LA FLOR DE MARIANO LLINÁS. HOMENAJE DESCOMUNAL AL CINE


Hoy, publicamos la reseña de La flor, película argentina de trece horas y media de duración que estará disponible en Filmin mientras dure en España el estado de alarma. 



TÍTULO: La flor. TÍTULO ORIGINAL: La flor. AÑO: 2018. NACIONALIDAD: Argentina. DIRECCIÓN y GUION: Mariano Llinás. MONTAJE: Alejo Moguillansky y Agustín Rolandelli. DIRECCIÓN DE FOTOGRAFÍA: Agustín Mendilaharzu. MÚSICA ORIGINAL: Gabriel Chwojnik. INTÉRPRETES PRINCIPALES: Elisa Carricajo, Valeria Correa, Pilar Gamboa, Laura Paredes, Vladimir Durán, Pablo Seijo, Margarita Molfino, Esteban Lamothe, Santiago Gobernori, Matías Feldman, Ramón Marquestó, Gaby Ferrero, Milva Leonardi. DURACIÓN: 812 minutos. ENLACE EN FILMIN: Parte 1: https://www.filmin.es/pelicula/la-flor-parte-1. Parte 2: https://www.filmin.es/pelicula/la-flor-parte-2. Parte 3: https://www.filmin.es/pelicula/la-flor-parte-3.

CALIFICACIÓN: 


No es común encontrarse con una película de trece horas y media de duración. Pero menos corriente aún es encontrarse con un homenaje descomunal al cine, a sus géneros, a sus códigos, a sus maestros, a sus tendencias, a todas sus tendencias, de las más clásicas a las más vanguardistas y radicales, un homenaje de envergadura colosal que convierte a la película argentina La flor de Mariano Llinás en un festín cinéfilo y cinéfago que, en una primera visión, es casi imposible de abarcar, digerir y analizar por completo. Pero, antes de nada, habrá que explicar las causas de la duración de la película y por qué es todo un homenaje al séptimo arte. La flor se compone de seis episodios. Cuatro de ellos empiezan pero no terminan. El quinto tiene un principio y un final. Y el sexto empezamos a verlo cuando el argumento ya ha empezado y vemos su final. Cada uno de los episodios pertenece a un género o a una tendencia cinematográfica diferente y su tono y ritmo va variando en función de ello. El primero sería una historia de terror típica de serie B. El segundo es un musical que podría ser un encuentro prodigioso entre, podríamos decir, Una mujer es una mujer (1961) de Jean-Luc Godard y Vértigo (1958) de Alfred Hitchcock. El tercero es una historia de espionaje emparentada con películas de los 60 como El espía que surgió del frío (1963) de Martin Ritt  y Funeral en Berlín (1966) de Guy Hamilton y con aire, en algunos momentos, del cine de Quentin Tarantino, ya que en parte nos recuerda a Reservoir dogs (1992) y, a veces, a los dos episodios Kill Bill (2003 y 2004). El cuarto episodio es una historia extrañísima que, al principio, con las dudas del director que aparece en ella sobre la película que está rodando, remite a muchos films de Godard pero que termina deslizándose hacia una historia de corte fantástico o de terror que convierte a la narración en algo muy diferente a lo que su arranque presumía, convirtiendo el episodio en un relato de dos niveles o en un disco de los de antes, con su cara A y su cara B, coexistiendo ambas pero nunca pudiendo sonar simultáneamente. El quinto episodio vendría a ser un delicioso remake, trasladado a Argentina, de Partie de campagne (1946) de Jean Renoir. Y el sexto narra la historia de unas cautivas que, en pleno siglo XIX, han caído en manos de las tribus originarias del páramo argentino y tienen que atravesar el desierto para volver a la civilización. Los nexos de unión entre los distintos episodios son las cuatro actrices que (salvo en el quinto) aparecen en todos ellos, interpretando diferentes papeles: Elisa Carricajo, Valeria Correa, Pilar Gamboa y Laura Paredes.






A lo largo de los distintos episodios, las influencias, los guiños y los homenajes más o menos velados se suceden, de modo que, más allá del poder hipnótico y absorbente de cada una de las historias – a modo de como sucedía en El manuscrito encontrado en Zaragoza (1965) de Wojciech Has o Las mil y una noches (1974) de Pier Paolo Pasolini –, que atrapan al espectador a pesar de la larga duración del film, La flor se convierte en una reflexión y en una especie de desmenuzamiento de los mecanismos cinematográficos y de su capacidad para establecer lazos de comunicación y complicidad con el espectador. El propio director, Mariano Llinás, aparece en algunos momentos del film para ir explicando al público la estructura de la obra e ir anticipando algunos de los momentos que veremos en los siguientes minutos. Sin embargo, después del cuarto episodio, el director desaparece y los dos últimos segmentos son mostrados sin avances ni explicaciones previas. Hasta cierto punto, ello acaba siendo una especie de moraleja sobre las características del cine actual, un cine que, como hemos expuesto recientemente al hablar de Liberté de Albert Serra y hemos comentado en ocasiones anteriores, tiende a prescindir de claves que aclaren al espectador los temas de fondo del film o la postura del realizador en relación a la historia y dejan a aquel solo ante el objeto cinematográfico desplegado. En función de ello, La flor no es solo un canto al hedonismo que se desprende de las imágenes grabadas y las obras audiovisuales o una muestra del poder del séptimo arte para embelesar al espectador o, quizás, a su modo, un documental sobre las cuatro actrices sobre las que el film se sostiene sino, además, la constatación de que el cine ha cambiado para siempre para adoptar un camino que, como el de las fugitivas que protagonizan el último episodio, será incierto, arriesgado e imprevisible. Tras trece horas y media de duración, tras un viaje tan intenso y prolongado, cuando llegan el final y los títulos de crédito, nos quedamos con ganas de que las historias se prolonguen, se sigan ramificando y nunca terminen. Por eso, tal vez, los títulos de crédito duran más de treinta minutos: porque cuesta mucho trabajo separarse de una obra que nos ha hechizado y que nos ha obligado a meditar sobre qué es el cine y sobre nuestro papel y función como espectadores.

TRÁILER DE LA PELÍCULA:


IMÁGENES DE LA PELÍCULA:










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