TÍTULO: Touch Me Not (No me toques). TÍTULO ORIGINAL: Touch Me Not. AÑO: 2018. NACIONALIDAD:
Rumanía-Alemania-República Checa-Bulgaria-Francia. DIRECCIÓN, GUION Y MONTAJE:
Adina Pintilie. DIRECCIÓN DE FOTOGRAFÍA: George Chiper. MÚSICA ORIGINAL : Ivo Paunov y
Einstürzende Neubauten. INTÉRPRETES PRINCIPALES: Laura Benson, Tómas Lemarquis,
Christian Bayerlein, Grit Uhlemann, Hanna Hofmann, Irmena Chichikova, Seani
Love. DURACIÓN: 123 minutos. PÁGINA WEB OFICIAL: http://www.goodfilms.es/catalogo/touch-me-not-no-me-toques/. ENLACE EN FILMIN: https://www.filmin.es/pelicula/touch-me-not.
“Vivo todos los días con mi
cuerpo y no lo conozco”. Esta contundente frase (llena, por otra parte, de
verdad) representa el punto de partida conceptual de este inclasificable film
que demuestra igual de contundencia en su plasmación y desarrollo. Touch Me Not (No me toques) ganó el Oso
de Oro del Festival de Berlín de 2018, lo cual significa que ha tardado más de
un año en llegar a las salas comerciales de nuestro país. Tras verlo,
comprendemos el motivo de la tardanza y resulta fácil de explicar. Igualmente,
comprendemos por qué el jurado del certamen berlinés decidió concederle el
máximo galardón aunque ello ya no es tan sencillo explicarlo como tampoco es
sencillo resumir la trama y argumento del film. Sí podemos decir, de entrada,
que no es esta una película apta para todo tipo de espectadores ya que su
acercamiento a la sexualidad, tanto
desde el punto de vista de la identidad sexual como de la obtención de
placer sexual como de la búsqueda de la opción sexual individual, se aleja de
cualquier planteamiento convencional, optando por un enfoque radical y
transgresor que puede perturbar, incomodar y desconcertar. Touch Me Not (No me toques) es un film que se adentra en
territorios inexplorados, en espacios para los que no existe narrativa canónica
aceptada y, por tanto, a la vez que somos testigos de la búsqueda de los
personajes, somos, también, testigos del esfuerzo de la directora, la rumana
Adina Pintilie, en encontrar el camino para narrar una historia que puede
extraviarse en su propia falta de referentes y antecedentes, en la ausencia de
brújulas para llegar a fronteras y límites raramente alcanzados en el séptimo
arte.
Los personajes que van
articulando las distintas tramas de Touch
Me Not (No me toques) se alejan de cualquier patrón estándar y cada uno de
ellos, en su rabiosa individualidad, son símbolo de la lucha solitaria para
buscar el camino y la forma de vida que lleven a la satisfacción y a la
autorrealización. Sobrevuela en la película la intuición de que, precisamente por
la diferencialidad de estos personajes (por la “otredad”, si quisiéramos
utilizar una expresión del pensamiento posmoderno), es porque adquieren la
conciencia de que es necesario conocer el propio cuerpo para poder controlar la
propia vida, llegándose a producir la paradoja de que es, posiblemente, el
personaje que tiene un grave problema de discapacidad quien logra estar más a
gusto con su propio cuerpo y quien disfruta más de su sexualidad.
Touch Me Not (No me toques) bucea en los caminos del
sadomasoquismo, de la transexualidad, del voyeurismo,
de la sexualidad no estandarizada como vía de autodescubrimiento y lo hace sin
caer en el morbo o en el sensacionalismo sino con una mirada que, en todo
momento, combina la curiosidad con la prevención y la cautela, el querer saber
más con el respeto hacia las personas que han elegido una senda que la mayoría
de la sociedad ignora, rechaza o desprecia. Y en esta exploración, Touch Me Not (No me toques) se
convierte, conscientemente, en una película incompleta, demediada en la que uno
de sus personajes principales no aparece nunca: el interlocutor puramente
retórico de la directora, esa figura a la que Adina Pintilie no identifica (¿quién
puede ser?¿la pareja?¿el padre?¿la madre?) y a la que no le puede mostrar el
film que está rodando por el miedo que ella siente hacia su reacción y hacia lo
que llegará a pensar de ella. Esta relación de temor y tensión se convierte en
la viga maestra de la estructura de la película al actuar de símbolo de todos
los obstáculos que tienen que enfrentar quienes se apartan de las formas de
vida convencionales.
Touch Me Not (No me toques) tiene un tono similar al de las
películas más radicales de David Lynch, Jesús Franco o Brian de Palma: en todo
momento, parece una película ingrávida, con una trama permanentemente en
suspenso, asemejando un castillo de naipes que, en cualquier momento, se puede
caer pero que va adquiriendo una misteriosa solidez que la directora sabe
cerrar trazando un círculo que no nos da respuestas pero que logra suscitarnos
muchas preguntas que, seguramente, no nos habríamos planteado antes de ver el
film. Extraña, misteriosa, desconcertante, perturbadora, Touch Me Not (No me toques) es uno de los títulos más peculiares
del cine de los últimos años, destinado a convertirse en film de culto y, por
tanto, a suscitar filias y odios tan intensos como las propias experiencias que
la película muestra.
TRÁILER DE LA PELÍCULA:
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