No hay demasiados pero sí hay gloriosos ejemplos cinematográficos de historias de máximo suspense desarrolladas en un espacio mínimo y reducido. Recordemos el que, tal vez, sea uno de los primeros ejemplos de esta estrategia narrativa en Náufragos (1944) de Alfred Hitchcock, quien, con posterioridad, volvió a realizar dos experimentos similares (aunque no tan extremos) en La soga (1948) y Crimen perfecto (1954). Aparte de películas como Última llamada (2002) de Joel Schumacher, La habitación del pánico (2002) de David Fincher o Locke (2013) de Steven Knight, no hay que olvidar cuatro títulos nacionales como La cabina (1972) de Antonio Mercero, Zulo (2005) de C. Martín Ferrera, La habitación de Fermat (2007) de Luis Piedrahíta y Rodrigo Sopeña y, sobre todo, Buried (2010) de Rodrigo Cortés, el cual reducía el espacio dramático a su mínima expresión posible. Ahora, Bajocero hace desarrollar la mayor parte de su trama en el interior de un furgón policial, que se convierte en el reducto claustrofóbico donde toda una serie de dilemas éticos y vitales deberán ser resueltos en un contexto de tensión extrema y lucha contra el tiempo. Javier Gutiérrez interpreta a un policía que, en su nuevo destino, tendrá como primera misión trasladar de prisión a unos reclusos. El furgón que los lleva y la escolta serán atacados en medio de una atmósfera de frío y niebla hasta llegar a un punto en el que los misteriosos atacantes realizarán una propuesta al protagonista para poner fin a la pesadilla, propuesta que pone duramente a prueba sus convicciones como policía.
Bajocero sabe administrar perfectamente la tensión a lo largo de su metraje, conduciendo progresivamente a los personajes, como si fueran hamsters por un laberinto diabólicamente diseñado, al abismo de tener que tomar decisiones extremas y radicales. Con un magnífico reparto que acompaña a Javier Gutierrez (entre otros, Karra Elejalde, Luis Callejo, Andrés Gertrúdix, Isak Férriz, Patrick Criado, Édgar Vittorino, Miquel Gelabert, Florin Opritescu y Álex Monner) y que sabe encarnar magistralmente a unos caracteres que podrían, cada uno de ellos, tener su propia película, sus interpretaciones son fundamentales para plasmar el juego de tensiones y contratensiones (las amenazas desde el exterior del furgón y, a su vez, los enfrentamientos dentro del mismo entre el policía y los detenidos) con el cual se construye y se desarrolla la historia y que van inyectando una dosis creciente de adrenalina al espectador. En su tramo final, Bajocero sabe escapar del mecanismo narrativo que podría asfixiarla e introduce el duro y complejo conflicto que explica los motivos del ataque al furgón policial y que coloca, tanto a los personajes como al espectador, en la tesitura de tener que dar una respuesta tajante a una elección que no admite el término medio. Bajocero es la segunda película de Lluís Quílez tras el film de producción estadounidense Out of the Dark (2014) el cual, contando con la participación de Julia Stiles y Stephen Rea en los papeles protagonistas, no llegó a ser estrenado en España. Ahora, Bajocero nos muestra a un director absolutamente solvente en el ámbito del cine de género y del que ya esperamos ver sus próximos títulos para confirmar un nuevo y prestigioso valor en el complicado panorama actual (con la crisis sanitaria y todos los efectos que la misma está conllevando) del cine, en general, y del cine español, en particular.
TRÁILER DE LA PELÍCULA:
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