ÉRASE UNA VEZ EN… HOLLYWOOD DE QUENTIN TARANTINO. DIOSES SIN CREPÚSCULO


TÍTULO: Érase una vez en… Hollywood. TÍTULO ORIGINAL: Once Upon a Time… in Hollywood. AÑO: 2019. NACIONALIDAD: Estados Unidos-Reino Unido-China. DIRECCIÓN Y GUION: Quentin Tarantino. MONTAJE: Fred Raskin. DIRECCIÓN DE FOTOGRAFÍA: Robert Richardson. INTÉRPRETES PRINCIPALES: Leonardo DiCaprio, Brad Pitt, Margot Robbie, Emile Hirsch, Margaret Qualley, Timothy Oliphant, Julia Butters, Austin Butler, Dakota Fanning, Bruce Dern, Mike Moh, Luke Perry, Damian Lewis, Al Pacino, Nicholas Hammond, Lena Dunham, Lorenza Izzo, Costa Ronin, Damon Herriman, Maya Hawke, Dreama Walker, Kurt Russell, Zoë Bell, Michael Madsen, Perla Haney-Jardine, Brenda Vaccaro. DURACIÓN: 161 minutos. PÁGINA WEB OFICIAL: https://www.facebook.com/OnceInHollywood/.

CALIFICACIÓN: 

Desde que Quentin Tarantino debutara en 1992 con Reservoir Dogs hasta que en 2015 estrenara Los odiosos ocho, su obra ha recorrido un arco de gran amplitud en el que hemos podido ir puliendo las impresiones iniciales que generaban sus films (que se podían prestar a la ambigüedad) y hemos llegado a constatar que sus sucesivas películas estaban unificadas por una serie de elementos que han ido adquiriendo firmeza y precisión.  Así, la tradicional asociación de su obra a una estilización y exaltación de la violencia (lo cual ha dado lugar a toda una legión de seguidores que han imitado la apariencia superficial de su estilo) ha ido transmitiendo, de modo cada vez más patente, una mirada crítica al espíritu y las ideas subyacentes a un conjunto de actitudes caracterizado por la agresividad, el odio y la utilización de la fuerza como método de solución de cualquier problema (algo que quedó claro en el discurso de David Carradine a Uma Thurman en el desenlace de Kill Bill. Vol. 2 – 2004– o en el final de Los odiosos ocho, con la canción “There Won’t Be Many Coming Home” de Roy Orbison como banda sonora de fondo a un recital de muerte y sangre). Del mismo modo peculiar con que Tarantino siempre narra sus historias, en sus films ha habido una tendencia creciente a reforzar a los personajes femeninos, a convertir a las mujeres en heroínas y a empoderarlas otorgándoles una fuerza y una capacidad de iniciativa que las convierten en dueñas de sus destinos. Desde Jackie Brown (1997), con una deslumbrante Pam Grier capaz de trazar un enrevesadísimo plan con el que consigue engañar tanto a gangsters como a policías, pasando por Kill Bill, con una Uma Thurman logrando vengarse de la atroz agresión física cometida contra ella el día de su boda, hasta llegar al trío de Death Proof (Zoë Bell, Rosario Dawson y Tracie Thoms), derrotando y humillando a un psicópata y machista Kurt Russell en una frenética carrera automovilística, Tarantino ha sabido reformular y reinventar con originalidad y audacia los tradicionales roles femeninos. Finalmente, lejos de pretender retratar la realidad, el director estadounidense ha buscado siempre plasmarla a través del filtro de distintos géneros cinematográficos. Como quedó claro en el final de Malditos bastardos (2009), Tarantino no aspira a contar los hechos tal como fueron o pueden llegar a ser en el día a día cotidiano sino a ser completamente libre en su narrativa empleando el molde del cine de género entendido en un sentido muy amplio, en un abanico que va desde el noir más tradicional hasta el cine de artes marciales o el spaghetti-western, intentando extraer hasta del cine más denostado o infravalorado la esencia cinematográfica más valiosa, capaz de revivir y de demostrarse útil en el séptimo arte de nuestra época. Ahora, que nos llega su novena película, Érase una vez en… Hollywood, un film que tiene, precisamente, al cine como centro de su argumento, este último aspecto de su obra tiene una relevancia especial y trascendental.




Lo primero que hay que decir de Érase una vez en… Hollywood es que es completamente diferente a cualquier otro título de la filmografía de Tarantino pero, al mismo tiempo, es absolutamente fiel a las ideas e imaginario del director. Que ningún espectador piense que se va a encontrar con algo parecido a una película de violencia inusitada como Reservoir Dogs o Pulp Fiction, a un film de acción tipo Kill Bill, Malditos bastardos o Django desencadenado o a una pieza de cámara similar a Los odiosos ocho. Parece que, del mismo modo que Pulp Fiction buscaba romper la narrativa cinematográfica imperante con una propuesta novedosa e inclasificable, Tarantino quiere hacer nuevamente la misma jugada con una historia de estructura insólita y desarrollo absolutamente inesperado (algo que no tendría por qué desconcertar si tal ímpetu y empuje no estuviera en contradicción con las palabras del director nacido en Tennessee de que esta va a ser su penúltima película). Si la primera vez que vimos Pulp Fiction no sabíamos muy bien a qué atenernos y solo el paso del tiempo ha logrado paliar y matizar la original sensación de estupor, algo parecido nos va a suceder cuando llegue el desenlace de su último film: pensaremos que vamos a tener que rebobinar todo lo que hemos visto durante los 160 minutos anteriores para llegar a una conclusión satisfactoria sobre la película y su trama argumental. No se dejen engañar con la afirmación de que Érase una vez en… Hollywood tiene como trasfondo la muerte de Sharon Tate a manos de la banda liderada por Charles Manson. Es una verdad tan a medias que podemos afirmar que es completamente mentira aunque, efectivamente, Sharon Tate y Charles Manson tengan presencia destacada en el relato. Más bien, la historia gira en torno a un actor (Leonardo DiCaprio), que ha hecho de pistolero en una serie de televisión ya cancelada y que, ahora, está de horas bajas, y a su mejor amigo (Brad Pitt), que es, a su vez, su doble de acción. Los intentos de DiCaprio por hacer remontar su carrera constituyen el núcleo de la película y el mismo acaba desembocando en la gran sorpresa que el film encierra y que, una vez que llega el desenlace, es toda una lección de cine y una reivindicación personal del propio Tarantino.




Es en dicho desenlace donde Tarantino se muestra absolutamente fiel a su imaginario como director y donde quiere transmitir algo que es toda la esencia de su obra. Porque en él realiza una apología clara y descarada del cine como el arte de la evasión, de la creación de realidades paralelas o alternativas; una defensa sin ambages del cine de género, aunque sea de serie B o de serie Z, para aportar ideas frescas, válidas y novedosas al séptimo arte cuando el mismo parece estar pasando por fases de abulia o decadencia; y, para terminar, una explicación contundente de las claves de su cine y una justificación nítida y cristalina de las intenciones de toda su filmografía. Si ustedes ven la cabecera de Cine Arte Magazine, verán que en ella hay una frase del crítico de cine francés André Bazin: “El cine es el sustituto de la forma en que deseamos ver el mundo”. Érase una vez en… Hollywood viene a ser la plasmación cinematográfica perfecta de dicha frase. Porque esta película, detrás de su cobertura imprecisa y, en muchos momentos, indefinida, acaba escondiendo una recreación de aquello que pudo ser y no fue, de lo que pudo haber sucedido pero no sucedió. Y, como mensaje subyacente al contrafactual propuesto, sobrevuela la idea de refutar la que está considerada como una de las últimas etapas doradas de Hollywood, aquello en que se vino a llamar “New Hollywood” y que supuso la aparición de directores como Robert Altman, George Lucas, Francis Ford Coppola, Martin Scorsese, Michael Cimino y la filmación, en los años 70, de películas que aunaban potencial comercial, calidad artística y profundidad filosófica (una etapa sobre la que hay tres libros fundamentales que la explican, tanto en sus orígenes como en su desarrollo: Moteros tranquilos, toros salvajes de Peter Biskind, El estudio. Un año en el infierno de la Fox de John Gregory Dunne y Los fabulosos años del New Hollywood de Ángel Comas). Una etapa que nació como consecuencia de que el cine estadounidense se vio invadido por la realidad y tuvo que dar cuenta de ella, hecho que, sin duda, se vio alimentado por el asesinato de Sharon Tate a manos de la banda de Charles Manson. Moteros tranquilos, toros salvajes empieza, precisamente, con el siguiente párrafo: “9 de febrero de 1971, las seis y un minuto de la mañana. Unos coches desperdigados, los faros apenas visibles en la oscuridad que precede al amanecer, acababan de lanzarse a las autopistas mientras los primeros trabajadores de la periferia se tomaban, con cara de sueño, un café en vasos de Styrofoam y escuchaban las primeras noticias del día. Se esperaba una máxima de veintiún grados centígrados. El juicio de los Manson, ya visto para sentencia, aún despertaba el interés de la ciudad de Los Ángeles. De repente, la tierra empezó a temblar con violencia…”. Tras el cruel crimen, el seísmo, como señal de que una revolución estaba a punto de comenzar. Pero, incluso antes, en el apartado de “Agradecimientos” del libro se puede leer: “Hollywood es una ciudad de fabuladores. La gente que habita aquí se gana la vida creando ficciones, fábulas que se niegan sistemáticamente a quedarse limitadas a la pantalla y que se extienden a la vida cotidiana de los hombres y mujeres que se consideran protagonistas de la película de su propia vida” (el subrayado es nuestro). No puede estar más claro que el “New Hollywood” estaba relacionado con la interacción entre cine y realidad. El último film de Tarantino protesta contra esta visión del séptimo arte y viene a defender un cine puro, el arte por el arte, el cine por el cine, podríamos decir al modo del romanticismo y los primeros vanguardistas. Y, lo que es pura provocación, cabe deducir de esa premisa dos tesis altamente polémicas y controversiales: 1) Que es en el cine de género donde se halla ese cine puro e insobornable. 2) Que ha sido él, Tarantino, el que ha sabido recuperar la esencia de todo un conjunto de películas olvidadas e infravaloradas e incorporarla al mainstream cinematográfico durante las últimas tres décadas para salvarlo del tedio y la falta de esplendor. Y, así, casi elevado a categoría de dios, Tarantino puede cambiar el curso de la historia y el destino de las personas para proponer un nuevo rumbo a los hechos y a los acontecimientos. Porque, cuando se trata de cine, no importa lo que la realidad dicte sino lo que el fabulador sueñe.


TRÁILER DE LA PELÍCULA:


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