TÍTULO: La última primavera. TÍTULO ORIGINAL: La última primavera. AÑO: 2020. NACIONALIDAD: Países Bajos-España. DIRECCIÓN: Isabel Lamberti. GUION: Isabel Lamberti y Lenina Ungari. MONTAJE: Dorith Vinken. DIRECCIÓN DE FOTOGRAFÍA: Jeroen Kiers. MÚSICA ORIGINAL: Miguel Hernández Muño. INTÉRPRETES PRINCIPALES: David Gabarre Jiménez, Agustina Mendoza Gabarre, Alejandro Gabarre Mendoza, Angelines Gabarre Mendoza, David Gabarre Mendoza, Isabel Gabarre Mendoza, Ángelo Gabarre Mendoza, María Duro Rego, David Gabarre Duro. DURACIÓN: 78 minutos. PÁGINA WEB OFICIAL: http://elsurfilms.com/la-ultima-primavera/.
Escribió Pier Paolo Pasolini en sus Cartas luteranas, allá a mediados de la década de los 70, refiriéndose a la sociedad italiana y a su film Accattone: “En 1961, los burgueses veían en el subproletariado el mal, exactamente igual que los racistas americanos lo veían en el universo negro. (…) Su «cultura» (…) daba a los subproletarios romanos no solo unos originales «rasgos» psicológicos sino también unos «rasgos» físicos originales. Creaba verdaderamente una «raza». (…) Abandonada durante siglos a sí misma, es decir, a su propia inmovilidad, aquella cultura había elaborado valores y modos de comportamiento absolutos. (…) Valores y modelos pasaban inmutables de padres a hijos. Y, sin embargo, había una continua regeneración (…), se trataba de una «cultura» viva. (…) Todo esto está fielmente representado en Accatttone (…). Entre 1961 y 1975 algo esencial cambió: se produjo el genocidio. Se destruyó culturalmente una población. Y se trata precisamente de uno de esos genocidios culturales que precedieron a los genocidios físicos de Hitler. Si yo hubiese hecho un largo viaje y hubiese regresado al cabo de unos años, al dar una vuelta por la «grandiosa metrópolis plebeya» habría tenido la impresión de que todos sus habitantes habían sido deportados y exterminados, sustituidos en las calles y en los descampados, por pálidos, feroces e infelices fantasmas“. Aunque los procesos han cambiado y las situaciones no son comparables, el trasfondo de estas palabras late en La última primavera, opera prima en el largometraje de la directora holandesa Isabel Lamberti.
La última primavera se mueve en ese territorio hasta hace poco desconocido pero cada vez más frecuentado en los últimos tiempos que es la zona gris existente entre el documental y la ficción. Esta película nos lleva a La Cañada Real (el mayor asentamiento chabolista de Europa, situado en Madrid) y a conocer la situación de la familia Gabarre Mendoza, que vive allí pero que contempla cómo una temible espada de Damocles comienza a cernirse sobre ella: una notificación oficial les hace saber que su casa va a ser derruida y ello les obliga a tener que buscar como sea un nuevo alojamiento. Las circunstancias que vemos en la película son reales pero no se corresponden al momento real en que las mismas se produjeron sino que han sido recreadas y revividas por los propios integrantes de la familia que se convierten, de este modo, en actores y actrices de su propia vida. Lo primero que hay que decir es que el mecanismo sobre el que se basa toda la película pasa completamente desapercibido para el espectador, quien cree estar viendo un documental cuando, en realidad, se trata de una realidad ficcionada brillantemente construida. Sobre esa premisa, Isabel Lamberti traza un conjunto de retratos humanos sincero, deslumbrante y conmovedor que muestra cómo es la lucha de las personas que viven permanentemente al borde del abismo y tienen que superar todo tipo de dificultades para seguir adelante. Frente a cualquier tentación de hacer énfasis en los aspectos más negativos o sórdidos, la realizadora sabe extraer con gran sensibilidad y sutileza el lado más luminoso de la realidad que aborda, sacando a la luz toda una serie de valores de solidaridad y convivencia. Valores que quedan expuestos al peligro con la desaparición del lugar donde estas personas desarrollan sus vidas y, sobre todo, con el proceso de desestructuración que intuimos que el mismo va a conllevar. Como contaba Pasolini, los cambios en el entramado urbano, sin que nos demos cuenta de ello, suponen el fin de comunidades, culturas y modelos de vida. La escena final de La última primavera es, quizás, el indicio de que la familia Gabarre Mendoza se ha incorporado a otra forma de sociedad, muy distinta a la que han vivido hasta entonces y en la que, a pesar de todo, han sido felices.
TRÁILER DE LA PELÍCULA:
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