vez La llegada de un tren a la estación de La Ciotat de los hermanos Lumière, se levantaron despavoridos de sus sillas pensando que la máquina y las vagones que aparecían en la película iba a atravesar la pantalla e iba a arrollarlos. A partir del momento en que las imágenes pasaron a formar parte de la vida social habitual, dejamos de pensar en el poder oculto que las mismas tienen y que nos influyen decisivamente sin que nos percatemos de ello. Que la que se considera primera gran película de la historia del cine, El nacimiento de una nación (1915) de David W. Griffith, sea una apología del Ku Klux Klan, que la Revolución Soviética utilizara títulos como La huelga (1925), El acorazado Potemkin (1925), Octubre (1927) y La línea general (1929) de S. M. Eisenstein y La madre (1926) de V. Pudovkin para difundir sus ideas y que el nazismo se molestara en realizar un documental como El triunfo de la voluntad (1935) de L. Riefensthal demuestra que los fotogramas tienen el potencial de transportar una carga de veneno que nunca es baladí.



Una bellísima escena de Así se rodó Carne Quebrada que transcurre en Lebrija

 

Hay una película insustancial de 1977, The Washigton Affair de Victor Stoloff, que, no obstante, ejemplifica a la perfección esa capacidad de las imágenes de asaltar al espectador por debajo de su aparente asepsia. El argumento de este film gira en torno a un magnate que quiere chantajear a un político a quien conoce con el fin de obtener un favor del gobierno. Para ello, como sabe que tiene una amante, decide grabarlo en su habitación de hotel para tener un arma con la cual presionarlo. Empieza a ver las imágenes pero el magnate se ve sorprendido cuando descubre que la amante del político es su propia esposa. Impactado por lo que ve, sufre un ataque al corazón y muere mientras el espectador continúa viendo las imágenes furtivamente grabadas hasta que estas terminan. Es muy difícil resumir tan certeramente el poder de las imágenes, un poder que siempre va más allá de las intenciones del propio autor y que puede llegar a depender del espectador que las contempla.



 

 Lamego y Costa Quebrada, dos de los más impresionantes escenarios que podemos ver en la nueva película de Gonzalo García-Pelayo

 

Partiendo de esta idea a la hora de abordar Así se rodó…, se da la paradójica circunstancia de que, tal vez, la escena de sexo explícito es la más inocente de todas porque en ella la doblez no existe o no puede existir ya que lo que la escena nos muestra es lo que es. Me gustaría que repararan en la frase que acabo de decir porque en ella sí existe un par de dobles sentidos, valga las redundancias, que iluminan la propia intención de la película. Por un lado, digo que la “doblez no existe o no puede existir” y no puedo dejar de conectar ello con ese conjunto de dualidades que van estructurando la historia: en la escena mencionada, esas dualidades se evaporan porque deseo y equilibrio espiritual se reconcilian, apariencia y trasfondo dejan de contraponerse porque ya solo existe la imagen mostrada en toda su sorprendente pureza. Y digo que ”lo que la escena nos muestra es lo que es” porque, adicionalmente, en ella los personajes se muestran en su auténtica esencia y condición, sin máscaras ni ropajes.

 

Escena que reúne a los principales personajes de la película

 

Desde esta perspectiva, Así se rodó Carne Quebrada sería una película que se plantearía el sensacional reto de conseguir arrebatar a las imágenes su implícito poder venenoso para instaurar en ellas una pureza que nunca está por descontado en ellas sino que hay que alcanzarlas a través de un proceso de destilación intensiva de los lenguajes y códigos utilizados. El ascetismo estético del que hemos hablado con anterioridad no sería, por ello, una elección caprichosa sino que sería la vía estrictamente necesaria para alcanzar un ideal que conecta con el de muchos realizadores del cine actual que, deseando alejarse, por ejemplo, de la siempre ruidosa y frenética estética de videoclip, buscan depurar su lenguaje para eludir toda distorsión, manipulación o tumulto visual para crear una relación con el espectador basada en la naturalidad y la transparencia.


José Manuel Cruz (dcha.), director de Cine Arte Magazine, con Gonzalo García-Pelayo (izqda.), director de Así se rodó Carne Quebrada (Autora de la foto: Isabel Galavís)

 

CUARTA APROXIMACIÓN: EL ESPECTADOR COMO DEMIURGO

Una película que alberga diversidad de capas temáticas siempre tiene el reto de generar una forma que vaya en paralelo con ese fondo conceptual. Se trataría de generar una película que fuera, vamos a decir, tridimensional, eludiendo el carácter bidimensional que siempre tiene la pantalla cinematográfica. Una posibilidad, la más simple, es crear una película en 3D con la utilización de las consabidas gafas por parte del espectador. Fuera de lo que son películas de acción y superhéroes, esta estrategia se ha empleado en películas como Love (2015) de Gaspar Noé y Largo viaje hacia la noche (2018) de Bi Gan. Sin descartar otras opciones, hay una alternativa que emplea Así se rodó… que la convertiría en la candidata ideal de una sesión triple de la que también formarían parte Rebeca (1940) de Alfred Hitchcock y otra película de Gonzalo García-Pelayo que es una de sus menos conocidas y divulgadas: Amo que te amen (2015). Estos tres títulos tienen en común que están basadas en una estrategia digamos de “incompletitud”.



José Manuel Cruz con Gervasio Iglesias, productor de Así se rodó Carne Quebrada (Autora de la foto: Isabel Galavís)

 

Recapitulemos: si la pantalla es bidimensional pero queremos que sea “formalmente” tridimensional, ¿cómo logramos hacerlo? Haciendo lo que Rebeca, Amo que te amen y Así se rodó Carne Quebrada hacen: creando un “agujero negro” dentro de la película. Empecemos por Rebeca, la cual está protagonizada por un personaje que nunca llegaremos a ver porque ha muerto antes de que la película empiece (observemos que en Ainur se planteaba exactamente la misma situación). A pesar de que ya no está, Rebeca está omnipresente. A partir de un momento de la película, lo único que hacen los personajes es hablar de ella y actuar en función de ella. Aunque Rebeca nunca aparece, es inevitable que el espectador vaya formando en su cabeza una idea de cómo era, cómo actuaba, qué hacía, qué pensaba y qué fue lo que sucedió. Es decir, la pantalla se “estira” hasta el espectador que reconstruye en su mente cómo es la protagonista de una película que, en las imágenes, stricto sensu, no es más que un fantasma. Una película incompleta, como si fuera una partícula cuántica, se vuelve completa en función del espectador que la observa.


José Manuel Cruz con José de los Camarones, que realiza una magnífica interpretación de la canción Ave María Magdalena en Así se rodó Carne Quebrada


Algo similar ocurre en Amo que te amen, que es la segunda película del propio Gonzalo García-Pelayo con la que Así se rodó… dialoga. En ella, un personaje, Nacha la Macha, lee el guion de una película, una historia que gira en torno a los avatares de una relación de pareja. Prácticamente toda la película es la lectura del guion filmada con una cámara fija. Como ocurre con Rebeca, la película completa solo puede existir en la mente del espectador, que es quien reconstruirá con su imaginación la película que se nos está narrando solo a través del lenguaje verbal. Lo mismo sucede con Así se rodó…, ya que nunca llegamos a ver Carne quebrada, tan solo podemos intuir en nuestras mentes, intentando completar el dibujo a través de los esbozos que nos son mostrados, de cómo será la película que estamos rodando. Si pensamos un poco, ese artificio de la “incompletitud” no es más que el que se utiliza en Las Meninas de Velázquez, en la que el espectador está, en realidad, en el centro de una escena cuya mitad está en el lienzo y la otra mitad, puramente virtual, la puede imaginar a partir de los elementos que aparecen físicamente en el cuadro.


José Manuel Cruz con Javier García-Pelayo, miembro del reparto de Así se rodó Carne Quebrada (Autora de la foto: Isabel Galavís)

 

El espectador, en Así se rodó…, y como sucede en buena parte del cine de Gonzalo García-Pelayo, se instala en la película no solo por la forma de la película, el carácter de los personajes y su desarrollo en ese territorio límite entre la ficción y el documental, sino porque se le tiende la mano para que sea el partícipe necesario para que complete la película que se le está mostrando. Desde la búsqueda de pureza de la imagen, se llega al punto en que no se pide un espectador pasivo que renuncia a su libertad sino a un espectador activo que sea libre para que pueda formar parte de un proceso creativo abierto que apela a muchas grandes cuestiones de la época actual y, por añadidura, de la naturaleza intrínseca permanente del ser humano: el amor, la libertad, el deseo, el afán de trascendencia y la necesidad de encontrar un espacio propio.


José Manuel Cruz con Carlos Escolano (izqda.), autor de los making of de todas las películas del proyecto de Gonzalo García-Pelayo, y David Amón (dcha.), miembro del reparto de Así se rodó Carne Quebrada (Autora de la foto: Isabel Galavís)

 

A MODO DE RECAPITULACIÓN

Así se rodó Carne Quebrada es un viaje físico que encierra un viaje al mismo tiempo carnal y espiritual, una peregrinación que no puede dejar indemnes ni a sus participantes ni al espectador que participe en ella, un reto para que meditemos sobre cuál es la auténtica libertad, sobre las implicaciones que la misma tiene y sobre si estamos dispuestos a aceptarlas o no. Y, sobre todos estos temas, sobrevuela una pregunta que podría inquietarnos: ¿asistimos, mientras vemos la película, a un proceso que solo unos pocos están dispuestos a afrontar, aquellos que piensan que no hay que obedecer ciega e incondicionalmente las crecientes normas, reglas y convenciones que, lenta pero inexorablemente, nos quieren ir imponiendo?

 


 Gonzalo García-Pelayo, director, y Gervasio Iglesias, productor, con parte del reparto de Así se rodó Carne Quebrada antes del estreno de la película durante la celebración del Festival GONG

 

 

 

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