EL HOMBRE DE ACERO (o
Kar-El, alias Clark Kent, busca su sitio)
TÍTULO: El hombre de acero. TÍTULO ORIGINAL: Man of Steel. AÑO: 2013. NACIONALIDAD: Estados Unidos-Canadá-Reino Unido. DIRECCIÓN: Zack Snyder. GUIÓN: David S. Goyer y Christopher Nolan. MÚSICA
ORIGINAL: Hans Zimmer. INTÉRPRETES PRINCIPALES: Henry Cavill, Amy Adams,
Michael Shannon, Diane Lane, Kevin Costner, Russell Crowe, Antje Traue, Harry
Lennix, Richard Schiff, Ayelet Zurer, Laurence Fishburne. PÁGINA WEB
OFICIAL: http://wwws.warnerbros.es/manofsteel/index.html.
En los últimos tiempos, las adaptaciones de los comics de Marvel, de DC y
de otros autores de renombre del llamado noveno arte se han hecho frecuentes en
la gran pantalla, de modo que, en este blog, ya hemos tenido la oportunidad de
comentar Thor, X-Men:Primera generación, Capitán América, Las aventuras de Tintín: El secreto del unicornio, Los vengadores y El caballero oscuro: La leyenda renace. Según se puede comprobar en dichas
reseñas, el resultado de las diferentes adaptaciones ha sido desigual y algunas
veces se han conseguido obras de gran calidad y, en otras, films que, simplemente,
se dejan ver.
En esta ocasión, se ha afrontado el reto de hacer una versión del
personaje de cómic más difícil y complicado de llevar al cine (quizás, junto a
Tintín). Esta afirmación puede parecer sorprendente pero si permiten que se la
razone, a lo mejor acaban llegando a esa misma conclusión. En un principio, la
mayoría de los superhéroes, a pesar del origen lúdico y casi naïf de las viñetas que empezaron a
desarrollar sus historias, se prestan a extraer de ellos matices y pliegues
insospechados. El caso más paradigmático es Batman. Su caracterización inicial
era casi una apoteosis pop, que se
prestó fácilmente a la parodia en la versión cinematográfica de 1966, dirigida
por Leslie H. Martinson (en realidad, podría ser considerada una de las mejores
parodias de la historia del cine):
Sin embargo, con las aportaciones
del dibujante Neal Adams desde finales de los 60, del guionista Frank Miller en los 80 () y de la historia La broma asesina de Alan Moore y Brian Bolland, su perfil oscuro se fue imponiendo, de
forma que otras visiones contemporáneas más pop,
como la de Alan Davis, pasaron a ser puramente testimoniales. En
el cine, ello se reflejó en las películas de Tim Burton (Batman -1989- y Batman vuelve
-1992-) primero y de Christopher Nolan (Batman
Begins -2005-, El caballero oscuro
-2008- y El caballero oscuro: La leyenda
renace -2012-) después, de modo que es difícil que hoy podamos imaginar una
visión más optimista y luminosa del superhéroe.
Algo parecido sucedió con Daredevil. Después de los guiones que Frank
Miller escribió entre los números 158 y 191 de la serie original de comics en
Estados Unidos, de Born again (1986),
con guión también de Frank Miller y dibujo de David Mazzuchelli y de Daredevil.
El hombre sin miedo (1994) –recreación del inicio de la historia de este
superhéroe-, con dibujos de John Romita Jr. y Al Williamson, la visión oscura,
ambigua y plagada de elementos
religiosos del personaje sustituyó a cualquier otra posible. (De la película,
dirigida en 2003 por Mark Steven Johnson y protagonizada por Ben Affleck,
Jennifer Garner y Colin Farrell, mejor no hablamos.)
El problema de Superman es que, en última instancia, es el superhéroe perfecto, el bien sin fisuras que está por encima de cualquier otro ser del planeta y resulta complicado hallarle matices que, sin desvirtuar su esencia fundamental, le descubran facetas que le enriquezcan. De hecho, como ya sabemos desde el famoso monólogo de David Carradine en Kill Bill. Vol. 2 (2004) de Quentin Tarantino, es distinto a cualquier superhéroe: en Superman, su uniforme revela su verdadera identidad mientras que, en el resto, lo que hace es ocultarla (desde este punto de vista, cuando actúa representa la transparencia perfecta, así que ¿cómo encontrar un lado oculto al personaje?):
El problema de Superman es que, en última instancia, es el superhéroe perfecto, el bien sin fisuras que está por encima de cualquier otro ser del planeta y resulta complicado hallarle matices que, sin desvirtuar su esencia fundamental, le descubran facetas que le enriquezcan. De hecho, como ya sabemos desde el famoso monólogo de David Carradine en Kill Bill. Vol. 2 (2004) de Quentin Tarantino, es distinto a cualquier superhéroe: en Superman, su uniforme revela su verdadera identidad mientras que, en el resto, lo que hace es ocultarla (desde este punto de vista, cuando actúa representa la transparencia perfecta, así que ¿cómo encontrar un lado oculto al personaje?):
Como es conocido, la primera
adaptación de Superman fue una serie de televisión protagonizada por el actor
George Reeves (quien, por cierto, murió en extrañas circunstancias; si quieren
saber más, pueden ver el film Hollywoodland
-2006- de Allen Coulter).
Sin embargo, no fue hasta Superman (1978) de Richard Donner, con
Christopher Reeve de protagonista, cuando se hizo la versión cinematográfica
que podemos llamar canónica del personaje y la que es tomada por referencia por
cualquier espectador:
La visión de un personaje puro
que siempre acaba cumpliendo con su deber, el optimismo que impregna toda la
producción y, en consonancia con ello, el suave sentido del humor que se cuela
a lo largo de toda la historia es lo que la mayoría del público ha pensado
siempre que debe ser Superman y todos los intentos por crear una imagen
distinta no han dado resultado. Y eso, hasta cierto punto, es paradójico.
Porque si Bruce Wayne/Batman es un huérfano que ha quedado marcado por el
asesinato de sus padres, Kar-El/Clark Kent/Superman es también un personaje
huérfano que, aún peor, es el último representante de un pueblo que se ha
extinguido: es decir, a su orfandad se le une su (absoluta) soledad en el
Universo. Es cierto que se han realizado versiones alternativas del personaje.
Así, en Superman: Hijo rojo (2003) de
Mark Millar, Dave Johnson y Kilian Plunkett imaginaban qué hubiera sucedido si
Kar-El, en vez de caer en un apacible pueblecito de Kansas, hubiera ido a parar
a la antigua Unión Soviética.
En Superman/Batman. Poder absoluto (2005)
de Jeph Loeb y Carlos Pacheco, lo que se plantea es que ambos superhéroes
hubieran sido educados por familias al margen de la ley, de forma que se acaban
convirtiendo en auténticos dictadores.
Pero estos no son más que islotes pesimistas en medio de la concepción casi
beatífica del personaje.
Después del fallido Superman Returns (2006) de Bryan Singer
(es ilustrativo que el hábil director de Sospechosos
habituales -1995-, X-Men -2000- y
X-Men 2 -2003- fracasara en el
intento), con Brandon Routh de protagonista, la versión de Zack Snyder, con el
británico Henry Cavill al frente, ofrecía muchas incógnitas de entrada. ¿Qué ha
sucedido con el resultado final de la película?
En gran medida, creo que el film,
a pesar de la intervención de David S. Goyer y Christopher Nolan en la historia
(autores de la reciente trilogía de Batman), no logra desprenderse del peso de
la visión dominante del personaje y ello le lleva a entrar en una situación de “quiero
y no puedo” que lastra todo su metraje. Quiere ofrecer un Kar-El/Clark Kent
que, en sus primeros años en la Tierra, duda, tiene miedo de su condición, que
no es capaz de controlar sus poderes… Tras un brillante prólogo donde se narra
el fin de Krypton con un detalle y esplendor visual como nunca antes hemos
visto, El hombre de acero da un salto
en el tiempo y, a través de una original estructura narrativa a base de flash-backs, nos va mostrando los
dilemas interiores del personaje y su lucha por encajar con su identidad. Al
encuentro con sus orígenes, se sucede la aparición del general Zod, que
encabeza un grupo de condenados que, por casualidad, son los últimos supervivientes
de Krypton y que desencadena el conflicto esencial de la película, presidido
por las espectaculares y efectistas peleas y un despliegue brutal de efectos
especiales.
Aunque la película busca narrar
un origen y una evolución de Superman distinta a la convencional (p. ej. Lois
Lane conoce, casi desde el primer momento, quién se esconde bajo la apariencia
de Clark Kent o este no pasa desapercibido desde niño y todos ven que se trata
de alguien especial), en el fondo sigue primando la caracterización antes
descrita, de forma que la cuestión que se plantea es obvia: ¿para qué hacer otra
película sobre Superman si, en realidad, no aporta nada a la versión de 1978?
Pero se percibe tal temor por desviarse del canon establecido, que es
inevitable no percibir que a los guionistas se les ha escapado vivo el que
podía ser el gran conflicto psicológico-moral del protagonista y que,
inexplicablemente, carece absolutamente de presencia en la historia: "¿a quién
me debo?¿a los seres humanos que, en última instancia, son unos extraños?¿o a
los últimos habitantes de mi planeta con los que podría lograr la
reconstrucción de mi planeta original y, así, acabar con mi propia soledad?" Por
desgracia, esta posibilidad dramática, que hubiera aportado gran fuerza a la
narración, no ha sido utilizada.
Mención aparte merece el estilo
visual de la película: atropellado y con una falta de sentido estético que no
es la primera vez que vemos en el cine de acción actual. No se pueden rodar
peleas a base de primeros planos ni realizando bruscos movimientos de cámara. Un
primer plano (y esto es una lección de primer curso de Imagen) tiene el
problema obvio de que, cuando el personaje que aparece en el plano se mueve, SE
SALE DEL PLANO. Por tanto, para seguir sus movimientos, la cámara se tiene que
mover con él, algo que es imposible: porque, evidentemente, el personaje tiene
más movilidad que la cámara. De forma que, en el intento desesperado de esta
por no perderse lo que está sucediendo, es casi imposible que la imagen sea
nítida y veamos con claridad el desarrollo de la acción. ¿Por qué se sigue
haciendo este estropicio? No lo sé pero es absolutamente innecesario y, así, por
ejemplo, en la trilogía de Batman de Nolan o en X-Men: Primera generación no sucedía esto y las peleas se podían
ver claramente.
A pesar de todo, le doy el
aprobado raspado a la película porque considero que su agilidad narrativa hace
que se deje ver sin excesivos problemas. Y, porque, hacer una película sobre un
personaje que, en nuestro imaginario, representa la última posibilidad de que
haya alguien puro y justo que acuda a salvarnos en el último momento es muy
difícil. En gran medida, ocurre lo mismo que con las películas de Jesús de
Nazaret: ni Pier Paolo Pasolini, un marxista convencido, fue capaz de hacer una
película en la que, al final, este no resucitase. Porque, en general, no
queremos pensar que, en la situación más desesperada, no haya alguien que acuda
en nuestro auxilio. Y ello es una carga
excesivamente pesada para liberar al personaje de la trampa de la costumbre y
la concepción preestablecida.
Nota (de 1 a 10): 5.
Lo que más me gustó: Su agilidad narrativa.
Lo que menos me gustó: El exceso de primeros planos y la brusquedad
de muchos movimientos de cámara provocan que, en demasiadas ocasiones,
literalmente, no se vea más que manchas.
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