LA OTRA CARA DEL FESTIVAL DE MÁLAGA. EL FESTIVAL Y LOS SIETE PECADOS CAPITALES: 3.- LA PEREZA




Imagen de Montag

La página web es.catholics.net afirma que "la pereza es considera como la madre, engendradora y soporte de todos los vicios, e impide realizar las virtudes y valores humanos. La pereza es el pecado capital, vicio, negligencia, tedio o descuido que impide hacer las cosas que se deben hacer. Es la flojedad, el descuido, la ociosidad o la tardanza en realizar acciones o movimientos. Crea adicción, pues nunca va a menos, siempre va en aumento si no se corrige". Como ven, con independencia de que este párrafo intente delimitar los postulados de la doctrina católica sobre el tema, cualquier persona, creyente o no, estaría muy de acuerdo en la mayoría de las afirmaciones que allí se realizar. Sin embargo, no hay que pensar que la pereza sea un vicio que presente un rostro único sino que, en realidad, es multiforme. Y no sólo eso: podemos equivocar nuestros juicio a la hora de calificar a una actitud como perezosa...

Parecería que la película que, en todo el Festival, ha hablado más directamente de la pereza ha sido Memorias de un hombre en pijama de Carlos Fernández de Vigo, adaptación del cómic homónimo de Paco Roca. Sin embargo, es todo lo contrario, ya que la historia que nos cuenta esta película de animación es la de un personaje (el propio Paco Roca), que no quiere perder el tiempo en desplazamientos innecesarios cuando, en su propia casa, puede centrarse mejor en hacer su trabajo, que es dibujar cómics. Es decir, aquí, el ver continuamente a un tipo con su pijama siempre puesto no sería un indicador de alguien con reticencias al trabajo sino, más bien, lo opuesto: alguien que tiene tan clara y que siente tanta pasión por su vocación, que ocupa todo su tiempo en ella sin que la apariencia física logre distraerle.


Imagen de Memorias de un hombre en pijama. Paco Roca trabajando. Aunque sea en pijama...


Hay otras películas donde la pereza sí que ocupa un lugar central y en todas en vista con distancia, recelo y hasta con un poco de mala uva. (Parece ser que hubiéramos aprendido con aplicación la fábula de la cigarra y la hormiga). Ocurre, por ejemplo, en el cortometraje Montag de Marina Maesso. 





Protagonizado por dos treintañeros (o casi treintañeros), que parece que, todavía, lo único que tienen que hacer un lunes por la mañana es ir a un parque de skate a recordar viejos tiempos. Lo que pasa es que los pobres ya no están ni para hacer skate. Este título viene a representar a los personajes a los que, como versión contemporánea del concepto tradicional de pereza, se les denomina ninis. Es decir, aquellos jóvenes que, ni estudian ni trabajan. La situación es vista con una ironía con muy mala baba en este corto, pero, al final, los personajes reciben tal "paliza" moral que acaban siendo poco menos que entrañables.



Imagen de Montag


Otra película que también tiene una relación directa con la pereza es Desaparecer de Josecho de Linares, al menos uno de sus personajes, un opositor a funcionario público al que, en realidad, le cansa tener que estudiar un temario tan complejo y extenso.




Como sabe que no lo va a dominar por completo (o, mejor dicho, sabe que apenas va a dominarlo), en una secuencia sublime construye una especie de ruleta donde aparecen todos los temas y él y sus compañeros de piso, con Voglio vederti danzare de Franco Battiato como música de fondo, van lanzando dardos para que sea el azar el que dicte cuáles va a estudiar con la esperanza de que sea uno de ellos el que le toque en el examen. Es decir, estaríamos hablando de alguien que no es un nini aparente pero que, en el fondo, lo es.



Imagen de Desaparecer


Tanto en uno como en otro caso (bueno, realmente más en Montag que en Desaparecer), echo en falta (aunque eso quizás sería otra película distinta) por qué surgen los ninis. Como no creo en una especie de pereza generacional, habría que indagar en la existencia de un entorno poco incentivador y en el desarrollo de una cultura colectiva que no tiende a premiar el esfuerzo y el mérito. Si la consecución de cotas individuales depende, por ejemplo, de pertenecer a una determinada clase social por cuestión de nacimiento o por saber desarrollar unas relaciones sociales que ayuden a recibir favores por cuestiones de amiguismo o clientelismo político, es probable que muchos no acaben de ver claro para qué hacer un titánico esfuerzo estudiando si no se va a obtener recompensa apreciable.

La descripción de ese entorno nos la ofrece El mundo es suyo de Alfonso Sánchez, la historia de dos "compadres", dos personajes que se esfuerzan en ir dando "pelotazos" para poder dejar de trabajar y vivir de las rentas. Es decir, es un tipo de pereza vocacional que diseña grandes planes para materializarse y convertirse en realidad.




Por supuesto, para que la estrategia de los "compadres" sea posible es necesario un entorno favorable a la misma y la sociedad que describe la película está infectada por una variada panoplia de corrupciones que crea las condiciones necesarias: políticos atendiendo a su beneficio personal, influencia de grupos mafiosos extranjeros, un amiguismo crónico en el seno de la clase social dominante... No es de extrañar que en un contexto de este tipo, donde la meritocracia brilla por su ausencia, no se valore el trabajo y el esfuerzo y, en consecuencia, la pereza avance de forma sibilina pero implacable.



Imagen de El mundo es suyo


Pero, también , la rebeldía contra ese entorno y contra una concepción demasiado competitiva de la vida puede acabar en pereza. O, más bien, en melancolía, ante la inutilidad del esfuerzo realizado. Algo de eso le pasa al protagonista de la película dirigida por Pau Durà Formentera Lady, José Sacristán, un antiguo hippy que deja pasar sus días en ese rincón de las Islas Baleares, desencantado y dejándose llevar por una rutina gris y vacía.




Sin embargo, todo cambiará cuando su hija le deje a su nieto porque ella tiene que irse a trabajar a Francia. Ello supone que el veterano y desencantando hippy tenga que cambiar su visión ante la vida y no tenga otra opción que asumir unas responsabilidades que antes quería eludir. Es decir, si por cualquier circunstancia dejamos que la molicie invada nuestro día a día, siempre es posible que las circunstancias nos saquen del dulce sopor. Y es que impulsos tan atávicos y tan arraigados como, por ejemplo, el cuidado de nuestra prole puede tener mucha más fuerza y poder que la decepción ante la ausencia de cambios en el seno de la sociedad. Porque, a fin de cuentas, por encima de los grandes sueños y las rimbombantes proclamas, nuestro instinto más elemental es el que acaba guiando, con pulso firme y rectilíneo, el sentido de nuestras decisiones.



Imagen de Formentera Lady





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