TÍTULO: Al otro lado del viento. TÍTULO ORIGINAL: The Other Side of the Wind. AÑO: 2018.
NACIONALIDAD: Estados Unidos-Francia-Irán. DIRECCIÓN: Orson Welles. GUION: Orson
Welles y Oja Kodar. MÚSICA ORIGINAL: Michel Legrand. MONTAJE: Orson Welles y
Bob Murawski. DIRECCIÓN DE FOTOGRAFÍA: Gary Graver. INTÉRPRETES PRINCIPALES: John Huston, Oja Kodar, Peter Bogdanovich, Susan
Strasberg, Norman Foster, Robert Random, Lilli Palmer, Edmond O’Brien, Mercedes
McCambridge, Cameron Mitchell, Paul Stewart, Gregory Sierra, Henry Jaglom, Paul
Mazursky, Dennis Hopper, Curtis Harrington, Claude Chabrol, Stéphane Audran.
DURACIÓN: 122 minutos.
Una vez que has dirigido Ciudadano Kane, ¿qué cabe hacer?¿Repetirse
o indagar caminos nuevos? Está claro que Orson Welles (al igual que hizo
Francis Ford Coppola tras realizar las dos partes de El padrino) eligió la segunda opción. Tanto El cuarto mandamiento (1942), como La dama de Shanghai (1947), Macbeth
(1948), Otelo (1951), Mister Arkadin (1955), Sed de mal (1958), El proceso (1962), Campanadas
a medianoche (1965), Una historia
inmortal (1968) o Fraude (1973)
fueron sucesivos intentos de exploración y búsqueda por no repetir las claves
de su colosal éxito artístico inicial y buscar nuevas formas y medios
expresivos. Posiblemente, lo hubiera tenido más fácil si hubiera realizado
sucesivas imitaciones de su obra maestra pero, habiéndola realizado ya,
prefirió conservar su libertad creativa y transitar las vías más arriesgadas y
atrevidas para lograr resultados nunca antes alcanzados.
Solo desde esta perspectiva es
posible comprender Al otro lado del
viento, uno de sus muchos proyectos inacabados que, en 2018, ha podido ver
la luz gracias a Netflix. Una compleja historia (tal como se cuenta en el
documental Me amarán cuando esté muerto –
2018 – de Morgan Neville, el cual acompaña a la película en la mencionada
plataforma de pago), en la que se mezclan las financiaciones exóticas a las que
Welles tuvo que acogerse para poder llevar a cabo el film con la creciente
obsesión perfeccionista del director con el laberinto judicial final, llevó a
que Al otro lado del viento permaneciera
inédito hasta nuestros días.
Si, para realizar Ciudadano Kane, Welles vio más de una
treintena de veces La diligencia (1939)
de John Ford, en el caso de Al otro lado
del viento la referencia es, claramente, el cine más vanguardista e
innovador que se realizó en los años 60. En ambos casos, Welles ni copia ni
imita, sino que se inspira en el lenguaje cinematográfico más avanzado
existente para poder ir un paso más allá. Existiendo en Al otro lado del viento dos niveles narrativos (por un lado, la
historia de un afamado director, interpretado por John Huston, que organiza una
fiesta para proyectar por primera vez su última película; por otro, la propia película
cuyo desarrollo vemos conforme tiene lugar su accidentada proyección), en el
primero se detecta la influencia del estilo documentalista de la Escuela de
Nueva York (con John Cassavetes a la cabeza) y de los puntos de vista más
heterodoxos de la nouvelle vague y
del cine latinoamericano de vanguardia (por ejemplo, Glauber Rocha), mientras
que en el segundo se observa el influjo de los intentos por hacer un cine
anarrativo pero con un intenso poderío visual (el Antonioni de Zabriskie Point podría ser, en este
sentido, una referencia válida).
Sin embargo, el resultado final
(al igual que sucedió en Ciudadano Kane)
nada tiene que ver con los referentes que se pudieron tener en cuenta. En
primer lugar, porque el planteamiento de cámara al hombro que se utiliza para
grabar la fiesta se lleva hasta sus últimas consecuencias, con una
planificación multicámara que, sorprendentemente, parece anticipar muchos de
los proyectos más radicales de los últimos años (por ejemplo, Open Windows – 2014 – de Nacho
Vigalondo) y que transmite, mucho mejor que cualquier línea de guion al uso, el
caos en que los personajes se hallan sumidos. En segundo lugar, porque la
película dentro de la película prescinde completamente del elemento verbal para
convertirse en un fascinante ejercicio visual en el que caben múltiples
interpretaciones (por cierto, el hecho de que el protagonista se marche
abandonando el rodaje, ¿no recuerda a lo que sucederá, muchos años después, en El espejo – 1997 – de Jafar Panahi) y
que, por momentos, parece absorber al film principal (esa es la intención,
ahora hablaremos de este aspecto).
Temáticamente, aunque parezca
estar desconectada del resto del cine de Welles, Al otro lado del viento se mueve dentro de sus principales
obsesiones. Está la presencia de un personaje todopoderoso devorado por fuertes
contradicciones internas (aquí, el director interpretado por John Huston), está
la dupla de amigos que acaban enfrentados por una traición (aquí John Huston-Peter
Bogdanovich, como en Ciudadano Kane lo
eran Orson Welles-Joseph Cotten y en Sed
de mal Orson Welles-Joseph Calleia), está el poder del relato que se acaba
imponiendo sobre la realidad (de ahí lo que decíamos de que la película dentro
de la película parecía absorber a todo el film) y, sobrevolando toda la
narración, la puesta en cuestión de los grandes mitos de la cultura y sociedad
estadounidenses.
Posiblemente, Al otro lado del viento no sea una de
las obras maestras de Welles y, además, tampoco podemos saber si el montaje realizado
es el que el genial director hubiera llevado a cabo de haberlo podido culminar.
Pero lo que sí podemos afirmar es que se trata de una espléndida película que
supone un curioso caso de vanguardia retrospectiva, es decir, que en ella están
presente muchos rasgos de estilo que en las décadas siguientes fueron
frecuentes pero que, a la altura de la década de los 70, resultan sencillamente
deslumbrantes. De haberse estrenado cuando correspondía, hubiera supuesto un shock cuyo impacto en el séptimo arte,
por desgracia, ya nunca sabremos cuál hubiera podido llegar a ser.
FOTOGRAMAS DE AL OTRO LADO DEL VIENTO
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