29º FANCINE DE MÁLAGA (3): REIVINDICACIONES RABIOSAS DEL CINE DE GÉNERO


Las películas de la jornada del viernes 14 de noviembre de la 29ª edición del FANCINE se caracterizaron por, cada una a su modo, hacer una reivindicación del cine de género, anteponiendo la aplicación de unos determinados mecanismos formales y narrativos al despliegue de un conjunto de obsesiones y preocupaciones autorales. Tengo que decir que disfruté muchísimo de la tres películas que vi ese día y eso fue porque, con ellas, no tuve que dedicarme a reflexionar sobre qué mensaje encerraban o qué interpretación había que hacer de sus historias. La gran ventaja del fantastique es que sus relatos pueden dirigirse directamente al inconsciente del espectador, revolviendo en él emociones y sentimientos que anidaban en él y permanecían ocultos, pudiendo prescindir del componente cerebral que es necesario en otro tipo de films. Las películas fantásticas o de terror se viven más que se contemplan y, por ello, son más experiencias visuales conducidas por impulsos instintivos que narraciones perfectamente elaboradas con estructuras fácilmente identificables.



Empezamos viendo The Art of Self-Defense de Riley Stearns, protagonizada, nuevamente, al igual que Vivarium, la película que inauguró el certamen, por Jesse Eisenberg e Imogen Poots, además de por Alessandro Nicola, a quien hemos visto recientemente en la serie Chimerica. The Art of Self-Defense es una sátira realizada sin gota alguna de piedad que se burla de la paranoia, la obsesión por la seguridad y la fijación masculina por alimentar el concepto de macho-alfa que reinan en las sociedades más avanzadas, en general, y en la estadounidense, en particular. Concebida como un cruce entre El club de la lucha de David Fincher, Karate Kid de John G. Avildsen y Bananas de Woody Allen, el protagonista de la historia se inscribe en una academia de kárate tras ser víctima de un ataque nocturno por parte de una banda de motoristas. Ácida, sarcástica e hilarante, The Art of Self-Defense acribilla sin parar a lo largo de su metraje a las actitudes soberbias y arrogantes nacidas de un machismo caduco, las relaciones autoritarias en el mundo laboral, las actitudes de ilusos convertidos en gurús visionarios y la agresividad comercial en torno al mundo de las armas, no dejando títere con cabeza y convirtiendo su relato en un incómodo espejo que muestra algunas de nuestras más patéticas contradicciones.



La segunda película de la jornada, Darlin', dirigida por Pollyanna McIntosh, muy conocida en su faceta de actriz por participar en la exitosa seria The Walking Dead, se ha convertido, por méritos propios, en la primera gran sorpresa del certamen. Si hay muchas películas que, adscribiéndose al género del terror, buscan formar parte del mainstream y, en consecuencia, aspiran a captar la atención del público masivo, Darlin' se atiene a la esencia más genuina de este tipo de films, esa esencia que comparten los clásicos de la Universal de los años 30 y 40, las películas de la Hammer o las obras de maestros como George A. Romero, John Carpenter, Brian Yuzna, Amando de Ossorio, Jesús Franco o Paul Naschy, la del terror que se justifica por sí mismo sin necesidad de coartada intelectual o estética, la del disfrute que se siente culpable por contemplar lo que está fuera de la normalidad convencional pero que, a la vez, no puede dejar de contemplarla, todo lo cual convierte al film de Pollyanna MaIntosch en una auténtica delicatessen para los seguidores más incondicionales del género. Darlin' nos cuenta la historia de una adolescente que, habiendo estado toda su vida en medio del bosque alejada de lo que se considera la civilización, irrumpe una noche en un hospital y, tras ser inmovilizada, acaba siendo trasladada a una institución católica que pretende usar su proceso de educación como medio para atraer fondos a sus maltrechas arcas. Aunque Darlin' encierra un duro ataque contra los fanatismos religiosos, los aspectos más notables de la opera prima de Pollyanna McIntosch como directora son su provocador descaro narrativo y su brillante fotografía que ayuda a alimentar la atmósfera de delirio que envuelve a toda la película. Audaz y atrevido, el film sabe ir manteniendo el pulso de la narración hasta llegar a su desenlace, una Primera Comunión que podría ya ser considerada, sin duda alguna, como la más salvaje de toda la historia del cine.


Pollyanna McIntosh no pudo asistir al certamen por motivos de salud pero envió un simpático mensaje a todos los asistentes a la proyección de su película



Para terminar la jornada, vimos Colour Out of Space, una adaptación de un conocido relato de H. P. Lovecraft, dirigida por Richard Stanley y protagonizada por Nicolas Cage, Joely Richardson y Q'orianka Kilcher (quien ya protagonizara El nuevo mundo - 2005- de Terrence Malick). En un entorno rural, donde vive un matrimonio con sus dos hijos apartados de la vida de la gran ciudad, cae una noche un meteorito. A partir de ese momento, las vidas, los comportamientos y las percepciones de todos ellos y de los animales a los que cuidan empiezan a cambiar radicalmente y un clima de alucinaciones y delirios empieza a dominar el lugar que era anteriormente idílico. La película de Richard Stanley se beneficia de un magistral crescendo narrativo y de una gran habilidad e imaginería visuales que acaban haciendo sumergir al espectador en una intensa experiencia perceptiva que logra plasmar de forma muy original en la pantalla todo el universo lovecraftiano. Porque, si tendemos a asociar la literatura del maestro de Providence a perfiles negros y tenebrosos, aquí Richard Stanley se decanta por un tono spielbergiano, que era el que acababa impregnando, por ejemplo, el Poltergeist (1982) de Tobe Hooper y, por tanto, se opta por un esplendor visual que resulta, paradójicamente, tan tenebroso como pudiera serlo una elección más oscura y sombría.



El fantastique se dirige, en muchas ocasiones, directamente al inconsciente del espectador, despertando en él sensaciones que no pasan por el filtro de los procesos lógicos y racionales




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