MANK DE DAVID FINCHER. CUANDO EL PASADO HABLA DEL PRESENTE…

 


TÍTULO: Mank. TÍTULO ORIGINAL: Mank. AÑO: 2020. NACIONALIDAD: Estados Unidos. DIRECCIÓN: David Fincher. GUION: Jack Fincher. MONTAJE: Kirk Baxter. DIRECCIÓN DE FOTOGRAFÍA: Erik Messerschmidt. MÚSICA ORIGINAL: Trent Reznor y Atticus Ross. INTÉRPRETES PRINCIPALES: Gary Oldman, Amanda Seyfried, Lily Collins, Tom Pelphrey, Arliss Howard, Tuppence Middleton, Monika Gossmann, Joseph Cross, Sam Troughton, Toby Leonard Moore, Tom Burke, Charles Dance, Ferdinand Kingsley, Jamie McShane, Jack Romano, Adam Shapiro, John Churchill, Jeff Harms, Derek Petropolis, Sean Persaud, Paul Fox, Tom Simmons. DURACIÓN: 131 minutos. ENLACE EN NETFLIX: https://www.netflix.com/title/81117189.

CALIFICACIÓN: 

Hay películas y cineastas que parecen rodeados de un aura especial para dar lugar a nuevas películas, posiblemente porque representan una encrucijada decisiva del séptimo arte o muestran la esencia más poderosa y genuina del mismo. Eso es lo que ocurre con Ciudadano Kane (1941) y con Orson Welles. Recordemos que ya en 1975 se realizó The Night That Panicked America de Joseph Sargent, la cual relata la ola de terror colectiva generada por la adaptación radiofónica de La guerra de los mundos de H. G. Wells (dirigida por el propio Orson), que en 1999 RKO 281 (1999) recreó el rodaje de la que ha sido considerada durante muchos años mejor película de la historia del cine y que en 2019 pudimos ver el documental La mirada de Orson Welles de Mark Cousins, en el que el famoso historiador del séptimo arte indagó en las fuentes de inspiración del cineasta. Y no podemos dejar de ver muchas de las películas posteriores a Ciudadano Kane de Orson Welles, desde Mr. Arkadin (1955), pasando por Sed de mal (1958) y Una historia inmortal (1968) hasta llegar a Al otro lado del viento (2018), como sucesivas reformulaciones de los temas que aparecían en su opera magna y recapitulaciones sobre la figura del creador, en general, y del director de cine, en particular. Por ello, no es de extrañar que, ahora, se haya realizado Mank, la cual gira en torno a quien fue guionista de Ciudadano Kane, Herman J. Mankiewicz (hermano del director Joseph L. Mankiewicz) y cómo fue su participación en el film. Con ella, el realizador David Fincher ha hecho realidad un guion escrito por su padre, Jack, en los años 90 y no podemos dejar de pensar que ello representa una inevitable reflexión adicional sobre la naturaleza de la creación cinematográfica y los obstáculos que existen para que la misma termine llegando a buen puerto.



Posiblemente, la película incide en exceso en la presunta intención de Welles de ocultar la intervención de Herman J. Mankiewicz en la escritura del libreto de su película. Y ello por dos motivos relacionados. El primero, que nunca se ha negado ni discutido la participación decisiva de Herman en la escritura de Ciudadano Kane. Y el segundo, que siempre se ha recalcado, sin dejar de reconocer la autoría de Welles, el carácter colectivo que posibilitó la brillantez del film. Recordemos, en este sentido, los nombres de Robert Wise como montador de la película, de Gregg Toland como director de fotografía y de Bernard Herrmann como autor de la música original. El incidir, por tanto, en el hecho mencionado provoca, en cierto modo, que los temas principales de Mank (y sus auténticos puntos fuertes) puedan quedar un punto oscurecidos cuando son los que proporcionan verdadera relevancia a la película.



Porque Mank no es una mera recreación con aire vintage (esa maravillosa fotografía en blanco y negro de Erik Messerschmidt y un esmeradísimo diseño de producción de Donald Graham Burt) del Hollywood del período que va desde finales de los años 20 hasta principios de los 40, sin negar que esa recreación ya es de por sí brillante y precisa, sino que la película desarrolla toda una reflexión sobre cómo el pasado puede ofrecer valiosas lecciones de cara al presente. Porque, en última instancia, de lo que Mank nos habla es de que lo que ocurrió hace 80-90 años no es tan diferente a lo que sucede en la actualidad. Los dilemas entre los criterios comerciales y los artísticos de cara a la realización de una película, el poder de los grandes productores, su relación con los grupos de poder y su influencia en la opinión pública son temas que siguen plenamente vigentes en los tiempos actuales y convierten a Mank en una fábula que sabe camuflar inteligentemente sus referencias y conexiones con los tiempos presentes. Referencias y conexiones que no solo se remiten a temas estrictamente cinematográficos sino también a cuestiones sociales y políticas. Así, es difícil no pensar en el paralelismo que existe entre el intento del escritor Upton Sinclair en 1934 de llegar a ser gobernador de California por el Partido Demócrata (algo que se muestra en el film) y las dos carreras por la nominación de Bernie Sanders por el mismo partido en 2016 y 2020 (en ambos casos, con poderosísimas intervenciones externas para que el resultado final de ambos candidatos fuera la derrota) e, igualmente, las fuertes diferencias sociales existentes en los años 30 del pasado siglo (agravadas por la crisis del 29) y las que hoy día se dan en el mismo sentido (agravadas a su vez por la crisis de 2008).

 


Desde este punto de vista, la perspectiva que adopta Mank es pesimista y queda reflejada a la perfección en el modo en que Hollywood utilizó los medios de su industria para hundir la campaña de Sinclair y en la escena entre el protagonista y William Randolph Hearst tras el momento en que el guionista irrumpe borracho en la fiesta que celebra el millonario y que nos lleva a una conclusión inapelable: quien cree estar controlando su trabajo y su propia vida, en realidad no deja de estar al servicio de un poderoso que es quien, en realidad, está dictando normas y directrices. Con unas magníficas interpretaciones de Gary Oldman, Amanda Seyfried, Lilly Collins, Arliss Howard y Ferdinand Kingsley, Mank no deja de reconocer que pueden existir algunas victorias pírricas frente al poder y el sistema pero, en el fondo, este siempre se acaba imponiendo. De 1940 a hoy, pocas cosas han cambiado y esta moraleja (aunque presentada de un modo un poco más dulcificado) es la que se acaba desprendiendo de una película que, como todas las de Fincher, es un prodigio tanto de potencia expresiva como de rigor en la puesta en escena.


TRÁILER DE LA PELÍCULA:




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