TÍTULO: Green Book. TÍTULO ORIGINAL: Green Book. AÑO: 2018. NACIONALIDAD: Estados
Unidos. DIRECCIÓN: Peter Farrelly. GUION: Nick Vallelonga, Brian Hayes Currie y
Peter Farrelly. MONTAJE: Patrick J. Don Vito. DIRECCIÓN DE FOTOGRAFÍA: Sean
Porter. MÚSICA ORIGINAL: Kris
Bowers. INTÉRPRETES PRINCIPALES:
Viggo Mortensen, Mahershala Ali, Linda Cardellini, Sebastian Maniscalco,
Dimiter D. Marinov, Mike Hatton, P. J. Byrne, Joe Cortese, Maggie Nixon. DURACIÓN:
130 minutos. PÁGINAS WEB OFICIALES: https://www.greenbookfilm.com/, https://www.universalpictures.com/movies/green-book
y https://www.facebook.com/Greenbookmovie/. ENLACE EN FILMIN: https://www.filmin.es/pelicula/green-book.
Cuando la historia de un país se
ha prolongado ya por varios milenios, existe la tendencia casi obligada a dejar
pasar por alto o poner en un segundo plano multitud de hechos, circunstancias y
referencias que, en caso contrario, serían inabarcables. Sin embargo, para un
país como Estados Unidos, que nació en 1776, cualquier evento o circunstancia (sea el tiroteo en O.K. Corral, la apertura del puente de Brooklyn, el
concierto de Woodstock, la muerte de Kurt Cobain o la victoria más importante
de Joe di Maggio) adquiere fácilmente la categoría de hito trascendente. Por
ello, una película como Green Book,
localizada en 1962, es decir, en una etapa clave en la historia norteamericana
reciente, con John Fitzgerald Kennedy en la presidencia, recién concluida la
crisis de los misiles de Cuba y con la lucha por los derechos civiles y la
Guerra Fría en sus puntos álgidos, está, inevitablemente, plagada de
referencias de todo tipo, manifiestas algunas, invisibles muchas, que, lejos de
limitarse a construir un mero retrato histórico, buscan deliberadamente
encontrar su eco en el presente, explicándonos lo que hoy ocurre en función de
lo que sucedió en el pasado.
La primera referencia, aparentemente
oculta pero descaradamente visible, es un famoso artículo de Norman Mailer publicado
en 1957 por la revista Dissent y titulado
“El negro blanco. Reflexiones superficiales sobre el hipster”. Hay muchos pasajes que podemos extraer del artículo que
ayudarían a la plena comprensión de Green
Book pero bastan estos dos para dejar reflejadas algunas ideas esenciales: “Cualquier
negro que desee vivir tiene que hacerlo de manera peligrosa desde el primer
día, y no hay para él experiencia accidental, ningún negro puede pasear
tranquilamente por alguna calle con alguna certeza real de que no lo asaltará
la violencia antes de terminar su paseo. Los emblemas de la seguridad para el
blanco medio – la madre y el hogar, el empleo y la familia– no son siquiera una
burla para millones de negros: son directamente imposibles”. “Una sociedad
totalitaria presenta grandes exigencias al valor de los hombres, y mayores aún
son las que presenta una sociedad parcialmente totalitaria, pues en esta es
mayor la ansiedad general. Si se quiere ser un hombre , a menudo el coraje que
requiere casi cualquier tipo de acción
no convencional es desproporcionado. (…) Por eso no es asombroso que en
determinadas ciudades de Estados Unidos, como por ejemplo – y naturalmente–
Nueva York, así como en Nueva Orleans, Chicago, San Francisco y Los Ángeles,
ciudades norteamericanas similares a París o México D.F., esa parte específica
de una generación se sintiera atraída por lo que el negro tenía que ofrecer. En
sitios como Greenwich Village tuvo lugar un ménage
à trois, pues el bohemio y el delincuente juvenil se encontraron cara a
cara con el negro (…). Y en esta boda del blanco y el negro, fue éste quien
aportó la dote cultural”. Es decir, que, por encima del
factor estrictamente racial, había factores socioculturales que podían hacer
que personas pertenecientes a distintas razas se sintieran identificadas entre
sí y el elemento que podía hacer que coincidieran era su conciencia de ser los
desfavorecidos del sistema.
Y si hablamos de Mailer y de los hipsters de la época, no podemos menos
que reparar en que Green Book es una road movie, con ese viaje por carretera,
que reconstruye una historia realmente sucedida, en el que un italo-americano,
Tony Vallelonga, alias Tony Lip,
magistralmente interpretado y caracterizado por Viggo Mortensen (aunque, más
que interpretar, cabe decir que el actor da vida a su personaje),
conduce (y protege) a Don Shirley, un virtuoso pianista de raza negra
(Mahershala Ali), en su complicada gira por las tierras del Sur (el profundo
Sur, el Deep South) de Estados
Unidos. Y no podemos dejar de encontrar en la historia, con dos caracteres
completamente antagónicos que, en su viaje casi iniciático, acaban sintiendo el
uno por el otro una compleja fascinación, un eco de En la carretera de Jack Kerouac y de su encuentro sorprendido y
tumultuoso con las tierras estadounidenses.
Y aun podemos ver, sobre todo
cuando en una de las últimas secuencias contemplamos cómo el personaje de
Mahershala Ali deja al de Viggo Mortensen en el portal de su casa mientras
aquel se aleja con su coche, que también está presente en Green Book la sempiterna influencia de ese clásico fundacional que
es Centauros del desierto (1956) de
John Ford, esa odisea en que unos tienen una Ítaca a la que volver mientras que
otros no tienen hogar posible de regreso. El desenlace de la película, sin
embargo, acaba siendo un giro (parcial) en contra de esa idea que había
parecido querer deslizar en la mente del espectador pero, en realidad, es un
sutil guiño hacia su discurso sobre el presente, discurso que, posiblemente,
sea la intención oculta de Green Book.
Porque, en esa relación compleja
entre chófer y jefe (algo que no es la primera vez que vemos en el cine, ahí
están la británica El equívoco – 1973–
de Alan Bridges o Paseando a Miss Daisy –
1989– de Bruce Beresford para demostrarlo) y en la complicidad final que
encuentran (lo cual es el núcleo esencial de la última secuencia del film) se
refleja simbólicamente la alianza de grupos sociales que sostuvo
tradicionalmente al Partido Demócrata desde la década de los 60 y que se partió
en dos en las elecciones presidenciales de 2016. Y, quizás, nadie mejor que el
director Peter Farrelly para explicarlo, ya que, aunque su filmografía parezca
estar orientada claramente a la comedia “gamberra” (Dos tontos muy tontos – 1994–, Vaya
par de idiotas – 1996–, Algo pasa con
Mary – 1998–, Yo, yo mismo e Irene –
2000–, Amor ciego – 2001–, Pegado a ti – 2003–, Matrimonio compulsivo – 2007–, Dos tontos todavía más tontos – 2014–), al
estar, por ello, alejado de la “élite” cinematográfica, le convierte en el
perfil ideal para afrontar la cuestión desde un punto de vista libre de prejuicios
y de intereses propios derivados de su posición dentro del sistema.
Si, probablemente, los personajes
de Don Shirley y Tony Vallelonga o, si lo prefieren, los arquetipos sociales que
representan, coincidieron en 1960 al votar a Kennedy, en 1964 al votar a
Johnson, en 1976 al votar a Carter, en 1992 al votar a Bill Clinton y en 2008
al votar a Obama, en 2016, todo fue distinto. Si muchos que eran como Don
Shirley votaron seguramente a Hillary Clinton, muchos que eran Tony Vallelon votaron
con toda probabilidad a Donald Trump. Green
Book, además de retratar de forma certera el espíritu de una época
fundamental en la historia de Estados Unidos, explica sutilmente los motivos de
la ruptura comentada y, en una secuencia en la que el personaje de Mahershala
Ali contempla a los jornaleros de su misma raza, que trabajan duramente bajo la
luz del sol, como personas completamente ajenas a él, se muestra con nitidez la
raíz fundamental del problema: la brecha insalvable que siempre ha existido
entre la élite liberal y las clases trabajadoras que, siendo aliados de
conveniencia durante medio siglo, dejaron de serlo en cuanto las circunstancias
(esto es, la crisis económica de 2007) pusieron de manifiesto la divergencia de
intereses existente entre ambas.
Y, para acabar la reseña, si quieren escuchar cómo tocaba en realidad Don Shirley, antes del tráiler de la película les enlazo cuatro vídeos con algunas de sus piezas musicales:
TRÁILER DE LA PELÍCULA:
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