LOCKE y NANA





Hoy, vamos a hablar de dos películas que se caracterizan por su minimalismo: Locke de Steven Knight y Nana de Valérie Massadian.


LOCKE (o el precio de cumplir con el deber)

TÍTULO: Locke. TÍTULO ORIGINAL: Locke. AÑO: 2013. NACIONALIDAD: Reino Unido-Estados Unidos. DIRECCIÓN Y GUIÓN: Steven Knight. MÚSICA ORIGINAL: Dickon Hinchliffe. DIRECCIÓN DE FOTOGRAFÍA: Haris Zambarloukos. MONTAJE: Justine Wright. INTÉRPRETES PRINCIPALES: Tom Hardy. Voces de Olivia Colman, Ruth Wilson, Andrew Scott, Ben Daniels, Tom Holland, Bill Milner, Danny Webb, Alice Lowe, Silas Carson, Lee Ross, Kirsty Dillon. PÁGINA WEB OFICIAL: http://www.locke-lapelicula.es/ y http://locke-movie.com/.

Es relativamente frecuente que, de vez en cuando, algún director se proponga realizar un tour de force técnico que pretenda dejar boquiabiertos a los espectadores con alardes inconcebibles. Hitchcock era muy proclive a ello y, así, realizó Naufragos (1944), la cual transcurría íntegramente en una bote salvavidas y La soga (1948), que simulaba estar rodada en un único plano-secuencia (en esa época, ello no era posible porque, simplemente, el rollo de celuloide se acababa y había que empezar uno nuevo). Otros ejemplos son Memento (2000) de Christopher Nolan, narrada desde el final al principio, El arca rusa (2002), rodada, esta sí, en un único plano-secuencia, El proyecto de la bruja de Blair (1999) de Daniel Myrick y Eduardo Sánchez y Monstruoso (2008) de Matt Reeves, rodadas como si fueran unos vídeos caseros, [REC] (2007) de Jaume Balagueróy Paco Plaza, rodada como si fuera la grabación de una cámara de televisión, o Buried (2010) de Rodrigo Cortés, rodada íntegramente en un ataúd.

Steven Knight, guionista de títulos como Negocios ocultos (2002) de Stephen Frears, Amazing Grace (2006) de Michael Apted o Promesas del Este (2007) de David Cronenberg, se añade a la lista de directores audaces y se ha atrevido a realizar una historia que transcurre, íntegramente, en un automóvil. Sólo veremos físicamente a un personaje, el interpretado magistralmente por Tom Hardy, mientras que, del resto del reparto de la película, sólo oiremos sus voces. Con este planteamiento, la gran duda era si el film podía mantener su pulso a lo largo de noventa minutos y si la historia iba a tener suficiente sustancia como para que la obra fuera algo más que una virguería técnica. Hay que decir que Locke ha conseguido que las mismas se disipen absolutamente y que, finalmente, sea uno de los mejores títulos de este año 2014.




Locke es la historia de un hombre que verá cómo, en una noche, los pilares de su vida se tambalean. Su trabajo y su vida familiar sufrirán un shock al que tendrá que hacer frente con frenéticas llamadas por el teléfono móvil a la vez que conduce por la autopista hacia un destino que nadie de su entorno conoce. La película, en la que se nota la buena mano de Steven Knight como guionista, sabe ir dosificando inteligentemente la información para mantener al espectador constantemente en suspense y, sobre todo, logra proporcionar un fundamento sólido al comportamiento del protagonista. Y, lo más importante, consigue ir más allá del desafío técnico que se propone: Locke no es una película rodada en el interior de un automóvil, es una película que transcurre (en su mayor parte) en el interior de un automóvil. Eso hace que el film esté lleno de vida, que plantee temas importantes y que el interés principal no resida en comprobar cómo el director ha logrado resolver los problemas derivados del reducido espacio en que ha sido rodada sino que provoca la reflexión sobre la cuestión central que el mismo plantea.

Y esa cuestión es la del cumplimiento del deber, la de seguir los dictados de la propia conciencia. Y, en ese contexto, la trama, más que un mero capricho, es la perfecta metáfora de lo que el director quiere decirnos: que, cuando llegan los momentos cruciales de una vida, el ser humano tiene que abordarlos, inevitablemente, en absoluta soledad, enfrentándose, en realidad, a sí mismo para evitar cualquier tentación de huida o de renuncia a unos principios morales básicos para refugiarse en una falsa comodidad. Y, así, el protagonista, aislado, incomprendido pero consciente de que ha hecho lo correcto, pasa toda la película en soledad, dirigiéndose hacia la única salida a la que sus circunstancias le obligan.


Nota (de 1 a 10): 9.

Lo que más me gustó: La interpretación de Tom Hardy. Mantiene la intensidad a lo largo de todo el metraje. La sutil metáfora que traza.

Lo que menos me gustó: Alguna de las voces tiende a sobreactuar.


NANA (o cuando los niños descubren la vida)

TÍTULO: Nana. TÍTULO ORIGINAL: Nana. AÑO: 2011. NACIONALIDAD: Francia. DIRECCIÓN Y GUIÓN: Valérie Massadian. DIRECCIÓN DE FOTOGRAFÍA: Léo Hinstin y Valérie Massadian. MONTAJE: Dominique Auvray y Valérie Massadian. INTÉRPRETES PRINCIPALES: Kelyna Lecomte, Marie Delmas, Alain Sabras. PÁGINA WEB OFICIAL: https://es-es.facebook.com/Nana11avril http://www.gaijin.fr/GAIJIN/NANA_film_valerie_massadian.html.


Películas protagonizadas por niños, hay muchas. Que eviten caer en historias humorísticas o sensibleras, ya hay menos. Que adopten un tono de documental o sean, ellas mismas, un documental que retrata cómo los niños van descubriendo la vida, con sus luces y sombras, hay muy pocas. El cine francés ha sido muy proclive a ello en los últimos años, con películas como Ser y tener (Être et avoir, 2002) de Nicolas Philibert y Sólo es el principio (Ce n'est qu'un début, 2010) de Pierre Barougier y Jean-Pierre Pozzi. Frente al planteamiento de estos dos documentales, centrados en seguir a un grupo de niños a lo largo de un curso, Nana centra su mirada en una sola niña. Podría pensarse, de modo erróneo, que guarda con cierto paralelismo con El pequeño fugitivo (Little Fugitive, 1953) de Ray Ashley, Morris Engel y Ruth Orkin pero, en realidad, tiene un aire de familia que la emparenta, más bien, con Viento en las velas (A High Wind in Jamaica, 1965) de Alexander Mackendrick o El espíritu de la colmena (1973) de Víctor Erice, sólo que mostrando, con un peculiar tono poético, el núcleo esencial de la historia, sin adornos o tramas paralelas que nos despisten de lo que la realizadora ha querido contar.






Nana sabe narrar, con enorme delicadeza y concisión (la película sólo dura 68 minutos), cómo una niña pequeña va adquiriendo conciencia del mundo que la rodea (en este caso, se trata de un entorno rural), de cómo descubre que, en él, hay momentos dulces y momentos amargos, belleza y dureza, fealdad y poesía, de cómo (en esta etapa de su existencia) realidad y magia se mezclan y de cómo, en última instancia, sólo es la madurez (quizás, cierta concepción de la madurez) lo que convierte en traumas lo que la infancia ha contemplado con la naturalidad de unos ojos inocentes. Quizás, lo que Nana pretende decirnos es que la mirada de un niño, libre de prejuicios e ideas preconcebidas, convierte la realidad en un libro en blanco, presto a ser reconstruido y reinterpretado. Nana viene a reflejar el momento en que esa posibilidad queda truncada para siempre.


Nota (de 1 a 10): 7.

Lo que más me gustó: La niña es un encanto. La sensible mirada de la realizadora.

Lo que menos me gustó: A muchos espectadores les costará entrar en la propuesta.




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