FESTIVAL DE SEVILLA 2020: NUEVE SEVILLAS DE GONZALO GARCÍA-PELAYO Y PEDRO G. ROMERO

 


Como, el pasado 9 de noviembre, el documental Nueve Sevillas de Gonzalo García-Pelayo y Pedro G. Romero fue estrenado en el Festival de Cine Europeo de Sevilla 2020, dentro de la sección Las Nuevas Olas – Historias de No Ficción, aprovechamos la ocasión para escribir reseña del mismo.

NUEVE SEVILLAS DE GONZALO GARCÍA-PELAYO Y PEDRO G. ROMERO

TÍTULO: Nueve Sevillas. TÍTULO ORIGINAL: Nueve Sevillas. AÑO: 2020. NACIONALIDAD: España-Francia. DIRECCIÓN: Gonzalo García-Pelayo y Pedro G. Romero. GUION: Pedro G. Romero. MONTAJE: Sergi Dies. DIRECCIÓN DE FOTOGRAFÍA: Juan Manuel Carmona Batán. PERSONAS QUE INTERVIENEN: Yinka Esi Graves, José Luis Ortiz Nuevo, José Jiménez Santiago ‘Bobote’, Javiera de la Fuente, Vanesa Montoya, Gonzalo García-Pelayo, Javier García-Pelayo, David Pielfort, Rocío Montero, Rudolph Rostas ‘Janek', Pastora Filigrana, Niño de Elche, Rosalía, Silvia Pérez Cruz, Fami Alqhai, Rami Alqhai, Inés Bacán, Anna Colom, Agustín Diassera, Israel Galván, Alfredo Lagos, Rocío Molina, Rocío Márquez, Tomás de Perrate, Kiko Veneno, Alfonso Sánchez, Alberto López, Curro Romero. DURACIÓN: 157 minutos. PÁGINA WEB OFICIAL: https://www.elamedia.com/Catalog/NUEVE-SEVILLAS.

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TRÁILER DE NUEVE SEVILLAS:


No es fácil resumir en pocas líneas Nueve Sevillas porque las numerosísimas capas que forman el documental en prodigiosa coherencia remiten unas a otras formando una sorprendente estructura reticular que nos llama permanentemente a que percibamos y detectamos la  tridimensionalidad con la que está construida la película. Si no nos hubieran bastado los 157 minutos de metraje (que, lejísimos de ser excesivos, conducen al espectador a un flujo de imágenes, sonidos, ideas y sensaciones que parecen suspenderlo en el tiempo o, mejor dicho, en un no-tiempo o, tal vez, en un tiempo que es, simultáneamente, todos los tiempos), la penúltima secuencia del film, rodada en la iglesia de San Luis de los Franceses (uno de los grandes descubrimientos artísticos que Nueve Sevillas aportará a quien solo conozca los monumentos más conocidos de la capital hispalense), con ese espejo que refleja lo que está detrás de la cámara, es lo suficientemente explícita como para que sobren más pruebas al respecto (dicho sea de paso, ese espejo no es solo la constatación de la configuración del film sino también de su condición de autorretrato intelectual y emocional del propio Gonzalo García-Pelayo pero, de momento, solo podemos dejar apuntada esa intuición). Pero, como por algunos cabos habrá que empezar, vamos a mencionar, en principio, tres que son esenciales para comprender la película.



El primer elemento del que debemos hablar es el referido a que el documental nos lleva a las Sevillas que parecen periféricas, externas al núcleo oficial de la ciudad, pero que no solo forman parte indisociable de ella sino que son las fuentes de las que nace lo más esencial de su idiosincrasia. Hay un libro muy conocido del año 1973, escrito por Luis Ortiz Muñoz, un autor que ocupó altos cargos durante el régimen de Franco y que, en consecuencia, estaba imbuido de una ideología muy tradicionalista, que llevaba por título el de Sevilla Eterna, el cual pretendía consagrar una serie de aspectos muy específicos de la ciudad como definitorios de toda ella. El documental dirigido al alimón por Gonzalo García-Pelayo y Pedro G. Romero vendría a ser una enmienda a la totalidad de la tesis de esa obra, que ha conformado de manera indeleble (o, como mínimo, ha dejado cristalizada) la cultura oficial de la ciudad, para afirmar que hay otras muchas Sevillas que son tan eternas como la que aparece en ese renombrado trabajo y que nunca han dejado de estar ahí, la mayoría de las veces ignoradas, repudiadas o miradas con desdeñoso menosprecio. El segundo elemento es el del flamenco y la gitanidad, el cual constituye, en realidad, el origen y la columna vertebral del film, ofreciendo una perspectiva insólita sobre su origen y desarrollo y conectándolo con otras manifestaciones artísticas (el jazz, el blues, el tango, la samba…) y mostrando con nitidez cómo todas ellas están vinculadas entre sí por ser la voz de quienes no tienen voz, de los marginados, de los desclasados, de los perdedores del sistema.  A lo largo del documental, visitaremos esas Sevillas que no aparecen en las guías turísticas, la de las 3.000 Viviendas, la de El Vacie, la del Distrito Norte, para mostrarnos a quienes, a pesar de la precariedad de sus formas de vida, encierran un arte y un talento que mantienen vivos el flamenco y lo abren a nuevos caminos y perspectivas. El tercer elemento a destacar es que, bajo Nueve Sevillas, late un diálogo permanente con Vivir en Sevilla, la película dirigida por Gonzalo en 1978 y que, entre otras cosas, retrató la contracultura de la época, ofreciendo imágenes impagables de personajes como el rockero Silvio o el pintor Toto Estirado. Desde el mismo prólogo de Nueve Sevillas, en que, por debajo de las imágenes, se puede escuchar el sonido del prólogo de Vivir en Sevilla y, con posterioridad, cuando los rótulos imitan con descaro los que aparecían en el film de 1978, ese diálogo se mantiene vivo y enriquece las lecturas que el documental puede llegar a ofrecernos.



Si en el anterior párrafo hemos hablado del contenido de Nueve Sevillas, ahora no podemos dejar de entrar en su reflexión sobre la forma artística. Hay una secuencia muy relevante de la película, en la que Gonzalo habla con su hermano Javier, en la que el director manifiesta su preferencia por que el plano permanezca fijo y que sea el mundo el que se mueva delante de la cámara. Viene a ser el momento en que vemos de modo más patente uno de los ejes temáticos del film, ese que nos habla de la existencia de una “forma” universal, prácticamente invalidable e inapelable, que, sin embargo, cada artista es capaz de tomar con plena libertad para mostrar su personalidad. Forma que se nos muestra cuando la cámara se adentra en una guitarra para mostrarnos cómo está construida o cuando José Luis Ortiz Nuevo enseña con gran sencillez cómo es el compás en el flamenco (una sorprendente estructura casi matemática imposible de variar sin que se pierda toda la esencia de su arte) o cuando, en broma, Bobote enseña cómo en su brazo está tatuada una rosa de los vientos con los puntos cardinales cambiados, como si la rosa fuera un dogma inviolable pero en la que el artista pudiera colocar libremente sus propios norte, sur, este y oeste. Esa inexplicable paradoja entre el carácter sagrado de la forma y la sagrada libertad del artista se vuelve carne y hueso cuando vemos las actuaciones de Rosalía, del Niño de Elche, de Yinka Esi Graves, de Javiera de la Fuente o de Rudolph Rostas ‘Janek’, en las que late la más rabiosa heterodoxia con el más severo respeto a unos cánones profundos que subyacen como esqueleto invisible y definitivo.




Esa dicotomía entre respeto a una estructura imposible de eludir y la apertura a nuevas formas y maneras, esa apelación inequívoca a la porosidad del flamenco y del arte, acaba impregnando la, a su vez, propia porosidad del film, en el que el equipo de rodaje aparece varias veces en los espejos de los escenarios donde transcurre el documental o en el que, tras el correspondiente “¡corten!”, la cámara sigue rodando, lo cual se convierte en la mejor simbolización posible de esa apelación a la amplitud de miras y a la búsqueda de lo desconocido y nunca antes hallado que late con plena convicción en Nueve Sevillas. Aunque, sin duda, esta película es un majestuoso y descomunal recorrido por las entrañas íntimas y auténticas de una ciudad, con su reflexión sobre los desclasados, el arte, las raíces y la necesidad de construir el futuro sin prejuicios ni ataduras la película acaba encerrando, al mismo tiempo, un mensaje sobre lo universal (sobre aquello que siempre está presente y que nunca puede ser entendido de manera restrictiva o esterilizante) que es válido y entendible en cualquier latitud o geografía. La exploración de las raíces no debe conducirnos a la mirada obnubilada al pasado sino a la imaginación abierta y expansiva de cómo debe ser el porvenir. La pared en blanco con que se cierra Nueve Sevillas es, por ello, el broche perfecto a una película que, con pleno convencimiento, sí que podemos decir que será eterna.

IMÁGENES DE NUEVE SEVILLAS:









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