Imagen del cortometraje Jauría
La página web es.catholic.net empieza afirmando sobre la ira que "es tan poderosa que resulta repulsiva tanto para quien la experimenta en sí mismo como para quien la advierte en otro". Pero, al mismo tiempo, distingue entre el sentimiento de ira y el pecado de ira. "Muchos católicos habían creído que el sentimiento de ira era en sí mismo pecaminoso. Ha tenido que pasar mucho tiempo hasta descubrir que es una emoción humana normal, regalo de Dios para la supervivencia física y psicológica. La Carta a los Efesios, cuando afirma: «Si se aíran, no pequen; no se ponga el sol mientras están airados... Toda acritud, gritos, maledicencia y cualquier clase de maldad, desaparezca de entre ustedes» (Ef. 4, 26-31), entiende que no es el sentimiento de ira lo que es malo, sino la conducta perjudicial o culpable que dimana de él".
Sin embargo, esta reflexión, que, con independencia de las creencias individuales de cada uno, puede ser amplia y relativamente compartida, presenta una carencia esencial, que es intentar averiguar de dónde surge el sentimiento de ira y qué condicionantes sociales y culturales provocan su aparición y la imposibilidad subsiguiente de dominarla. Porque ese es el verdadero quid de la cuestión: ¿de dónde nace nuestra cada vez más irrefrenable propensión a la violencia física, psicológica y/o verbal? Y, llegados a ese punto, todos los dedos se vuelven acusadores contra un entorno que fomenta una agresividad cada vez más intensa.
El cortometraje Jauría cuenta brillantemente una historia en la que el estallido de ira actúa, según la opinión que expusimos al principio de este artículo, como mecanismo de defensa frente a un ataque externo a tu familia. En este caso, la explosión de agresividad va asociada a una especie de "rito de paso" por el que se adquiere una madurez que no se poseía con anterioridad. El que se tenga que dar esta situación responde a unos factores de raíz social que, aunque no se profundizan en ellos, son lo suficientemente explícitos como para que lleguemos a comprender que son tan protagonistas de la historia como los propios personajes y el momento clave de sus vidas del cual somos testigos. Es decir, el escenario social es la verdadera fuente de una violencia que, siempre reprimida, acaba estallando ante cualquier giro inesperado de las circunstancias o ante un estímulo mínimamente intenso.
Imágenes del cortometraje Jauría
Dos títulos, un cortometraje y un largometraje, exploran la violencia como consecuencia de un aprendizaje adquirido en la infancia y en la juventud y que marca la personalidad ya de manera indeleble. El cortometraje Enemigos, de David Muñoz Pantiga, plantea una situación muy original: un director de recursos humanos se ve en la tesitura de tener que seleccionar o no a un antiguo compañero de colegio que, junto a otros, lo sometían a continuos maltratos y burlas.
Imágenes de Enemigos
Por debajo de su apariencia liviana, Enemigos esconde un fuerte pesimismo, ya que, en ella, la agresividad, nacida de una posición de fuerza que parece que el ser humano nunca va a dejar de aprovechar, no sólo se mantiene con carácter estructural en nuestra realidad cotidiana sino que tiende a expandirse, aunque sea con formas sutiles y sibilinas. Las magníficas interpretaciones de Luis Callejo y Carlos Chani Martín nos dejan con la impresión de que esta historia es plenamente verosímil y que nos podemos encontrar con alguna parecida a lo largo del devenir de nuestras vidas.
Tráiler de Enemigos
La mexicana Oso polar de Marcelo Tobar plantea una situación parecida sólo que, en esta ocasión, el reencuentro del estudiante antaño acosado con sus acosadores tiene lugar en una reunión de antiguos alumnos.
Oso polar pone en relación la situación de violencia sufrida a nivel personal con la violencia colectiva instalada en la sociedad mexicana y con el rígido clasismo imperante en ella. Podríamos pensar que una de las moralejas de la película sería que, en gran medida, nunca cabe hablar de una dicotomía violencia privada-violencia pública, ya que es la propia estructura social la que determina ambas, sin que quepa hacer una diferenciación tajante.
Imagen de Oso polar
Curiosamente, Oso polar es una película con un desenlace doble. Uno, duro, amargo e implacable. Y otro abierto a la esperanza. Si otros títulos no ofrecen expectativas de que la agresividad pueda experimentar un repliegue para construir una sociedad más serena y abierta, la que ofrece el retrato más pesimista es la que deja abierto un resquicio a la luz. Se ve que el tema (como sucede en más de una ocasión) no es cuestión de visión sino de actitud ante los problemas.
Tráiler de Oso polar
Finalmente, no podemos dejar de mencionar dos títulos de los que ya hablamos en esta serie a la hora de hablar de la envidia y de la avaricia, respectivamente. A la primera asociamos Versus de Demetrio Elorz. Y es que, muchas veces, la ira es fruto de otros males primarios. En este caso, la competitividad excesiva y la acumulación inevitable de frustraciones que se derivan de ella pueden llevar a un estado de ánimo con una acumulación de violencia reprimida que puede desbordarse en cualquier momento. Este sorprendente corto no hace más que ilustrar esta realidad de las que tantas veces somos testigos.
Imagen de Versus
Cuando hablamos de la avaricia, ya comentamos Los buenos demonios de Gerardo Chijona. Como también dijimos en su momento, cambiar de sistema económico y social no parece que sirva como paliativo para reducir la presencia de determinados hechos y comportamientos. Algunos de los problemas que contemplamos en la actual ciudad de La Habana y su entorno no parecen ser esencialmente distintos a los de cualquier ciudad de tipo medio de cualquier país capitalista. Ante ello, ¿dónde está la solución? A lo mejor, como mostraba Kubrick en 2001: Una odisea del espacio, quizás no tengamos que pensar en términos de sistema social, económico o político sino a nivel de mentalidades profundas, de axiomas arraigados en lo más hondo de nuestro ser que sólo podrán ser modificados asumiendo que hay que iniciar una nueva etapa, radicalmente diferente, en la evolución del desarrollo humano. ¿Tendremos que convivir inevitablemente, hasta entonces, con la ira, la agresividad y la violencia?
Imagen de Los buenos demonios
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