(Este artículo fue publicado originalmente en la revista digital Cine Contexto el 10 de octubre de 2018)
Posiblemente, si revisáramos las cifras de espectadores y recaudación en esos años, no acabaríamos de identificar la magnitud del problema. Porque es cierto que siempre ha habido grandes producciones, surgidas de la mano, normalmente, de alguna de las grandes cadenas de televisión, que han acabado siendo grandes éxitos de taquilla. Pero no es menos cierto que, para las producciones medianas y pequeñas, fue un período en que se convirtió casi imposible o, como mínimo, heroico y milagroso, poder salir adelante. Pero, dentro de ese ambiente prácticamente de luto, sucedió un fenómeno sorprendente: del modo que fuera, contra viento y marea, y recurriendo a cualquier tipo de forma de exhibición posible, se empezaron a hacer películas que, a partir de la libertad que surgía de haber reducido a su mínima expresión los recursos económicos invertidos, arriesgaron en sus temas, en sus planteamientos y en sus estéticas. Fue la explosión del llamado cine low cost o, también, cine de guerrilla (existen y tenemos dudas sobre su denominación exacta), que intentaba hacer de la necesidad, virtud (no es que ese tipo de cine no existiera antes o no siguiera existiendo después – ahí está la serie sobre Las películas heroicas que tenemos en nuestra revista –, pero no es menos verdad que durante ese período el fenómeno adquirió una ebullición sorprendente). Fueron los años de Diamond Flash (2011) de Carlos Vermut, de Mapa (2012) de León Siminiani, de Summertime (2012) y Faraday (2013) de Norberto Ramos del Val, de La tumba de Bruce Lee (2013) de Julián Génisson, Lorena Iglesias y Aaron Rux, de Pixel Theory (2013) de Alberto Carpintero, Mar Delgado, Esaú Dharma, David Galán Galindo, Pepe Macías, Juanjo Ramírez Mascaró y Pablo Vara, de Todos tus secretos (2014) de Manuel Bartual, de Sueñan los androides (2014) de Ion De Sosa, de Berserker (2015) de Pablo Hernando y de las películas surgidas en torno al manifiesto #littlesecretfilm, como Manic Pixie Dream Girl (2013) y #Realmovie (2013) de Pablo Maqueda, Los desórdenes sentimentales (2013) de Ramón Alfonso, Pepón es guay (2013) de Norberto Ramos del Val, La pájara (2013) de Jimina Sabadú, Undo infinito (2013) de Álex Mendíbil, Desmadre en la noche de la quietud (2013) de Pablo Vázquez, KILN (2013) de Héctor García Barnés, Anfibia (2013) de Hugo Álvarez Gómez, Cinema verité, verité (2013) de Elena Manrique, Working Progres (2013) de Roland de Middel… Esta ola llegó a otras producciones que, en principio, no podrían adscribirse a esta tendencia pero que, bien, eligieron vías de distribución radicalmente diferentes como Carmina o revienta (2012) de Paco León, – que se arriesgó a, de forma simultánea, estrenar en cines, lanzar el DVD y permitir el visionado en plataformas online – bien se atrevieron a realizar propuestas decididamente minimalistas como 10.000 Km. (2014) de Carlos Marques-Marcet o el documental O futebol (2015) de Sergio Oksman. Incluso, Gonzalo García-Pelayo, que llevaba más de veinte años sin ponerse detrás de una cámara, estrenó en esos años Alegrías de Cádiz (2013)...
Carátula del DVD de La lava en los labios. Junto a él, imagen de su director Jordi Costa. Como ha decidido pasar por "fallecido" en la edición del DVD, hemos decidido darle a la foto un aire espectral.
Hubo un momento, en torno a los
años 2011-2015, en el que toda una convergencia de factores llevó a dudar de la
supervivencia del séptimo arte español: la crisis económica, la caída del
número de espectadores que iban a las salas de cine, medidas como la subida del
IVA en el precio de las entradas y la reducción de las partidas públicas para
subvenciones y la disminución de los presupuestos disponibles para los nuevos
proyectos cinematográficos generaron un clima de profundo pesimismo en la
industria… De hecho, la primera vez que cubrí el Festival de Málaga, en el año
2012, en la primera rueda de prensa del certamen, que correspondió a The Pelayos de Eduard Cortés, las
primeras palabras que pude oír, pronunciadas por uno de los productores de la
película, Loris Omedes, fueron: “Este es el canto de cisne del cine español”.
Esa es la sensación que reinaba para un horizonte inmediato que parecía
dibujarse con tintes bastante oscuros.
Posiblemente, si revisáramos las cifras de espectadores y recaudación en esos años, no acabaríamos de identificar la magnitud del problema. Porque es cierto que siempre ha habido grandes producciones, surgidas de la mano, normalmente, de alguna de las grandes cadenas de televisión, que han acabado siendo grandes éxitos de taquilla. Pero no es menos cierto que, para las producciones medianas y pequeñas, fue un período en que se convirtió casi imposible o, como mínimo, heroico y milagroso, poder salir adelante. Pero, dentro de ese ambiente prácticamente de luto, sucedió un fenómeno sorprendente: del modo que fuera, contra viento y marea, y recurriendo a cualquier tipo de forma de exhibición posible, se empezaron a hacer películas que, a partir de la libertad que surgía de haber reducido a su mínima expresión los recursos económicos invertidos, arriesgaron en sus temas, en sus planteamientos y en sus estéticas. Fue la explosión del llamado cine low cost o, también, cine de guerrilla (existen y tenemos dudas sobre su denominación exacta), que intentaba hacer de la necesidad, virtud (no es que ese tipo de cine no existiera antes o no siguiera existiendo después – ahí está la serie sobre Las películas heroicas que tenemos en nuestra revista –, pero no es menos verdad que durante ese período el fenómeno adquirió una ebullición sorprendente). Fueron los años de Diamond Flash (2011) de Carlos Vermut, de Mapa (2012) de León Siminiani, de Summertime (2012) y Faraday (2013) de Norberto Ramos del Val, de La tumba de Bruce Lee (2013) de Julián Génisson, Lorena Iglesias y Aaron Rux, de Pixel Theory (2013) de Alberto Carpintero, Mar Delgado, Esaú Dharma, David Galán Galindo, Pepe Macías, Juanjo Ramírez Mascaró y Pablo Vara, de Todos tus secretos (2014) de Manuel Bartual, de Sueñan los androides (2014) de Ion De Sosa, de Berserker (2015) de Pablo Hernando y de las películas surgidas en torno al manifiesto #littlesecretfilm, como Manic Pixie Dream Girl (2013) y #Realmovie (2013) de Pablo Maqueda, Los desórdenes sentimentales (2013) de Ramón Alfonso, Pepón es guay (2013) de Norberto Ramos del Val, La pájara (2013) de Jimina Sabadú, Undo infinito (2013) de Álex Mendíbil, Desmadre en la noche de la quietud (2013) de Pablo Vázquez, KILN (2013) de Héctor García Barnés, Anfibia (2013) de Hugo Álvarez Gómez, Cinema verité, verité (2013) de Elena Manrique, Working Progres (2013) de Roland de Middel… Esta ola llegó a otras producciones que, en principio, no podrían adscribirse a esta tendencia pero que, bien, eligieron vías de distribución radicalmente diferentes como Carmina o revienta (2012) de Paco León, – que se arriesgó a, de forma simultánea, estrenar en cines, lanzar el DVD y permitir el visionado en plataformas online – bien se atrevieron a realizar propuestas decididamente minimalistas como 10.000 Km. (2014) de Carlos Marques-Marcet o el documental O futebol (2015) de Sergio Oksman. Incluso, Gonzalo García-Pelayo, que llevaba más de veinte años sin ponerse detrás de una cámara, estrenó en esos años Alegrías de Cádiz (2013)...
Pues bien, dentro del proyecto
#littlesecretfilm, el crítico Jordi Costa (gran experto, además, en todo el mundo de la cultura alternativa y underground, como demuestra su libro Cómo acabar con la contracultura, recientemente publicado) realizó dos películas: Piccolo grande amore (2015) y La lava en los labios (2013). La
primera, un homenaje (muy personal y peculiar) a la canción italiana y la
segunda, un melodrama que es un auténtico (y delirante) festín para cinéfilos en el que los cruces
y homenajes a toda una serie de referencias cinematográficas (unidas por un
hilo muy concreto, del que hablaremos en este artículo) se articulan a través
de una historia sumamente original: Bonita Sepúlveda (interpretada por la
actriz María José Gil), hija de un crítico de cine ya fallecido, Julio Sepúlveda, queda impactada, sin saber por qué, al ver en el cine una película
de la realizadora Adriana Duval (interpretada por la actriz Ana Bettschen). A
partir de ahí, investigará en el pasado (que se revelará común) de su padre y de
la directora para averiguar los motivos (inconscientes) de dicho shock. Aprovechando la edición en DVD de
La lava en los labios, hemos
entrevistado a su realizador para que nos hable del momento en que surgió la
película, de sus claves y del contenido (más que cuidado) del DVD que salió a la venta el pasado 19 de septiembre. Esperamos que la conversación les resulte
interesante y atractiva.
CINE CONTEXTO: En función del momento en que se realiza La lava en los labios, en los que hubo
una fuerte explosión del cine que vamos a llamar low cost, ¿es una película que, a lo mejor, no se hubiera podido
realizar 2-3 años antes o 2-3 años después o, en todo caso, no hubiera tenido
la repercusión que tuvo?
JORDI COSTA: Bueno, no sé si hubiera tenido la repercusión que
tuvo, aunque no sé realmente si tuvo demasiada repercusión, pero después sí que
hubiera sido posible. La película es el resultado de un momento en que parecía
que las herramientas para hacer cine de repente se han democratizado y surgen
una serie de herramientas digitales que permiten, por ejemplo, improvisar
prácticamente la realización de un largo de un modo que antes no hubiera podido hacerse.
Normalmente, se consideraba la realización de un corto como puerta para acceder
a la industria y este era un camino que no era ni fácil ni dinámico. Entonces,
de repente, empiezan a surgir ejemplos que demostraban que con una cámara y con
ganas se podía hacer algo con cierta cara y ojos. A mí, lo que hizo decidirme
fue, precisamente, el manifiesto #littlesecretfilm que fue una cosa que se le
ocurrió a Pablo Maqueda. A mí, me llegó por correo electrónico su convocatoria.
Si no me hubiera llegado ese e-mail, probablemente nunca hubiera dirigido nada.
En ese momento, lo vi posible y lo hice. Yo también creo que no tengo ni
paciencia ni tampoco estoy preparado para rodar o levantar una producción en
términos más convencionales. El proyecto #littlesecretfilm te permitía hacer
una producción como tú querías sin tener que negociar con productores ni con
mercados ni nada. Nos lanzamos a hacerlo y es verdad que, en esos años, se
vivió un cierto esplendor de esa posibilidad. Pero no es menos cierto que al
ser difícil que estas cosas tengan la visibilidad deseada o, como mínimo, que haya
medios no para que puedas ganar dinero con ellas sino, al menos, recuperar la
mínima inversión realizada pues imagino que muchos nos fuimos desalentando. A
mí, el término cine low cost tampoco
me gusta demasiado porque creo que es, de alguna manera, un espejismo.
Realmente, estas películas eran, de hecho, como fanzines, que se hacían con muy poco dinero pero, en cambio, en mi caso yo
estaba detrás de las cámaras haciendo de director y probablemente no soy un
director real, en cambio los actrices y actores que tuve sí que eran actores
reales. En el caso de Piccolo grande amore, no cobró nadie pero en el de La
lava en los labios fue un precio simbólico que, en cualquier caso, no se correspondía con la
profesionalidad del trabajo invertido. Supongo que el hecho de que luego no
hubiera un circuito hizo que todo esto se quedara un poco en una moda efímera
pero la posibilidad sigue estando ahí.
CINE CONTEXTO: Por lo que dice, tampoco se planteó en ningún momento
disponer de más medios para hacer la película, ¿no? Quiso realizarla con los
condicionantes que marcaba el manifiesto #littlesecretfilm…
JORDI COSTA: Sí, exacto. Un amigo mío, Álex Mendívil, que hizo dos
películas dentro del manifiesto, que me parecieron muy brillantes, Undo infinito y Estado de regresión, tenía una manera de definir lo que hacíamos
muy interesante, que le recojo un poco el testigo y la idea: que lo que
estábamos haciendo no eran realmente películas sino los borradores de las
películas que nos gustaría hacer. Probablemente, era eso. Yo nunca me preocupé
demasiado por la ejecución técnica aunque en La lava en los labios (en relación a Piccolo grande amore) sí había un intento de hacer más cosas: jugar
con las localizaciones, de intentar extraer algo de estilo a los pocos medios
que teníamos, pero siempre asumiendo que eran películas muy precarias y que,
por el hecho de ser tan precarias, también eran muy libres. No teníamos que
satisfacer a un productor y no nos preocupaba si había o no un mercado detrás
de eso.
Carátula del DVD de La lava en los labios. Junto a él, imagen de su director Jordi Costa. Como ha decidido pasar por "fallecido" en la edición del DVD, hemos decidido darle a la foto un aire espectral.
CINE CONTEXTO: Entrando ya propiamente en la película, hay en ella una
figura que no aparece en ningún momento pero que es un protagonista más, que es
el personaje de Julio Sepúlveda, un crítico de cine. No voy a hacer la pregunta
tópica de si es un alter ego de
usted, vamos a evitarla, pero ¿en qué medida comparte usted la opinión de este
crítico cuando afirma que el cine que realmente merece la pena es el cine que
trata sobre el inconsciente?
JORDI COSTA: Sí, totalmente. Piccolo
grande amore y La lava en los labios son
películas de crítico, de crítico de cine que juega con referencias, que juega
con el tipo de cine que le gusta que lo
mezcla y que juega con ello. En La lava
en los labios hay mucho de lo que yo pienso sobre el cine. Vivimos en una
era en la que, de repente, hacer este tipo de película, que es reivindicar el
espíritu del underground, es un
intento de rebelión ante un momento en el que lo que parecía que se valoraba
era la buena ejecución técnica, la profesionalidad… Vivimos en una
cinematografía en la que se percibe como un gran triunfo que un director
español ruede una película como Jurassic
World 2, por ejemplo, que es una película muy bien hecha y muy solvente en
sus términos pero, para mí, no encarna la idea de libertad creativa que
asociarías con un director joven como Bayona. Pero eso empieza con el modelo
Amenábar, porque a mí no me parecía que eso fuera un modelo deseable: el
cineasta muy joven que, de repente, hace una cosa que está muy bien ejecutada técnica
y profesionalmente pero en la que detectas una cierta impersonalidad, no
detectas la libertad o el espíritu de fiesta que podías encontrar en las
primeras películas de Almodóvar o en el cine de Carles Mira, ese cine un poco
en los márgenes que surgió en los años previos a la Transición y durante la
Transición. En La lava en los labios,
defender todo un cine del inconsciente, en el que la racionalidad no tiene
cabida, y después jugar con una estructura de guion que no tiene nada que ver
con lo que en los últimos años se entiende con una buena estructura de guion
(tres actos perfectamente delimitados, un arco dramático de personajes de
redención o de cierre del relato), todo eso está ahí y forma parte de mi
pensamiento como crítico de cine. Y, después, claro, ese factor de crítico de
cine está muy presente en el juego de referencias. En la película, son muy
importantes las referencias al mundo de Jesús Franco, a las películas que hizo
Robert Aldrich con mujeres, como La
leyenda de Lylah Clare, El asesinato
de la hermana George, Canción de cuna para un cadáver o ¿Qué fue de Baby Jane?, todo eso
mezclado con El año pasado en Marienbad y
otras cosas que me gustaban… Entonces, la película se puede ver como un
catálogo de cosas que a mí me han gustado como espectador y como crítico y de
defensa del cine que a mí más me gusta que es el que no se atiene a unos
códigos más o menos racionales, ordenados y pautados. Pero, por otro lado, lo
de alter ego, no lo es porque nunca
me he enamorado perdidamente de una actriz de cine fantástico ni he tenido los
percances dramáticos y trágicos por los que pasa Julio Sepúlveda, que es la
gran figura ausente de la película…
CINE CONTEXTO: Ha hablado de las referencias cinematográficas que
aparecen en la película, que era la siguiente cuestión que iba a plantear. La lava en los labios es un festival de
referencias y, además, se puede tirar del hilo de cada una de ellas. Aparece
Alain Resnais y el año pasado en
Marienbad, aparece Hitchcock (a partir de que su silueta aparece en esa
película francesa), aparece la actriz Bonita Granville,
por su personaje de la detective Nancy Drew...
Un guiño para los cinéfilos lectores de Fotogramas
es que Terenci Moix tenía entre las actrices que le caían más simpáticas
precisamente a Bonita Granville…
JORDI COSTA: Eso no lo sabía. Pero me parece interesante y bonito,
justamente. Porque Terenci Moix representa un ejemplo de cinefilia también muy
marcada por lo pulsional y lo pasional. Terenci Moix, como mitómano, no hacía
distinciones jerárquicas entre alta cultura y baja cultura, entre cine popular
y cine de prestigio… Entonces, en ese sentido, me parece interesante, me gusta
incluso, que Terenci Moix tuviera esa fijación por Bonita Granville.
CINE CONTEXTO: Otras referencias que también se pueden encontrar son
las del cineasta portugués Miguel Gomes, hay explícitamente un homenaje a una
escena de una de sus películas. Y, en su momento, cuando vi la película por
primera vez, detecté tres directores que me parece que son las que influyen más
en La lava de los labios. Uno, lo ha
mencionado: Almodóvar. Además, la escena cumbre de la película es muy
almodovariana. Jesús Franco, no solo por el homenaje que se le hace a Soledad
Miranda, sino también por la forma en que está realizada la película. Y como
una referencia invisible, creo que está David Lynch. ¿Es posible?
JORDI COSTA: Sí, sí, claramente. Todas las referencias que has
dicho están en la película. La de Miguel Gomes igual es la más subterránea
porque había una escena de Tabú que
me gustaba mucho y te inspiras en escenas para construir otras escenas. Pero,
claro, para mí, Lynch es el gran cineasta de la contemporaneidad y mi película
está muy lejos de a lo que llega Lynch pero es la gran referencia. Está
Almodóvar. A mí, Almodóvar me gusta mucho y quería trasladar el imaginario de
Almodóvar para definir el personaje de Adriana Duval que es un poco Marisa
Paredes en Tacones lejanos. Y fíjate
que en todos los directores (Gomes, Hitchcock, Resnais, Almodóvar, Franco,
Lynch) hay una apuesta por lo dionisíaco y lo incontrolable y por las
cuestiones del deseo, la pasión… En el fondo, son directores muy distintos pero
en todos hay una base de melodrama que, en el fondo, es uno de los géneros que
está más pegado al inconsciente porque siempre acaba hablando del deseo y de
los obstáculos para cumplir y satisfacer ese deseo.
De arriba abajo, María José Gil, Ana Bettschen y Eva Llorach, tres de las actrices de La lava en los labios, cuyos personajes acabaremos descubriendo que están unidos por un hilo muy especial
De arriba abajo, María José Gil, Ana Bettschen y Eva Llorach, tres de las actrices de La lava en los labios, cuyos personajes acabaremos descubriendo que están unidos por un hilo muy especial
CINE CONTEXTO: Cuando la película se realizó, se divulgó por internet,
tal como establecía el manifiesto #littlesecretfilm, y, al cabo de un tiempo,
desapareció, hasta ahora que se ha editado en DVD. No sé si ver en ello un
homenaje a la cinefilia original porque, cuando no existía ni la televisión, ni
el vídeo doméstico, ni el DVD, ni la posibilidad de ver una película online, el
espectador veía la película y ya no tenía la posibilidad de volver a verla si
no se proyectaba en una sala de cine, quedaba solo en su memoria. ¿Había esa
intención o el motivo era otro?
JORDI COSTA: Pues la verdad es que no lo pensé pero también me
parece interesante y bonita esa lectura. Yo hice dos películas. Una sigue
colgada en abierto en Vimeo, que es Piccolo
grande amore, y en La lava en los
labios participó en la producción parcialmente Calle 13, que la emitió en
su canal y la tuvo disponible en internet durante tres meses… Una vez que se
acabó la emisión a través de Calle 13, yo decidí retirarla para romper un poco
la idea de que el cine low cost, el
cine digital, o como quieras llamarlo, tiene que ser de acceso gratuito.
Hicimos esta película, la enseñamos durante el tiempo que se pactó enseñarla y
la retiré pensado que igual había la posibilidad de recorrer un circuito de festivales,
no la hubo (yo tampoco lo intenté demasiado) y, al cabo de cinco años, hemos
decidido sacarla en edición especial en DVD que es una manera de poder darle
acceso, no se vende a un precio prohibitivo, para quien le pudiera interesar.
Nos hemos preocupado en incluir extras y hacer una edición interesante por sí
misma. Pero el hecho de retirarla fue por la idea de hacer un pequeño acto de
rebeldía frente a la cultura del todo gratis. La cultura no es completamente
gratuita. Ha habido aquí un tiempo y un esfuerzo de todo un equipo de actrices,
de diseñadores de producción, de músicos, de montador, director de fotografía,
etc., etc. Era un gesto de respeto hacia todo el trabajo involucrado.
CINE CONTEXTO: Creo que hay que hablar del trabajo de las actrices.
Todas ellas están estupendas, teniendo en cuenta que, o bien afrontan
personajes complejos, bien tienen escenas bastante complicadas. Ana Bettschen y
María José Gil tienen que afrontar unos personajes arriesgados. Belén Riquelme y
Eva Llorach cantan una canción completa. Eva Llorach, además, tiene una escena
muy fuerte. Eva Marciel baila en la película. Rocío León nos tiene que hacer
recordar a Soledad Miranda, que son palabras mayores… ¿Qué nos puede decir del
trabajo de todas ellas?
JORDI COSTA: Si me preguntas si la película está bien o mal, no
estoy seguro, pero de lo que sí estoy seguro es del trabajo de todas y cada una
de las actrices. La mayoría había trabajado en Piccolo grande amore, salvo Belén Riquelme y Rocío León que se
incorporan en La lava en los labios.
Ana Bettschen y María José Gil son actrices que me resultan muy cercanas. Son
amigas. Yo las conozco porque son madres de alumnos que van al mismo colegio
donde van mis hijos. Son dos actrices con una experiencia teatral bastante
amplia y actrices capaces de aplicar el background
teatral, que era algo que también tienen Belén Riquelme, Eva Marciel y Eva
Llorach… A mí, me parecía indispensable ese background
dadas las condiciones en las que rodábamos, hacía falta alguien que tuviera
capacidad de improvisación y que tuviera eso que tiene la actriz de teatro: que
fuera capaz de reaccionar ante algún problema. Cada personaje tenía su
dificultad. María José Gil, como Bonita Sepúlveda, tenía que sufrir mucho. Era
el personaje que más sufre en la película. Y tiene poca ocasión de rebelarse. Y
yo creo que ella transmite toda esa inocencia, esa bondad, esa fragilidad…
Enfrentada a una Ana Bettschen que aquí tiene que ser una especie de Cruella de
Vil o bruja maléfica. Además, sofisticada. Cuando, en la escena final, ella
toma las riendas y dice ese monólogo donde se atan todos los cabos, mientras lo
rodábamos yo me decía: “!Qué pena no poder estar viendo esto como actor de
teatro sin preocuparme de si se rueda bien o se rueda mal!”. Porque era,
realmente, un placer. En el caso de Eva Marciel, en su elección influyó una
broma ya que ella interpretó el papel de Isabel Pantoja en Mi gitana. Me gustaba tenerla haciendo un papel de flamenca. Eva es
todo carisma, espontaneidad… Pero, además, su personaje tiene una doblez:
porque es el personaje que se utiliza para involucrar a Bonita. Eva consiguió
transmitir perfectamente esas dos vertientes. En el caso de Belén Riquelme, tenía
que hacer la canción principal y, para mí, era muy importante que en esa
canción que abría la película todos los espectadores se quedaran como
absolutamente embelesados por el poder de Belén Riquelme y creo que ella lo
hizo muy bien. Ella tenía experiencia en el teatro musical y eso era lo
importante. Belén era una actriz que yo la seguía a distancia, la había visto
en cortos, sabía el teatro que había hecho en Valencia y la vi en otro
#littlesecretfilm, Los desórdenes
sentimentales de Ramón Alfonso, y, de repente, cuando la vi en el monólogo final
de la película,
yo quería a Belén Riquelme por todos los
medios. Yo me dije: “Esta mujer es un tesoro”. En La lava en los labios hace un papel que, realmente, son dos: cuando
está dentro de la ficción dirigida por Adriana Duval y cuando hace un personaje
que es casi de El crepúsculo de los
dioses. Dos mujeres distintas. Lo hace muy bien. Eva Llorach tenía el
personaje con el giro más dramático de la película. Yo le dije a Eva: “Tienes
que interpretar a una chica del que se pudiera enamorar cualquiera”. Tenía que
ser alguien alegre, carismático y seductor sin avasallar. Alguien a quien te querrías
llevar a casa. Y, de repente, cuando llega el clímax, tiene que mostrar una
potencia mucho más trágica que supo transmitir con toda la fuerza necesaria. Eva Llorach es una actriz
que no sé si es del método pero que acaba somatizando sus personajes. Y la
verdad es que lo pasó bastante mal con el personaje y durante el rodaje. Y
todos los conflictos que ella tiene a la hora de asumir un personaje difícil,
luego son gratificaciones que quedan en la pantalla. Porque ella no acepta un
papel a no ser que crea firmemente en ese personaje. Y eso le lleva a veces a
pasarlo mal. Durante el tiempo del rodaje, estuvo bastante en tensión. Y Rocío
León tenía el papel espectral. Una figura también ausente aunque sí la vemos, a
diferencia de Julio Sepúlveda. Ahí la referencia clara era Soledad Miranda con
un toque de Lina Romay, que ella se parece un poco a una joven Lina Romay. Y la
verdad es que la imagen de Rocío León y la manera de saber transmitir esa
especie de atracción sonámbula de los personajes femeninos de Jesús Franco
quedó francamente bien. La verdad es que me gustaría seguir dirigiendo para
poder seguir trabajando con estas actrices. Es lo más divertido. Bueno, es lo
más divertido pero no te puedes relajar porque no puedas verlas como espectador
porque estás en la tensión del rodaje. Pero es uno de los mayores placeres de
rodar películas: ver de cerca cómo se construye un personaje desde la interpretación.
Porque aunque la historia era mía, en los #littlesecretfilm la creación es,
realmente, colectiva y los guiones están firmados por todos los actores y
actrices.
Belén Riquelme, Eva Marciel y Rocío León completan el sexteto de actrices que forman el reparto de La lava en los labios
CINE CONTEXTO: ¿Cómo debería el espectador enfrentarse a la
película?¿Como un juego que podría no tener final nunca y en el que debería dejarse
llevar?¿O como un mecanismo del que sí cabría desentrañar su explicación?
JORDI COSTA: Básicamente, como un juego. La película, en realidad,
responde a todas las preguntas que pudiera hacerse el espectador. Pero sí es
verdad que la primera vez que se ve no todo aparece claro porque la información
se dosifica y aparece desordenada. Lo que pasa es que me parece muy pretencioso
decir que es una película para verla más de una vez. Pero yo necesitaba
juguetear con el material para no aburrirme. En la película, está todo
explicado. Creo que, incluso, demasiado explicado. Lo que sucede es que la
estructura de la película está pensada para desorientar. Para que el espectador
vaya poco a poco descubriendo cosas. Igual, visto con distancia, podría pensar
que, si yo hubiera tenido más habilidad, o lo supiera haber hecho mejor, habría
sido capaz de transmitir esa idea de desorientación sin que fuera necesaria una
revisión de la película. Pero no tengo aún el dominio narrativo como para poder
hacer eso. Pero hay que tomársela como un juego porque es una película que
busca entretener y ser una especie de pasatiempo de un crítico de cine.
CINE CONTEXTO: La edición del DVD está muy cuidada. Tiene muchos
extras, audiocomentario de las actrices, un libreto que simula ser un número
del Fotogramas. Incluso, tiene una
ouija para poder hablar con el director “fallecido”. Posiblemente, La lava en los labios sea la única en el
mundo cuya edición en DVD tiene una ouija… ¿Qué nos podría decir de esta
edición para quien estuviera interesado en adquirirla?
JORDI COSTA: Bueno, es que, para reproducir un poco el juego de la
película, en la propia edición del DVD, yo, como director y como crítico de
cine, he decidido desaparecer de la edición, del mismo modo que Julio Sepúlveda
es la figura ausente de La lava en los
labios. Solo se me puede invocar a través de la ouija. Se puede considerar que,
con ello, se sigue el juego narrativo de la película y, también, que, como
director de cine, igual yo también he muerto. Es una edición póstuma. No creo
que vuelva a dirigir. Ojalá que vuelva a dirigir pero es probable que no. Como
en el reparto solo hay mujeres, queríamos que eso se reprodujera en los extras.
Entonces, hay cinco piezas de material extra: hay un vídeo-ensayo de Andrea
Morán Ferrés, una presentación de Eulalia Iglesias, una review (Fuertecita) de
Isa Calderón, una presentación de Valeria Vegas y un cortometraje o experimento
llamado Cráter de Lorena Iglesias,
junto al audiocomentario de las actrices un texto crítico de Beatriz Martínez
en el libreto. La idea es que diversas mujeres creadoras, con las que yo creo
que tengo cierta afinidad o simpatía, hicieran su propia lectura de la
película. Valeria Vegas lo ha llevado al terreno del falso cotilleo, del
cotilleo fake. Isa Calderón ha hecho
un videoclip que resume el argumento de la película y que a mí me parece
fascinante. Andrea Morán ha hecho un ensayo visual detectando diversas
referencias. Eulalia Iglesias y Beatriz Martínez hacen una lectura crítica desde
el punto de vista de la crítica feminista. Y Lorena Iglesias aporta un corto que multiplica los enigmas que ya existían en La lava en los labios. Eso es lo que encontrará el
comprador aparte de la película. Puedo decir que yo no he controlado el
contenido de ninguno de los extras pero, en cambio, soy un feliz espectador de
todos ellos. Tengo que decir que, de la edición del DVD, se ha ocupado
Dimensión Blástica, y, en concreto, Bally Valdivieso y Bárbara García, que han
hecho muy buen trabajo.
Algunos detalles de
la muy cuidada edición en DVD de La lava
en los labios
CINE CONTEXTO: Le iba a preguntar si iba a hacer más películas pero ya
me ha dicho que no.
JORDI COSTA: Sí, ya lo he dicho. Ojalá que sí pero no. Tenía
pensada una tercera película en la que el protagonista ideal (y lo digo en
serio) hubiera sido Pedro Sánchez, pero desde que es presidente no creo que
esté por la labor de actuar en el cine amateur.
CINE CONTEXTO: Es decir, que un efecto colateral de la moción de
censura contra Rajoy es que no vamos a poder ver la tercera película de Jordi
Costa. Bueno, pues toca la última pregunta, que es la misma para todos los entrevistados
en estos primeros pasos de nuestra revista: ¿Qué le pedirían a una nueva
revista de cine que se ponga en marcha y que no ofrezcan las que ya existen?
JORDI COSTA: Le pediría, sobre todo, que sirva para dar visibilidad
a un relevo generacional porque yo creo que siempre necesitamos nuevas voces
críticas y que las nuevas voces críticas se atrevan a romper con los lugares
comunes que tenemos los críticos más “viejos”, por así decirlo. Creo que todo
medio nuevo con voces nuevas siempre es interesante y creo que todavía queda
mucho por hacer. Como lector de crítica de cine, y yo soy bastante vicioso
lector de crítica de cine, os leeré, claro.
Como habrán podido comprobar,
hemos tratado mucho más temas aparte de la película en sí: del cine low cost, digital o amateur en España (habrá que seguir pensado hasta dar con la
denominación buena), sobre el cine del inconsciente, sobre las alternativas que
tienen ante sí los nuevos realizadores… Pero
tampoco nos hemos quedado cortos a la hora de hablar sobre La lava en los labios: hemos desbrozado su bosque de referencias,
hemos profundizado en el espléndido trabajo de sus seis actrices y hemos
desgranado el contenido de su deliciosa edición en DVD… Esperamos que hayan
disfrutado de la conversación.
Para terminar, les invitamos a
que disfruten de la canción de Caterina Casselli Il magazzino dei raccordi, cuya versión en español cantan en La lava en los labios Belén Riquelme y
Eva Llorach:
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