Hoy, publicamos la reseña de La camarista de Lila Avilés, película mexicana que estará
disponible en Filmin hasta el próximo 1 de mayo.
TÍTULO: La camarista. TÍTULO ORIGINAL: La camarista. AÑO: 2018. NACIONALIDAD: México.
DIRECCIÓN: Lila Avilés. GUION: Lila Avilés y Juan Márquez. MONTAJE: Omar Guzmán.
DIRECCIÓN DE FOTOGRAFÍA: Carlos Rossini. INTÉRPRETES PRINCIPALES: Gabriela
Cartol, Agustina Quinci, Teresa Sánchez. DURACIÓN: 102 minutos. PÁGINA WEB OFICIAL: https://www.alphaviolet.com/the-chambermaid-la-camarista/.
ENLACE EN FILMIN: https://www.filmin.es/pelicula/la-camarista.
Es famosa la secuencia con la que
comienza Tiempos modernos (1936) de
Charles Chaplin. El protagonista, trabajador de una estricta y rígida cadena de
montaje, pierde el ritmo al que debe ir la producción y todo el proceso se
convierte en un caos. Más allá del humor, todo ese momento se convertía en una
dura denuncia de la deshumanización que llevaba implícita la mecanización
extrema del trabajo y las consecuencias emocionales y psicológicas de la misma.
En la actualidad, ya no es tan frecuente contemplar cadenas de montaje tan
exigentes como las que veíamos en el mítico film de Chaplin (en gran medida,
porque, en el caso de necesitar ritmos de producción acelerados, las personas
han sido sustituidas por robots) pero lo que antes era privativo de la
industria ahora ha pasado a ser la rutina diaria de muchas ramas de actividad
del sector servicios. Así, por ejemplo, los hoteles. Y en una de la
trabajadoras de uno de ellos, una camarista (según se dice en México) o una
camarera (tal como se diría en España), es donde pone el punto de mira Lila
Avilés en su opera prima en el
largometraje. La camarista sigue, de
forma impasible y objetiva, sin emitir ningún juicio de valor, dejando que las
imágenes hablen por sí mismas (con un estilo muy emparentado con el del
documental de observación), el día a día de la trabajadora de un
establecimiento hotelero, día a día consistente en ir de habitación en
habitación dejando cada una de ellas absolutamente limpia y ordenada y
disponible para el siguiente cliente que deba ocuparla.
Es famosa la secuencia con la que
comienza Tiempos modernos (1936) de
Charles Chaplin. El protagonista, trabajador de una estricta y rígida cadena de
montaje, pierde el ritmo al que debe ir la producción y todo el proceso se
convierte en un caos. Más allá del humor, todo ese momento se convertía en una
dura denuncia de la deshumanización que llevaba implícita la mecanización
extrema del trabajo y las consecuencias emocionales y psicológicas de la misma.
En la actualidad, ya no es tan frecuente contemplar cadenas de montaje tan
exigentes como las que veíamos en el mítico film de Chaplin (en gran medida,
porque, en el caso de necesitar ritmos de producción acelerados, las personas
han sido sustituidas por robots) pero lo que antes era privativo de la
industria ahora ha pasado a ser la rutina diaria de muchas ramas de actividad
del sector servicios. Así, por ejemplo, los hoteles. Y en una de la
trabajadoras de uno de ellos, una camarista (según se dice en México) o una
camarera (tal como se diría en España), es donde pone el punto de mira Lila
Avilés en su opera prima en el
largometraje. La camarista sigue, de
forma impasible y objetiva, sin emitir ningún juicio de valor, dejando que las
imágenes hablen por sí mismas (con un estilo muy emparentado con el del
documental de observación), el día a día de la trabajadora de un
establecimiento hotelero, día a día consistente en ir de habitación en
habitación dejando cada una de ellas absolutamente limpia y ordenada y
disponible para el siguiente cliente que deba ocuparla.
TRÁILER DE LA PELÍCULA:
IMÁGENES DE LA PELÍCULA:
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