Se tiende a pensar que lo
dramático, lo solemne, lo cargado de severidad y profundidad proporciona mayor
capacidad para reflejar una sociedad, un momento histórico, una mentalidad
colectiva que lo humorístico, lo ligero o lo aparentemente intrascendente. Sin
duda, se trata de un gran error. La idiosincrasia de un grupo humano se refleja
igual de bien o, a veces, mucho mejor en aquello por lo que ríe que por aquello
por lo que llora o sufre. De hecho, los motivos del padecimiento humano apenas
varían de un extremo a otro del mundo. Sin embargo, al chiste que funciona en
un lugar determinado puede costarle mantener su condición a más allá de mil
kilómetros de distancia (a veces, incluso menos). Todos compartimos el dolor (y
hasta cabría pensar que una experiencia amarga vivida junto a otros sirve para
reforzar vínculos y afectos). Sin embargo, puede no existir mayor sensación de
soledad o extrañamiento que no reír cuando los demás lo hacen.
Por pura lógica, la evolución de
la comedia cinematográfica española, aparte de encerrar títulos de gran valor, es
un termómetro casi perfecto para apreciar los cambios que se han ido
produciendo en nuestra sociedad y, al mismo tiempo, los elementos que, para
bien y para mal, de forma invariable, siempre están presentes en ella. Recordemos
cómo Bienvenido Mister Marshall (1953)
de Luis García Berlanga nacía de la dureza de la posguerra española y la
esperanza de poder acogerse a las ayudas estadounidenses a los destruidos
países europeos; El inquilino (1958)
de José Antonio Nieves Conde y La vida
por delante (1958) de Fernando Fernán Gómez se hacían eco de los problemas
de escasez de vivienda en un momento en que las grandes ciudades empezaban a
absorber población a gran escala; Las que
tienen que servir (1967) de José María Forqué surgía de la vinculación de
España con Estados Unidos desde la visita a nuestro país del presidente
Eisenhower en 1959; La ciudad no es para
mí (1966) de Pedro Lazaga reflejaba el choque de mentalidades entre una
España urbana en auge y una España rural en retroceso; El turismo es un gran invento (1968), también de Pedro Lazaga,
nacía de la fiebre por un sector económico que pasó a ser clave en el funcionamiento
de nuestra economía; Vente a Alemania,
Pepe (1971), nuevamente de Pedro Lazaga, mostraba el momento álgido de la
emigración hacia los países más desarrollados de Europa; Tocata y fuga de Lolita (1974) de Antonio Drove, El love feroz (1974) y Colorín colorado (1975) de José Luis
García Sánchez basaban sus tramas en los cambios producidos en el seno de la
familia, los conflictos intergeneracionales surgidos de ellos y la nueva
mentalidad en torno a la sexualidad; El
divorcio que viene (1980) de Pedro Masó nos hablaba del momento en que se
produjo el cambio más importante en la historia de la regulación del matrimonio
en nuestro país (al menos hasta 2005, cuando se aprobó la posibilidad de
matrimonio entre personas del mismo sexo); Sal
gorda (1984) de Fernando Trueba, La
vida alegre (1987) de Fernando Colomo y Mujeres
al borde de un ataque de nervios (1988) de Pedro Almodóvar son
absolutamente fieles al espíritu colorista y burbujeante de los ochenta; Todos a la cárcel (1993) de Luis García
Berlanga no se recataba en atacar la corrupción que afloró a principios de los
noventa del pasado siglo; Ocho apellidos
vascos (2014) y Ocho apellidos
catalanes (2015) de Emilio Martínez Lázaro son indisociables a la
progresiva desaparición del terrorismo en el País Vasco y al surgimiento de las
tensiones políticas en Cataluña; y Selfie
(2017) de Víctor García León acababa siendo un retrato fiel del actual
momento histórico, con la desconfianza hacia el sistema político y el combate
incierto entre las distintas fuerzas ideológicas en pugna en un primerísimo
plano.
Si estos títulos tendían a
reflejar problemas y cuestiones puntuales, otros se dirigían más a los grandes pilares
de nuestro carácter e idiosincrasia, como Los
jueves, milagro (1957), Plácido (1961)
y El verdugo (1963) de Luis García
Berlanga, Amanece, que no es poco (1989)
y Así en el cielo como en la tierra (1995)
de José Luis Cuerda, La comunidad (2000),
Muertos de risa (1999) y Balada triste de trompeta (2010) de Álex
de la Iglesia, la saga de las
películas de Torrente dirigidas por Santiago Segura o La gran familia española (2013) de Daniel Sánchez Arévalo.
Toda esta introducción viene a
cuento porque el 22 de junio se estrena El
mundo es suyo de Alfonso Sánchez, protagonizada por el propio director y
quien ha sido su compañero inseparable desde hace ya un decenio, Alberto López,
una comedia que se mueve dentro de los parámetros de la comedia hispana pero
que también sabe aportar su propia personalidad. Y que, como los títulos que
hemos mencionado en los párrafos anteriores, acaba siendo un agudo escalpelo
que indaga en nuestro momento y en nuestra personalidad como sociedad.
Alberto López y Alfonso Sánchez
consiguieron hace ya diez años una gran popularidad con sus vídeos humorísticos
subidos a Youtube en los que interpretaban a personajes con rasgos muy marcados
inspirados en tipos muy reconocibles de la sociedad sevillana, tanto del mundo
lumpen (“el Culebra” y “el Cabeza”)
como de la clase alta de la ciudad (los “compadres”).
Los primeros personajes mencionados protagonizarían en 2012 el film El mundo es nuestro, dirigido por
Alfonso Sánchez, y que, a partir de un intento de atraco en una sucursal
bancaria, se realizaba una ácida radiografía de la situación social tras la
crisis económica iniciada en 2007. La película se financió gracias a una
exitosa campaña de crowdfunding y
obtuvo la muy estimable cifra de 128.101 espectadores (a efectos comparativos, El artista y la modelo de Fernando
Trueba, estrenada ese mismo año, consiguió 80.832). Ahora, con El mundo es suyo, son los “compadres”
los que alcanzan el protagonismo. Ambas películas tienen la peculiaridad de
que, en relación al criterio que hemos empleado antes para dividir las comedias
en dos grupos, tienen un pie en cada uno de los dos enfoques. Porque,
levantadas a partir de la reconstrucción de cierta idiosincrasia particular del
sur de España, al mismo tiempo la actualidad ha influido en ellas de modo claro
y decisivo.
El mundo es suyo ha sido proyectada en el reciente Festival de
Málaga y su pase en la Sección Oficial nos permitió hablar con Alfonso Sánchez
y Alberto López y preguntarles por los aspectos más interesantes de la
película. Todo lo que nos dijeron fue interesante y revelador.
Los “compadres”, dos
de los personajes que hicieron populares a Alfonso Sánchez y Alberto López y
que ahora protagonizan El mundo es suyo
EL ESPECTADOR IMPERTINENTE: Los protagonistas de esta película son los
dos tipos que os hicieron populares a través de internet… Yo recuerdo que un
amigo, hará cosa de diez años, me enseñó un vídeo vuestro, en el que
interpretabais a los “compadres”, y cuya idea central era algo así como que
“los que son señores no van a Ikea a comprar muebles”… Entre ese año y este,
habéis realizado El mundo es nuestro y
ahora es el turno de El mundo es suyo…
Que la primera película fuera protagonizada por el “Culebras” y el “Cabeza” y
esta por los “compadres”, ¿era el orden que queríais seguir?¿Fue como surgió
debido a las circunstancias?
ALFONSO SÁNCHEZ: No, no, no… Era el orden que queríamos seguir. Y
lo teníamos muy claro. Y, por supuesto, valoramos que el orden fuera el
contrario porque, después del éxito que habían tenido los cortos y los
personajes que habíamos creado, los que más tirón habían tenido habían sido los
“compadres”. Entonces, por aclamación popular, lo lógico hubiera sido empezar
con ellos. Pero nosotros teníamos muy claro que queríamos seguir el mismo orden
en que fueron creados, darles la relevancia que debían tener en su momento a
“el Culebras” y a “el Cabeza” y contar esa historia porque era necesaria en ese
momento, entre el 2008 y el 2012, año en que se estrenó, porque era la historia
que había que contar en ese preciso instante, de esa manera y de esa forma. Y,
después, dar el siguiente paso, que también estaba pensado, que era la historia
de los “compadres”… Podíamos haber seguido con “el Culebras” y “el Cabeza”, por
lo bien que habían funcionado, y rescatarlos del Océano Atlántico, pero no,
ahora tocaba Rafa y Fali y, en ese sentido, somos bastante fieles a nuestro
planteamiento. Igual que hemos guardado los personajes y los hemos sacado
cuando había que sacarlos, estos nos los llevan pidiendo desde 2009 (imagínate
las veces que nos los han pedido) para publicidad, para ponerlos en otras
películas y nosotros siempre hemos dicho lo mismo: “Hay que esperar a su
momento”. Y su momento ha llegado. Y ha llegado aquí en Málaga. Y por fin los
hemos sacado del baúl y se los hemos regalado al público.
EL ESPECTADOR IMPERTINENTE: ¿Cómo han evolucionado en El mundo es suyo los rasgos y caracteres
de ambos personajes?¿Hay una ruptura clara?¿Los han exacerbado?¿Hay una
continuidad?
ALBERTO LÓPEZ: Hay una continuidad en sus reflexiones de cómo ven
las cosas, y creo que lo que aquí nos vamos a encontrar es que los vamos a ver
desde otro punto de vista porque, ya no se limitan a hablar, sino que les vemos
a hacer más cosas, conocemos su entorno, los vamos a ver operando de otra
manera, los vamos a ver frente a problemas… Antes, estábamos acostumbrados a
verlos en un plano-secuencia, hablando un poco de lo mismo, en una misma
dirección… Y, al abrir su mundo, esa evolución nos va a hacer ver aspectos de
ellos que antes no eran visibles.
ALFONSO SÁNCHEZ: Son dos personajes bastante inclasificables.
Ponerles etiquetas a Rafa y a Fali es bastante complicado. Porque se escapan
por las rendijas. Son personajes en los que su ética y su estética van por
lugares distintos. Quizás, porque no se sabe muy bien si pertenecen o no al
mundo en el que se mueven. Si os fijáis bien, ninguno de los dos pertenece a
ese mundo… Uno es un arribista que se ha metido en él porque ha dado un
braguetazo a través del sexo y el otro quiere ser algo en ese mundo pero no lo
es, porque es un muerto de hambre que no tiene donde caerse muerto…
ALBERTO LÓPEZ: Es decir, son dos intentos fallidos de elevarse
socialmente. Son dos pícaros, realmente.
Imagen de El mundo es suyo en la que aparece
Alfonso Sánchez
EL ESPECTADOR IMPERTINENTE: Son dos pícaros, dos personajes que es
frecuente verlos en ciertos ambientes de Andalucía…
ALFONSO SÁNCHEZ: Yo creo que no exclusivamente en Andalucía. Yo
recuerdo, por ejemplo, al personaje de Dustin Hoffman en Cowboy de medianoche… Tienen bastante que ver con mi personaje, el
de Rafi. Es un “liante” neoyorquino con otra estética y otro rollo pero tienen
muchísimo en común… Si ese personaje hubiera nacido en Andalucía, a lo mejor se
comportaba igual que lo hace el mío… De hecho, hay otro personaje muy parecido
en la película El traje de Alberto
Rodríguez, que lo hace Manuel Morón, y, para mí, es un poco el “cowboy de
medianoche” español… Pero, precisamente, porque coge esa raíz del personaje, es
el pícaro, es “el Buscón”, es el “Lazarillo”, es esa tradición del buscavidas
que arranca en el Siglo de Oro, tras la conquista de América y España se vuelve
el país más rico del mundo y Sevilla se convierte en la Nueva York de la época…
Entonces, hoy por hoy, ha sobrevivido la esencia de lo que ocurrió y que yo
creo que es lo que hace tan especial Sevilla… Está muy bien retratado por
Alberto Rodríguez en la serie La peste…
Y esos personajes están ahí. Yo creo que de eso son herederos nuestros
personajes, más que de, por ejemplo, de una tendencia política determinada,
tienen más profundidad…
De izquierda a
derecha y de arriba abajo: Estatua dedicada a Lázaro de Tormes en Salamanca;
portada de El Buscón de Quevedo en
editorial Cátedra; Dustin Hoffman y Jon Voight en Cowboy de medianoche de John Schlesinger; Jimmy Roca y Manuel Morón
en El traje de Alberto Rodríguez.
Toda una tradición picaresca que se prolonga por más de cuatro siglos…
EL ESPECTADOR IMPERTINENTE: ¿Qué aprendisteis en El mundo es nuestro que hayáis puesto en práctica en El mundo es suyo?
ALBERTO LÓPEZ: El amor por la profesión, el amor por la artesanía…
El respeto por una profesión al fin y al cabo artística aunque haya un objetivo
comercial y un objetivo de negocio… Y lo que hemos aprendido es seguir el
patrón de responsabilidad, el patrón de seriedad a la hora de trabajar… De
seguir con el compromiso.
EL ESPECTADOR IMPERTINENTE: Os veo juntos y os veo como un dúo
artístico tan perfectamente integrado que me cuesta ver a Alfonso sólo como
director… Los compañeros de Aurora Boreal y yo lo hemos comentado y os vemos
algo así como el espíritu de lo que era la pareja Jack Lemmon-Walter Matthau…
ALBERTO LÓPEZ: Realmente, somos un tándem, por ejemplo, a nivel de
producción…
ALFONSO SÁNCHEZ: Muchísimas gracias por lo que has dicho. Esa es la
intención.
ALBERTO LÓPEZ: Bueno, la intención… Eso es lo que la gente ve.
ALFONSO SÁNCHEZ: No quiero decir que nos queramos parecer a ellos
sino que queremos usar su esencia, trabajar de la misma manera. Realmente,
somos dos cómicos que trabajamos, no somos dos humoristas, no somos un dúo
cómico… No, somos dos actores que la vida nos ha juntado para hacer películas
y, en ese sentido, es verdad que nos complementamos: uno es moreno, el otro es
rubio; Alberto es Jack Lemmon, evidentemente, y yo soy Walter Matthau, ja, ja,
ja… De hecho, En bandeja de plata de
Billy Wilder tiene mucho que ver con esta película. Mi personaje es el “liante”
y Alberto es el personaje que sufre al “liante”…
El humor se basa,
muchas veces, en estructuras paralelas. A la izquierda, una imagen de El mundo es suyo. A la derecha, una
imagen de En bandeja de plata de
Billy Wilder.
EL ESPECTADOR IMPERTINENTE: ¿Qué aprendió el director de El mundo es nuestro que lo haya puesto
en práctica en El mundo es suyo?
ALFONSO SÁNCHEZ: El director ha aprendido lo que no quiere más en
su vida después de El mundo es nuestro.
Yo no quiero volver a hacer una película como hice esa. El sufrimiento personal
y el vértigo de dejarte la vida a ese nivel, de verte en la tesitura de perder
amigos, perder familia, perder pareja, perder dinero, verte en la ruina, y todo
apostártelo por una carta es muy emocionante pero yo creo que se hace una vez
en la vida y a una edad determinada. Yo ya descubrí que no quería hacer eso y,
quizás, por ese motivo, he tardado seis años en volver a dirigir otra película
porque tenían que darse las circunstancias de que la pudiéramos hacer en otras
condiciones… Era muy difícil el cóctel que queríamos juntar. Queríamos hacer
una película estándar, queríamos hacerla desde Sevilla, además, con una
financiación que cubriera lo que tiene que tener mínimamente una película y,
además, que fuera una película que se hiciera con plena libertad creativa y
que, además, estuviera garantizada su distribución y su visibilidad. No hemos
querido hacerla hasta que ha llegado el año de 2017, 2018 y han aparecido
Sacromonte Films, Warner Bros. España, Atresmedia, Movistar y los grupos
financieros que han empujado el proyecto de forma privada (recordemos que esta
película está hecha sin ningún tipo de dinero público, de subvención, es
totalmente privada) y, además, es un nuevo modelo de financiación de cine que
es presente pero que yo pienso que va a ser el futuro del cine gracias a las
nueves leyes del sector y a los incentivos fiscales… Hasta que no hemos
encontrado ese modelo, no nos hemos metido a hacer la película. Además, vuelvo
a repetir, con plena libertad creativa… Muchas veces, con la mala prensa que
tiene trabajar con una major, pues
para nada… Nuestra experiencia no ha sido así. Ha sido sumamente gratificante.
Y lo que hay es lo que hay. Lo que el público va a ver es lo que somos y lo que
fuimos con El mundo es nuestro.
Alberto López
interpreta en El mundo es suyo a
chico de clase social modesta que se casa con chica de clase alta pero que no
acaba de ser aceptado por su nueva familia política (Fotografía de Lorenzo Hernandez)
EL ESPECTADOR IMPERTINENTE: ¿Cómo se consigue que un guion llegue a ser
cómico?¿Desde el principio lo es?¿O es fruto de un proceso desde su escritura
hasta verlo plasmado en pantalla?
ALBERTO LÓPEZ: Hay una evolución por parte nuestra, desde que
empezamos a trabajar con 19-20-21 años, hay un desarrollo en tu técnica
interpretativa. Hay una evolución también, sin ser escritor, o sin ser
guionista, de entender los guiones, y de adecuar esos guiones a tus tiempos
interpretativos. De adecuar esas historias a tu físico, a tu status orgánico en
ese momento… Yo trabajo mucho desde lo físico. Me ha gustado mucho la danza, me
ha gustado mucho el circo, he hecho circo, he hecho danza contemporánea…
Siempre trabajo desde lo físico. Entonces, para mí la palabra y el movimiento
van muy unidos. Yo busco una comicidad entre un gesto y una frase. Y es un
trabajo que yo hago internamente en casa, casi de manera intuitiva, porque ya
está ahí previamente desarrollado, la maquinaria ya está engrasada en el texto…
A veces, acierto más: a veces, acierto menos; pero cuando el guion esté bien
escrito siempre es más fácil. Después, está el proceso de ensayos, las lecturas
de guion y va saliendo… Si en el guion está, si los mimbres están, se desarrolla
la comicidad… También tienes que ser inteligente para hacerlo y tener cautela y
no querer hacerte el gracioso, evidentemente. Si está bien escrito, siempre es
más fácil.
ALFONSO SÁNCHEZ: Para mí, la comedia es ritmo. La comedia es
básicamente ritmo Es una mezcla de ritmos que son, básicamente, contradictorios
o que no pueden ser armónicos en un momento dado. Cuando hablan de la comedia o
de las grandes comedias, toda gran comedia lleva dentro un drama y una gran
tragedia. Si tú analizas las peripecias de los personajes en nuestra película,
todos viven un drama extraordinario. Además, están poniendo en juego sus vidas.
Por un lado, Rafi desde el mismo principio de la película sabemos que la está
poniendo en juego y, en el caso de Fali, está poniendo su lugar en el mundo y
todo lo que tiene. Incluso, conociendo al suegro que tiene, también está
jugándose su pellejo. De esa desesperación, se ponen a los personajes en unas
situaciones que los llevan al límite. En el límite, ahí es donde está la
comedia. Cuando se habla, por ejemplo, del pez fuera del agua, cuando sacamos a
los personajes de su zona de confort, ahí es donde empieza la comedia, es
cuando empiezan a darse situaciones que sorprenden al espectador y que lo
desconciertan. Ahí es donde surge la risa. Yo creo que la risa es un mecanismo
de defensa del propio cuerpo humano ante el nerviosismo. Los simios, por
ejemplo, ríen cuando están muy nerviosos. Es muy curioso, ¿no? Yo creo que ahí
hay un nexo de unión y, por supuesto, además, un planteamiento que choca con la
cotidianidad. Esos personajes tienen una forma de ver el mundo que no es la
estándar. Esa forma tan estrambótica que, a veces, tiene de pensar y de
verbalizar lo que piensan y lo que sienten es lo que hace que al público le
genere la risa. Yo creo que ahí está la clave. Y ahí, es cierto, nosotros hemos
investigado en esta película, a quien sepa entrar, a quien le apetezca entrar,
hay distintos niveles de humor. Está desde el humor de trazo absolutamente
grueso y que, incluso, podría considerarse, por ciertas personas, chabacano,
hasta un humor muy fino y muy sutil… Si el público se fija, hay muchos
planos-secuencia en los que están pasando cosas en primer término, pero en los
que también están pasando cosas en segundo término, e, incluso, en tercer
término, e incluso en off porque lo
hacemos mucho con el sonido… Porque, además, mi manera de dirigir es con el
oído, es una manera muy musical… Para mí, el guion es una partitura, por eso he
hablado antes del ritmo… Yo me paso mucho tiempo trabajando sentado en una mesa
y leyendo el guion, leyendo el guion, leyendo el guion… ¿Para qué? Para que
cuando el guion suene como tenga que sonar, nos levantamos de la mesa y hacemos
las puestas en escena que son mucho más sencillas de realizar porque los actores
ya conocen la partitura… Es como los músicos. Un músico que conozca su
instrumento y que conoce cómo tiene que sonar una nota, puede llegar un fin de
semana sin haber ensayado y, en un día, tocarte Peer Gynt en el Teatro Real. Porque es su oficio y lo tiene muy
trabajado. Esa forma de trabajar es la que a mí me parece más interesante.
EL ESPECTADOR IMPERTINENTE: Hay, detrás de la película, un entramado
temático que tiene mucho que ver con la cultura andaluza y el cine andaluz…
Hay, por ejemplo, un homenaje implícito a Se
acabó el petróleo (1980) de Pancho Bautista…
ALFONSO SÁNCHEZ: Sin duda.
ALBERTO LÓPEZ: Que fue la película más taquillera del cine español
hasta que llegó Torrente… Increíble.
EL ESPECTADOR IMPERTINENTE: Aparece José Luis García Cossío “Selu”, un
personaje emblemático de los carnavales de Cádiz, con todo lo que ello
conlleva… Aparece como actor Javier García-Pelayo, que es todo un clásico del
cine andaluz… Hay ecos de muchas leyendas urbanas en torno a las Vírgenes de
Sevilla… ¿Es así?
ALFONSO SÁNCHEZ: Para quien quiera verlo, hay muchísimo de lo que tú
dices en la película.
ALBERTO LÓPEZ: Pero ya no sólo hacia lo andaluz. Sino hacia lo
universal, también. Alfonso tiene esa habilidad. De globalizar lo local. Eso es
algo muy bonito. Hay referentes del cine americano, hay referentes de la
cultura popular, de historias populares… Hay referentes de cine andaluz, de
cine español… Hay miles. Hay tantas como cine que le cabe en la cabeza a mi
“compadre”.
Alfonso Sánchez y
Alberto López con José Manuel Cruz (autor del artículo) y Lorenzo Hernandez
(fotógrafo)
Como ven, no se dejen llevar por
las apariencias con El mundo es suyo.
Hay mucho trasfondo en esta película por debajo de su aparente, sólo aparente,
ligereza. Una carga crítica muy fuerte contra una determinada situación social,
un entramado narrativo muy bien elaborado y unas interpretaciones brillantes
que son fundamentales para sostener el film. Los dos protagonistas dominan tan
bien sus personajes que son capaces de jugar con ellos, de encontrarles
matices, de encontrarle nuevas vertientes y facetas y, en definitiva, hacerlos
evolucionar para que el espectador los vea como algo completamente nuevo aunque
hace diez años creyera que ya sabía todo de ellos. Está imponente Mar Saura
que, con su sola presencia, es capaz de
llenar ella sola la pantalla. Carlos Olalla, como suegro del personaje de
Alberto López, y Javier García-Pelayo, interpretando a un personaje del que no
vamos a revelar detalles, también están perfectos, con una madurez
interpretativa que da gran solidez a la película. Y sin olvidar a Mari Paz Sayago, que vuelve a interpretar a la peculiar reportera que ya aparecía en El mundo es nuestro y que hace una inteligente parodia de esos programas televisivos en directo en los que se habla mucho aunque no haya demasiado que contar... En definitiva, El mundo es suyo es una película con la
que es imposible aburrirse y que ofrece caras que, en principio, serán
inesperadas y sorprendentes para el espectador desprevenido. Pero que no lo son
para quienes sabemos todo el potencial que encierra la comedia y el cine de
humor.
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