LA CORDILLERA DE LOS SUEÑOS DE PATRICIO GUZMÁN. ANATOMÍA DE UNA MELANCOLÍA

 


TÍTULO: La cordillera de los sueños. TÍTULO ORIGINAL: La cordillera de los sueños. AÑO: 2019. NACIONALIDAD: Chile-Francia. DIRECCIÓN Y GUION: Patricio Guzmán. MONTAJE: Emmanuelle Joly. DIRECCIÓN DE FOTOGRAFÍA: Samuel Lahu. PERSONAS QUE APARECEN: Guillermo Muñoz Vera, Jorge Baradit, Vicente Gajardo, Francisco Gazitúa, Javiera Parra, Pablo Salas. DURACIÓN: 84 minutos. PÁGINA WEB OFICIAL: https://icarusfilms.com/if-cord.

CALIFICACIÓN:   

 

Es imposible no asociar el nombre del director chileno Patricio Guzmán a su monumental trilogía documental La batalla de Chile (1975-1979) que, por un lado, relataba los acontecimientos que se sucedieron durante la presidencia de Salvador Allende y el posterior golpe de estado de Augusto Pinochet y, por otro, retrataba el ambiente social que acompañó a esos años tan tensos como intensos. Ahora, cuatro décadas después, Patricio Guzmán, en su nuevo documental, vuelve a recordar en un momento dado esa descomunal obra cinematográfica para contarnos algunos de los avatares que tuvieron que ocurrir para que la misma acabara llegando, finalmente, a los espectadores. Porque La cordillera de los sueños habla del presente y del pasado, de un hiato que aún es una herida sin cicatrizar en la vida de millones de chilenos, de un tiempo que, simultáneamente, fue y no fue y que aún sigue siendo fuente de controversia, disenso y discordia. Pero, lejos de ofrecer una visión predominantemente social o colectiva, La cordillera de los sueños es, esencialmente, la crónica personal de un proceso de decepción, extrañamiento y melancolía. De decepción, porque los sueños de cambio que acompañaron al triunfo de la Unidad Popular en los años 70 ya no existen. De extrañamiento, porque los cuarenta años lejos de su país han llevado al director a no llegar a reconocer la idiosincrasia del Chile actual. Y de melancolía, por la conciencia de que lo que fue no volverá ya a ser. En su acercamiento a ese país que es el suyo pero que lo siente lejano y desconocido, la cordillera de los Andes se convierte en la metáfora de la posición del director respecto a su nación y, a la vez, de símbolo de la propia nación respecto a su condición y su relación con el exterior.

 


 

Porque los Andes es, a la vez, barrera de protección del país (y, por tanto, elemento de salvaguardia y de posibilidad de existencia de Chile) y mecanismo de aislamiento respecto a lo que viene de fuera (con lo que ello conlleva). Por otro lado, ocupa el 80 por ciento del territorio chileno pero se ignora su presencia y los habitantes viven a espaldas de esa colosal muralla natural que es fundamental para configurar el alma de esa nación. Como se dice en un momento dado de la película, Chile tendría que dar cuenta de los Andes para dar, realmente, cuenta de sí mismo, y ello va en paralelo a los problemas del país para dar cuenta de su propia historia reciente. Pero, cuando vamos adentrándonos en las imágenes del film y ahondamos en el tono y textura de las mismas, vamos intuyendo que los Andes representan, ante todo, las dificultades de Patricio Guzmán para enfrentarse a la realidad de Chile, a la realidad de su presente y a sus propios sentimientos a la hora de abordar una historia en la que está implicada de manera integral su propia biografía. Dice el director en su página web, en una frase que es el frontispicio de su sitio en internet, que “un país sin cine documental es como una familia sin álbum de fotografías” y, por ello, que este viernes 17 de diciembre se estrene en España La cordillera de los sueños, dos días antes de que se celebre la segunda vuelta de las elecciones presidenciales chilenas entre José Antonio Kast y Gabriel Boric, proporciona una excelente oportunidad para conocer el contexto de este proceso electoral y comprender las causas de la situación que ha atravesado el país en los últimos cuatro años. Más allá de eso, el film nos habla de los sentimientos del exiliado y de su dificultad para volver a conectar con una realidad que le ha llegado a ser ajena. Por ello, cobra especial relevancia la figura del cineasta Pablo Salas, que, durante años, ha filmado las imágenes de la represión de la dictadura de Pinochet y de las manifestaciones en la etapa democrática para exigir la depuración de responsabilidades. Él conserva todo ese material grabado como una especie de “arca de Noé” de la memoria de una época que, poco a poco, se va difuminando y respecto a la cual la población va distanciándose. Patricio Guzmán y Pablo Salas acaban siendo dos personajes que vienen a conformar una peculiar relación simétrica: Patricio fue quien se marchó, Pablo fue quien se quedó. Ambos representan los dos lados de una posible cordillera: los años de gobierno dictatorial que trazaron una brecha insalvable entre dos épocas, tanto de una nación como de la vida personal de todos los ciudadanos, y entre dos sectores del país. La cordillera es, con su presencia majestuosa, la simbolización de una tragedia que aún no ha finalizado.


TRÁILER DE LA PELÍCULA:

 


 

IMÁGENES DE LA PELÍCULA:









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