10.000 NOCHES EN NINGUNA PARTE y OCHO APELLIDOS VASCOS


Hoy, vamos a hablar de dos títulos españoles, absolutamente contrapuestos y diferentes en todos los sentidos que podamos imaginar.





10.000 NOCHES EN NINGUNA PARTE (o cuando el refugio está nuestro interior)

TÍTULO: 10.000 noches en ninguna parte. TÍTULO ORIGINAL: 10.000 noches en ninguna parte. AÑO: 2013. NACIONALIDAD: España-Francia-Alemania. DIRECCIÓN Y GUIÓN: Ramón Salazar. MÚSICA ORIGINAL: Najwa Nimri e Iván Valdés. DIRECCIÓN DE FOTOGRAFÍA: Miguel Ángel Amoedo y Ricardo de Gracia. MONTAJE: Abián Molina y Ramón Salazar. INTÉRPRETES PRINCIPALES: Andrés Gertrúdix, Lola Dueñas, Najwa Nimri, Susi Sánchez, Rut Santamaría, Manuel Castillo y Paula Medina. PÁGINA WEB OFICIAL: http://www.10000noches.com/. PÁGINA EN FILMIN: https://www.filmin.es/pelicula/10000-noches-en-ninguna-parte.

El malagueño Ramón Salazar tiene tres largometrajes como director (Piedras -2002-, 20 centímetros -2005- y este que hoy reseñamos) y ha sido también el guionista de Tres metros sobre el cielo (2010) y Tengo ganas de ti (2012) de Fernando González Molina. Indudablemente, con 10.000 noches en ninguna parte su trayectoria ha dado un salto de madurez y de nivel artístico verdaderamente notable y ha logrado crear uno de los mejores y más originales films españoles de los últimos años. Me parece loable, sobre todo, su audacia y valentía al plantear una película sin concesiones y que encierra unas dosis de riesgo poco habituales en nuestro cine y, más, en los tiempos actuales.

Aunque un análisis precipitado de la película podría hacerla remitir al cine de Terrence Malick (ver este post y este), Ramón Salazar huye de cualquier tipo de misticismo y, sin renunciar al lirismo y a una visión fuertemente poética,  acaba  asentando las claves del film en elementos terrenales y cotidianos, en el dolor de vivir y en la búsqueda de una luz al final del túnel, una luz que puede ser imaginada o soñada pero que acaba iluminando nuestras zonas más oscuras y nuestros deseos más íntimos.





Porque 10.000 noches en ninguna parte es, en principio, la historia de una herida sin cicatrizar que obliga al protagonista (un sensacional Andrés Gertrúdix) a buscar un refugio, un lugar donde ampararse de un pasado que le atormenta y de una realidad que no ofrece ni consuelo ni posibilidad de escape. Y este argumento es desbrozado a través de un torrente de imágenes hermosas y sugerentes, las cuales, lejos de caer en el error de incurrir en la mera belleza superficial, acaban cobrando un sentido y un hilo narrativo claro y contundente. Porque la problemática relación del personaje central con su madre (una también magnífica Susi Sánchez) acaba convirtiéndose en un sólido esqueleto argumental que da indudable coherencia a todo el conjunto.

No obstante, no deberían quedarse en la lectura evidente que se desprende de su desenlace porque, al menos para mí, existe margen para otras interpretaciones más arriesgadas de la película y que aquí sólo podemos esbozar para no revelar aspectos fundamentales de la trama: ¿cada uno de nosotros no es, a la vez, lo que es y lo que pudimos ser, lo que decidimos hacer y la alternativa que desechamos, el camino elegido y la opción abandonada?; si una historia, una narración, un relato pueden hacer cambiar nuestra vida, si unos personajes ficticios nos acompañan y nos marcan indeleblemente, ¿qué es realidad y qué es ficción?¿cuál es la verdad y cuál es la fantasía?¿se puede establecer una frontera o límite claro entre ellas?

Aparte de los ya citados Andrés Gertrúdix y Susi Sánchez, también hay que mencionar la magnífica interpretación de Najwa Nimri que cuenta con un magnífico monólogo que, aparte de la entidad propia que posee y del fuerte carácter emocional que aporta a la película, es una pieza esencial para abrir caminos inesperados a la interpretación de la historia.

Por todo lo dicho, 10.000 noches en ninguna parte es una de las sorpresas más gratificantes del año y un título para recordar y tener como referencia durante mucho, mucho tiempo.



 El autor de este blog junto a Nawja Nimri, una de las protagonistas de la película


Nota (de 1 a 10): 9.

Lo que más me gustó: Las interpretaciones de Andrés Gertrúdix, Susi Sánchez y Najwa Nimri. El conseguido tono poético del film. La coherencia final de todo el conjunto. El desenlace.

Lo que menos me gustó: Que no haya tenido la promoción que se merecía.


Adjuntos los vídeos de dos canciones que forman parte de la banda sonora de la película: Five Years (original de David Bowie, aunque en el film es cantada por Beatriz Ortega) y To Build a Home de The Cinematic Orchestra.






OCHO APELLIDOS VASCOS (o Euskadi no es para mí o no desearás al vecino de Sevilla)

TÍTULO: Ocho apellidos vascos. TÍTULO ORIGINAL: Ocho apellidos vascos. AÑO: 2014. NACIONALIDAD: España. DIRECCIÓN: Emilio Martínez Lázaro. GUIÓN: Borja Cobeaga y Diego San José. MÚSICA ORIGINAL: Fernando Velázquez. DIRECCIÓN DE FOTOGRAFÍA: Gonzalo F. Berridi y Juan Molina. MONTAJE: Ángel Hernández Zoido. INTÉRPRETES PRINCIPALES: Clara Lago, Dani Rovira, Carmen Machi, Karra Elejalde, Alberto López, Alfonso Sánchez, Aitor Mazo. PÁGINA WEB OFICIAL: http://www.telecinco.es/etiqueta/ocho_apellidos_vascos/. PÁGINA EN FILMIN: https://www.filmin.es/pelicula/ocho-apellidos-vascos.

A día de hoy, Ocho apellidos vascos (que se realizó con un presupuesto estimado de 3 millones de euros) ha recaudado en España másde 55 millones de euros. Como comprenderán, basar esta reseña en comentar qué me ha parecido la película tiene bastante poco sentido. Un éxito de tal envergadura exige ser humilde y modesto. Porque, además, en realidad, lo más interesante es hacer una breve reflexión sobre los motivos de por qué esta película ha logrado de tal modo el favor del público.

Y la causa fundamental de su éxito quizás sea, aunque pueda resultar sorprendente, la ausencia de causas. Se suele decir que, para conseguir un triunfo en taquilla, es necesario ofrecer algo distinto y original al espectador, no repetir viejos esquemas que pudieran resultar repetitivos. En el caso de Ocho apellidos vascos, es bastante difícil detectar qué elementos originales o innovadores se han introducido en la trama o en el tratamiento del tema que aborda. Más bien, se puede afirmar que no se ha introducido ninguno. Y eso es lo que, en el fondo, el espectador ha premiado.

Pensemos en el argumento de la película: un joven sevillano (Dani Rovira) se enamora de una chica vasca (Clara Lago) y viaja hasta el pueblo de ella para intentar que ella también se enamore de él. La chica, que ha cortado recientemente con su novio, con el que estaba a punto de casarse, recibe la visita de su padre (Karra Elejalde) después de varios años de no haber tenido contacto con él. El padre está ilusionado por la que cree inminente boda de su hija quiere conocer a su futuro yerno. Y la hija, que espera resolver las deudas contraídas por su fallida boda con la generosa contribución de su padre, decide hacer pasar por vasco al joven sevillano y presentarlo como su futuro marido.

Si recordamos otros títulos de éxito del pasado, nos daremos cuenta que el espectador se ha identificado con unos códigos y modelos que le han resultado familiares.





Vamos a comparar el argumento de Ocho apellidos vascos con otras comedias de éxito del pasado. Recordemos, por ejemplo, La ciudad no es para mí (1955) de Pedro Lazaga (4,3 millones de espectadores en salas cinematográficas según la base de datos del Ministerio de Cultura, siendo la película española con mayor número de espectadores hasta el momento de su estreno). Un hombre entrado en años (Paco Martínez Soria) viaja de su pueblo natal a Madrid para ver a su hija después de no haberla visto durante varios años. Una vez en la capital, tiene lugar el típico choque entre la visión del hombre que viene de un entorno rural y el complicado mundo urbano. Vemos que hay dos elementos en este film que están presentes en Ocho apellidos vascos: reencuentro padre-hija y choque entre dos mundos distintos (en el caso de la película más reciente, sería entre Andalucía y Euskadi).

Consideremos otro gran éxito de taquilla del pasado: No desearás al vecino del quinto (1970) de Ramón Fernández (4,37 millones de espectadores, superando, de este modo, a La ciudad no es para mí). En esta, el dueño de una boutique (Alfredo Landa) tenía que hacerse pasar por homosexual para que los maridos no se preocuparan por las frecuentes visitas que sus esposas hacían a la tienda de moda y las atenciones que su propietario tenía que prestar a sus clientas. Es decir, si aquí alguien pasa por lo que no es, en Ocho apellidos vascos sucede lo mismo (Dani Rovira se tiene que hacer pasar por vasco).

Como tercera pieza que sirve para armonizar las dos ideas anteriores está una trama que tampoco es estrictamente original. En una película italiana de 1984, Il tifoso, l’arbitro e il calciatore, dirigida por Pier Francesco Pingitore, en una de las dos historias que contaba, un joven tenía que ocultar a su suegro, acérrimo seguidor del club de fútbol de la Lazio, que era hincha del equipo rival: la Roma. Cambien Lazio por Euskadi y Roma por Sevilla y ya tienen el esquema argumental de Ocho apellidos vascos.

Es decir, posiblemente sea en el hecho de que Ocho apellidos vascos se apoye en elementos nada rompedores y que mantienen al espectador en su zona de confort, donde haya que buscar la causa última del fenómeno que ha protagonizado.




Aunque se podría mencionar como un hecho que también ayudó al éxito de la película la acertada fecha de su estreno, en la cual no tuvo una competidora clara dirigida a un público generalista (tanto El gran hotel Budapest como El Capitán América: El soldado de invierno como Una vida en tres días de Jason Reitman iban dirigidas a segmentos muy concretos), y la celebración una semana después de la Fiesta del Cine (la cual ayudó a su empujón definitivo), no hay que menospreciar algunas de las principales virtudes del film.

La primera, la habitual pulcritud narrativa de su director, Emilio Martínez Lázaro, quien, habiendo dirigido films muy distintos unos de otros (Las palabras de Max -1978-, Lulú de noche -1986-, El juego más divertido -1988-, Amo tu cama rica -1992-, Los peores años de nuestra vida -1994-, Carreteras secundarias -1997-, El otro lado de la cama -2002, Los 2 lados de la cama -2005-, Las 13 rosas -2007-, entre otros), siempre ha sabido demostrar una gran solvencia en las labores de realización y de dirección de actores. Esta habilidad vuelve a confirmarse en esta película, a pesar de que el tratamiento visual y narrativo busca en exceso parecerse al de las habituales series de humor españolas.

La segunda, las brillantes actuaciones del siempre genial Karra Elejalde, de Clara Lago, de Carmen Machi y de Aitor Mazo, que logran transmitir gran credibilidad en sus papeles.

Como principales defectos de la película, habría que decir que descuida el raccord emocional de sus personajes (es decir, la transición coherente entre diferentes estados de ánimo y de expectativas) y que no acaba de aprovechar del todo las grandes posibilidades que ofrecía la historia.

Pese a todo, Ocho apellidos vascos ya ocupa un lugar destacado en la historia del cine español aunque su éxito no hace más que suscitar nuevas dudas e incertidumbres  sobre la situación del sector en nuestro país. Porque si esta es la fórmula que puede garantizar el éxito (que produciría títulos de difícil exportación), sobraría gran parte de las infraestructuras, los equipos y los profesionales que ahora están dedicados al séptimo arte en España. Y, además, no está claro que la misma pudiera permitir su sostenibilidad a medio y largo plazo, por dos motivos: primero, porque en ella es difícil que tengan cabida más de 3-4 títulos cada año y, segundo, porque, al no tener nada de original, su agotamiento sería relativamente rápido. Como indudable aspecto positivo, Ocho apellidos vascos puede marcar el inicio de la reconciliación de los espectadores españoles con su cine. Lo que haya de ser, pues será porque, en última instancia, nada está escrito.


Nota (de 1 a 10): 6.

Lo que más me gustó: Las interpretaciones de (sobre todo) Karra Elejalde, Clara Lago, Carmen Machi y Aitor Mazo. La habitual pulcritud en la realización de Emilio Martínez Lázaro.

Lo que menos me gustó: Descuida el raccord emocional de los personajes. Desaprovecha gran parte del potencial de la historia.




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