PELO MALO y SNOWPIERCER (ROMPENIEVES)





En nuestro blog, hoy empezaremos en Venezuela y seguiremos en ninguna parte, en un momento futuro que no sabemos si llegará a ser real o no (aunque hay muchos elementos actuales que apuntan al escenario inquietante que muestra la película que comentaremos).


PELO MALO (o las ficciones estériles como vía de escape)

TÍTULO: Pelo malo. TÍTULO ORIGINAL: Pelo malo. AÑO: 2013. NACIONALIDAD: Venezuela-Alemania-Argentina-Perú. DIRECCIÓN Y GUIÓN: Mariana Rondón. MÚSICA ORIGINAL: Camilo Froideval. DIRECCIÓN DE FOTOGRAFÍA: Micaela Cajahuaringa. MONTAJE: Marité Ugas. INTÉRPRETES PRINCIPALES: Samuel Lange Zambrano, Samantha Castillo, Beto Benites, Nelly Ramos, María Emilia Sulbarán, Luis Domingo González, Martha Estrada, Julio Méndez, Alí Rondón, Roimer Enrique Parrales, Gabriel Guédez. PÁGINA WEB OFICIAL: http://www.pelomalofilm.com/.

Hay unos versos de una copla de Quintero, León y Quiroga que van mucho más allá de lo que la misma narra y que representan la actitud que muchas veces tenemos ante la vida: “De lo que me está pasando/yo no me quiero enterar,/prefiero vivir soñando,/a conocer la verdad”. En vez de afrontar la realidad tal como es, creamos velos y mistificaciones que ocultan la auténtica naturaleza de lo que ocurre o, incluso, que esconden todo aquello que tenemos miedo (tal vez, irracional) que pueda llegar a ocurrir. Esta actitud conduce a que no vivamos, realmente, la vida, sino una especie de sustituto virtual que sólo sirve para enquistar indefinidamente los problemas. Yendo un poco más allá, cuando ese comportamiento se instala socialmente y ya no es sólo privativo de algunos individuos, provoca un ambiente de represión y de falta de libertad que acaba siendo dañino para el desarrollo espontáneo de las personas, el cual ya sólo tendrá lugar bajo trabas, restricciones y obstáculos que sólo responden a temores infundados y a prejuicios vanos.

Ese es el fondo del que habla la película venezolana Pelo malo, dirigida por Mariana Rondón - que, previamente, cuenta en su haber con A medianoche y media (1999) y Postales de Leningrado (2007) - y ganadora de la Concha de Oro en el Festival de San Sebastián de 2013. Junior es un niño de 9 años con el pelo rizado. Pero, para la foto del colegio, quiere alisárselo y dar la apariencia de un cantante melódico. La madre se niega completamente y, aún más, manifiesta un inexplicable rechazo hacia la idea de su hijo.Cuando, ya avanzada la película, sepamos el motivo de la madre, nos puede sorprender o parecer chocante. Pero, tal como la directora ha sido capaz de mostrarnos con habilidad y sutileza, ello acaba encontrando su explicación en un contexto donde las más diversas ficciones sirven de refugio de una realidad áspera y escasamente ilusionante.






El retrato de Mariana Rondón nos lleva a un barrio del extrarradio urbano lleno de los típicos bloques de viviendas que parecen, más bien, colmenas humanas. En la película, la ciudad es Caracas pero, en el fondo, podría ser la periferia de cualquier gran ciudad del mundo en donde los sueños se acaban estrellando contra el cemento y el asfalto. Conoceremos a la madre de Junior (que tendrá que superar los avatares de un duro mundo laboral), a su mejor amiga (que quiere aparecer en la foto del colegio como la ganadora de un concurso de misses), a la vecina que cuida de él y de su hermano pequeño (enfrascada en organizar una especie de grupo de autoayuda), al dependiente de un puesto callejero (que, entre venta y venta, pasa el tiempo viendo retransmisiones deportivas en la televisión)... Y, todo ello, con el contrapunto de la enfermedad del presidente Hugo Chávez o, más bien, de ciertas reacciones sociales a esa enfermedad que, aunque pueden parecer ajenas a la trama, en realidad sirven para consolidar y cimentar el mensaje central de la misma.

Caracterizada por un realismo que no oculta ningún perfil hosco pero que evita, inteligentemente, caer en cualquier tipo de morbo o recreación en lo sórdido, Pelo malo es implacable sin desdeñar una mirada dulce y cariñosa hacia sus personajes y haciendo pensar al espectador más que dictarle un mensaje cerrado y sin matices. Junto a otros películas que ya hemos comentado en los últimos tiempos, como Colosio: El asesinato de Carlos Bolado, El sueño de Lú de Hari Sama, Dos más dos de Diego Kaplan, María y el Araña de María Victoria Menis, Besos de azúcar de Carlos Cuarón, La vida después de David Pablos o Azul y no tan rosa de Miguel Ferrari, este film viene a confirmar el excelente momento por el que está pasando el cine latinoamericano y que, dada la diversidad de tendencias y estilos que estos títulos reflejan,  es presumible que nos seguirá brindando películas interesantes que nos ofrezcan emociones y experiencias raramente transitadas por las cinematografías de otros países y lugares.


Nota (de 1 a 10): 7.

Lo que más me gustó: Su sutil pero, a la vez, incisiva mirada.

Lo que menos me gustó: Crea una intriga sobre el tema principal posiblemente innecesaria.



SNOWPIERCER (ROMPENIEVES) (o el Gran Teatro del Mundo del siglo XXI)

TÍTULO: Snowpiercer (Rompenieves). TÍTULO ORIGINAL: Snowpiercer. AÑO: 2013. NACIONALIDAD: Corea del Sur-República Checa-Estados Unidos-Francia. DIRECCIÓN: Bong Joon-ho. GUIÓN: Bong Joon-ho y Kelly Masterson, adaptando la novela gráfica Le Transperceneige de Jacques Lob, Benjamin Legrand y Jean-Marc Rochette. MÚSICA ORIGINAL: Marco Beltrami. DIRECCIÓN DE FOTOGRAFÍA: Hong Kyung-pio. MONTAJE: Steve M. Choe y Kim Changju. INTÉRPRETES PRINCIPALES: Chris Evans, Song Kang-ho, Ed Harris, John Hurt, Tilda Swinton, Jamie Bell, Octavia Spencer, Ewen Bremner, Ko Ah-sung, Alison Pill, Luke Pasqualino, Vlad Ivanov, Adnan Haskovic, Emma Levie. PÁGINA WEB OFICIAL: http://www.goodfilms.es/catalogo/snowpiercer-rompenieves/.

Pedro Calderón de la Barca (1600-1681), en el auto sacramental El gran teatro de mundo, mostraba la vida como una gran obra de teatro donde cada uno de nosotros tiene asignado un papel, siendo nuestra obligación la de interpretar el mismo de la mejor manera posible. Como los autos sacramentales se solían representar en fiestas religiosas, puede comprenderse que su majestuosidad alegórica era plenamente conveniente. En otro contexto, hay que saber manejar los metáforas con tiento para no convertir una historia en una fría sucesión de arquetipos donde los personajes no tienen vida más allá de la propia idea con la que nacen asociados.

El gran defecto de Snowpiercer (Rompenieves) es, precisamente, su tendencia a crear un rígido paralelismo entre la trama y las circunstancias de la realidad actual. La película narra cómo el mundo ha entrado en una fase de glaciación después de que se hayan emitido un nuevo componente químico en la atmósfera para acabar con el calentamiento global. Lo que ha quedado de la humanidad vive en un tren en permanente movimiento donde, quienes se alojan en los vagones de cola, viven en extremas condiciones de escasez y opresión. La película mostrará el intento de estos últimos por acabar con su situación y llegar hasta la cabecera del tren. Como verán, en este planteamiento ya hay unas cuantas ideas que pueden resultar simples (el hombre como causante del cambio climático, la amenaza que este representa, la distancia creciente entre ricos y pobres, la rebelión desesperada de los oprimidos para romper con su situación...) pero que, bien desarrolladas, pueden llegar a ser extremadamente potentes. Hasta una película inicialmente modesta como No profanar el sueño de los muertos (1974) de Jorge Grau, lograba ser sumamente eficaz al transmitir el mensaje ecologista de fondo en medio de una trama de zombies. Pero otros ejemplos, quizás mucho más significativos, como THX1138 (1971) de George Lucas, Cuando el destino nos alcance (1973) de Richard Fleischer, Blade Runner (1982) de Ridley Scott, 12 monos (1995) de Terry Gilliam, A. I. Inteligencia Artificial (2001) de Steven Spielberg o Hijos de los hombres (2006) de Alfonso Cuarón, lograban ser distopías que, más allá de su intención de crítica o advertencia, sabían crear personajes de carne y hueso con los que nos podíamos identificarnos más allá del carácter de ciencia-ficción de las historias en las que se desenvolvían. Cuando, casi al final del film, Ed Harris dice "el tren es el mundo...", nos invade la sensación de que, una vez pasados los primeros quince minutos, no hemos salido, en ningún momento, de la fase de planteamiento de la trama.






Bong Joon-ho es un director coreano con un indudable talento visual y con un gusto por combinar humor, acción y drama en sus películas. The Host (2006) es una clara muestra de ello: narrando la aparición de un monstruo en Seúl surgido de mutaciones genéticas causadas por vertidos químicos (ya aquí estaba presente el mensaje ecologista), la película lograba ir más allá de ese punto de partida y nos acababa hablando de la familia, de la solidaridad y del espíritu de lucha necesario para lograr el reconocimiento de los demás y la consecución de nuestros objetivos. En Snowpiercer, Bong Joon-ho lleva su imaginería visual mucho más allá de lo que habíamos contemplado en la película mencionada y sabe crear un mundo turbio y alucinante que resulta, en dicho aspecto, perfectamente creíble. Sin embargo, los personajes a duras penas logran escapar de la condición de arquetipo con el que están creados y la historia, conforma avanza, no consigue aportar elementos nuevos. Además, ello se agrava porque algún aspecto del desenlace puede resultar poco original y remite directamente a The Matrix (1999) de los hermanos Wachoski.

A pesar de ello, un monólogo casi al final del protagonista (Chris Evans) y algunos rasgos del personaje interpretado por Ko Ah-sung logran dar sustancia a la historia y dotarla de un contenido emocional convincente. Ello, junto a su poderío visual, se convierte en los dos factores más elogiables de la película que, pese a todo, no acaba de convencer por la descompensación entre elementos que necesitarían tener una mayor armonía entre ellos.


Nota (de 1 a 10): 6,5.

Lo que más me gustó: Su imaginería visual.

Lo que menos me gustó: La película se acaba quedando encerrada en la metáfora que expresa.


Comentarios