Imagen de No dormirás
Según la página web es.catholic.net, San Gregorio, en su XXXIII Moral, afirmaba que había cuatro manifestaciones de la soberbia:
- El creerse que el bien que posee procede de sí mismo.
- El pensar que los dones concedidos gratuitamente por Dios han sido merecidos por uno mismo.
- El jactarse de poseer lo que no se tiene.
- El despreciar a los demás, ansioso de que sólo brille el bien suyo.
Aunque pueda parecer sorprendente, los diferentes tipos de soberbia que hemos visto en películas del último Festival de Málaga (muy distintas entre ellas) guardan un sorprendente paralelismo con las enunciadas por aquel piadoso varón del siglo VI.
Desde un punto de vista cronológico, la primera película que vimos en la que la soberbia tenía un peso importante fue la cinta de terror No dormirás de Gustavo Hernández.
Belén Rueda en No dormirás
Belén Rueda da vida a una directora teatral que utiliza el método del insomnio extremo como medio para llegar a cotas artísticas desconocidas. Pero su arrogancia y su desprecio a los límites éticos en la aplicación de dicho método le llevará a consecuencias indeseadas para ella misma y para el grupo de actores al que dirige. Esto de situarse por encima del bien y del mal y de considerar el criterio propio como única directriz relevante, llegando a utilizar a los demás como meras cobayas, creo que remite al segundo tipo de soberbia descrito por San Gregorio ("el pesar que los dones concedidos gratuitamente por Dios han sido merecidos por uno mismo") y, de hecho, el antipático personaje de Belén Rueda a lo largo del film se nos muestra constantemente sobrado de sí mismo e insensible a los riesgos y peligros que surgen en el camino. Aquí, la soberbia es el camino al precipicio.
Tráiler de No dormirás
Un segundo tipo de soberbia que hemos visto en algunas películas del certamen es la soberbia del poder o soberbia de las autoridades. El caso más claro es el que aparece en Sergio & Serguéi de Ernesto Daranas Serrano. Aquí, vemos la arrogancia de los funcionarios del régimen autoritario cubano. La soberbia se transmuta en neurosis, paranoia y obsesión permanente por lo que hacen o dejan de hacer los ciudadanos y en el estar constantemente viendo peligros y amenazas contra el sistema vigente, aunque, en realidad, los mismos puedan ser puramente ilusorios. Pese a ello, los ciudadanos acaban pagando las consecuencias de la represión, en medio de un clima social y cultural estéril y asfixiante.
Imagen de Sergio & Serguéi
A pesar de la apariencia de dignidad y potestad que los funcionarios pretenden dar, su imagen final es puramente patética y acaban haciendo completamente el ridículo. Si la película de los hermanos Lumière era El regador regado, por culpa de la soberbia cabe hablar del "poder desempoderado", el primer paso, quizás, hacia su caída y su sustitución por una nueva forma de gobierno.
También hemos visto dos ejemplos de lo que San Gregorio calificó como "desprecio hacia los demás", transformado en "desprecio clasista". Así, en el largometraje Las distancias de Elena Trapé, contemplamos un ejemplo de soberbia desplegada en el seno de un grupo de amigos. En este caso, el personaje de Isak Férriz no puede ocultar su animadversión hacia el interpretado por Bruno Sevilla. La raíz de este sentimiento es que, mientras el personaje de Isak Férriz ha prosperado profesionalmente, el de Bruno Sevilla está en el desempleo y con pocas perspectivas de éxito a corto plazo. En el cortometraje Australia de Lino Escalera, un similar sentimiento clasista surge en el personaje de Nathalie Poza en relación al de Ferrán Villajosana, que interpreta al camello de la primera. Con ello vemos cómo la crisis económica de los últimos años, en vez de generar cierto sentimiento de solidaridad o comprensión hacia quienes han sufrido sus consecuencias, ha alimentado el aire de superioridad de quienes han salido airosos de ella. La soberbia deriva, de este modo, en clasismo y en deterioro social pero no es menos verdad que los arrogantes parecen que tendrán que afrontar la soledad o el aislamiento como consecuencia de su actitud. En cualquier caso, la lejanía de unos individuos respecto a otros no hará más que acentuarse.
Arriba, un plano de Las distancias de Elena Trapé. Abajo, de Australia de Lino Escalera. Dos historias que encierran a personajes marcados por su soberbia hacia los que consideran socialmente inferiores.
Finalmente, nos queda la soberbia consistente en "jactarse de lo que no se tiene". En cierto modo, eso es lo que le sucede a quien se acaba convirtiendo en el protagonista del documental uruguayo La flor de la vida, dirigido por Claudia Abend y Adriana Loeff. Quien parece haber llegado a la tercera edad en la mejor situación posible y con el estado de ánimo más optimista es quien no ha encontrado, en realidad, la paz interior y quien sigue sufriendo por sus errores del pasado.
Imagen del documental La flor de la vida de Claudia Abend y Adriana Loeff
Como se puede ver, en todos los casos parece mantenerse vivo el castigo de los dioses contra la hibris del ser humano, tal como ilustraban las tragedias clásicas griegas. El creernos superiores a los demás y el pensar que estamos por encima de las circunstancias sólo nos puede llevar a nuestra caída, caída cuya cara se mostrará oculta hasta el momento justo en que descubramos que el sentimiento que nos dominaba no era más que un buen puñado de vanidad inútil.
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