Ayer, a la edad de 80 años, murió el actor Alfredo Landa. En el blog, le vamos a dedicar nuestro personal homenaje, comentando en la sección “Clásicos Eternos” los films El crack y Los santos inocentes y, en la sección “Joyas ocultas”, La niña de luto y Las verdes praderas.
EL CRACK (1981) de José Luis Garci
TÍTULO: El crack. TÍTULO
ORIGINAL: El crack. AÑO: 1981. NACIONALIDAD: España. DIRECCIÓN: José Luis
Garci. GUIÓN: José Luis Garci y Horacio Valcárcel. MÚSICA ORIGINAL:
Jesús Gluck. DIRECCIÓN DE
FOTOGRAFÍA: Manuel Rojas. MONTAJE: Miguel González Sinde. INTÉRPRETES
PRINCIPALES: Alfredo Landa, María Casanova, Manuel Tejada, Miguel Rellán,
Manuel Lorenzo, Raúl Fraire, Jose Bódalo, Francisco Vidal, Maite Blasco, José
Manuel Cervino, Mayrata O’Wisiedo, José Luis Merino. DURACIÓN: 131 minutos.
Cuando se estrenó Peppermint Frappé
(1964) de Carlos Saura, en cuanto José Luis López Vázquez aparecía en la
pantalla, el público comenzaba a reírse. Esta película no era ninguna comedia
(aunque había mucho humor negro en ella) pero los espectadores estaban tan
acostumbrados a ver la faceta cómica del actor que era prácticamente imposible
no asociarlo a ella aunque el film tuviera unas pretensiones más serias y
profundas. José Luis Garci tuvo ello en mente cuando puso a Alfredo Landa en la
piel del detective Germán Areta (personaje directamente emparentado con el
Philip Marlowe de Raymond Chandler o el Sam Spade de Dashiell Hammett) y, por
eso, no lo dudó dos veces a la hora de configurar la primera secuencia de El crack: no habían pasado cinco minutos
de metraje y Landa (conocido, al igual que López Vázquez, por sus papeles en
comedias) ya apuntaba directamente con la pistola a los testículos de un
delincuente. Eso era suficiente para marcar el nivel y hacer entender a los
espectadores que El crack era otra
cosa. Y, aún más, que el personaje que encarnaba Alfredo Landa también lo era.
Siempre hemos dicho que en España hay una larga tradición de cine negro y
El crack es una de las dos o tres
películas que constituyen la mejor muestra de ello. Aquí, también hay partidas
de cartas, veladas de boxeo, traiciones y atropellos y arrogancia de los
poderosos. Pero su trama no se desarrolla en las calles de Chicago o Nueva
York, sino en el Madrid de finales de los 70 y principios de los 80. Distinto
escenario, pero los mismos sentimientos y la misma preocupación moral: el noir en estado puro.
Hablar de dos etapas de Landa
como actor y decir que, a partir de un determinado momento, fue un actor serio
tiene mucho de injusto. Buen actor lo tuvo que ser siempre porque, si no, no
podía haber realizado la transfiguración del personaje simpático, entrañable y
dicharachero que encarnaba en la mayoría de sus comedias en el detective hosco,
descreído y duro que interpreta en El
crack. Otra cosa es que hasta un determinado momento no le ofrecieran
personajes que fueran más allá del arquetipo que empezara a representar en los
años 60. Viendo hoy El crack, es
imposible imaginar otro Germán Areta que no fuera Alfredo Landa y fue ahí
cuando muchos se dieron cuenta de que detrás de las apariencias había un actor
de primera fila.
Y mucho tuvo que ver en ello que El crack fuera cine negro de categoría,
con ecos de El sueño eterno (1946) de
Howard Hawks, de Los sobornados (1953)
de Fritz Lang y de Chinatown (1974)
de Roman Polanski pero con el sello propio personal de José Luis Garci. Y, por
cierto: ¿estuvo el peluquero viendo en Nueva York, en el Madison Square Garden,
el combate de Rocky Marciano? Pues, en la película, en realidad, yo creo que sí
se da respuesta a esta incógnita. Sólo que para averiguarla, hay que conocer la historia del Madison Square Garden...
Nota (de 1 a 10): 9.
Lo que más gustará: La brillantez en adaptar el género negro al
escenario español.
Lo que menos puede gustar: Como he dicho en la entrada, quien no
conozca la historia del Madison Square Garden se quedará con una duda.
LOS SANTOS INOCENTES (1984) de Mario Camus
TÍTULO: Los santos inocentes. TÍTULO
ORIGINAL: Los santos inocentes. AÑO: 1984. NACIONALIDAD: España. DIRECCIÓN:
Mario Camus. GUIÓN: Mario Camus, Antonio Larreta y Manuel Matji,
adaptando el relato homónimo de Miguel Delibes. MÚSICA ORIGINAL: Antón García
Abril. DIRECCIÓN DE
FOTOGRAFÍA: Hans Burman. MONTAJE: José María Biurrún. INTÉRPRETES
PRINCIPALES: Alfredo Landa, Paco Rabal, Juan Diego, Terele Pávez, Ágata Lys,
Agustín González, Mary Carillo, Manuel Zarzo, Belén Ballesteros, Juan Sachez,
Susana Sánchez. DURACIÓN: 92 minutos.
Después de hacer El crack, aún
le quedaba a Alfredo Landa lograr la consagración internacional. Y la misma la
consiguió con Los santos inocentes.
Adaptación de un relato corto de Miguel Delibes,
desde el mismo momento de su estreno se tuvo la conciencia de que esta película
era una de las obras maestras del cine español. Duro retrato sin
contemplaciones del mundo rural de la posguerra, el impacto de Los santos inocentes va más allá,
posiblemente, de su papel de denuncia de unas condiciones de vida casi
inhumanas. Late, también, en el fondo de la película un ansia de cambio y transformación
que coincidía con el espíritu de la época en que se realizó el film. Por ello,
frente al pesimismo que se podía desprender de la historia, hay algo en ella
que evita que pensemos que estamos ante una obra tremendista y que carga las
tintas sobre los elementos más negativos y oscuros.
¿Cómo es ello posible? Porque, en gran medida, el personaje de Azarías,
interpretado por Paco Rabal, personifica un instinto básico y esencial de
rebeldía que es con el que, en la escena final, nos acabamos identificando. El
personaje de Azarías viene a conectar con una tradición literaria y
cinematográfica del que podemos encontrar referentes en el personaje de Blasillo
en la novela San Manuel Bueno, mártir (1930)
de Miguel de Unamuno o en el de Michael (interpretado por John Mills) en La hija de Ryan (1970) de David Lean:
aunque todos ellos padecen un evidente retraso mental, son quienes acaban
alcanzando (de un modo primario si se quiere) una cierta comprensión de lo que
está sucediendo en el entorno que les rodea y actúan, en consecuencia, de modo puramente
instintivo frente a ello.
En contraposición, el personaje de Alfredo Landa representa la sumisión, la
no puesta en cuestión de un estado de cosas que son discutibles desde cualquier
punto de vista. Él es, indudablemente, más inteligente que Azarías pero es como
si la inteligencia fuera inútil para enfrentarse a la realidad. Por lo dicho,
el papel de Alfredo Landa tenía una doble dificultad para ser llevado a cabo:
la primera, la evidente dificultad en interpretar a un campesino de la
posguerra y la de ejecutar una caracterización creíble partiendo de que la
película corría el riesgo de parecer excesivamente maniquea (había buenos muy
buenos y malos muy malos); la segunda, que el espectador tiene que empatizar
con el personaje de Paco ‘el Bajo’ cuando, en principio, nos vamos a resistir
con identificarnos con alguien que llega a tener, en muchos momentos, un papel
tan pasivo. Sin embargo, Landa consigue algo que es dificilísimo y que va más
allá de la pura técnica interpretativa: Landa HUMANIZA al personaje. En
cualquier curso de escritura creativa, dirían que el personaje de Paco ‘el Bajo”
está mal diseñado en el guión porque debería ser más activo frente a sus
antagonistas. Y es posible que lo esté. Pero creo que eso no importa. Alfredo
Landa no da vida a un personaje, da vida a UN SER HUMANO real y verídico y, con
ello, se convierte en el pilar fundamental para que Los santos inocentes sea la obra maestra que es. Por eso, el jurado
de Cannes le iba a otorgar, en principio a él solo, el Premio a la Mejor
Interpretación Masculina del Festival de 1984. Al final, se lo dieron ex-aequo a él y a Paco Rabal. Los
motivos de la decisión ya es otra historia pero lo verdaderamente importante es
reconocer que en Los santos inocentes Alfredo
Landa realizó, quizás, la mejor interpretación de su larga carrera como actor
y, con ello, ayudó a crear una de las películas más inolvidables de nuestro
cine.
Nota (de 1 a 10): 10.
Lo que más gustará: Las magníficas interpretaciones de todo el
reparto y, en especial, las de Alfredo Landa, Paco Rabal, Terele Pávez y Juan
Diego.
Lo que menos puede gustar: Su dureza no será del agrado de todos los espectadores.
JOYAS OCULTAS
LA NIÑA DE LUTO (1964) de
Manuel Summers
TÍTULO: La niña de luto. TÍTULO
ORIGINAL: La niña de luto. AÑO: 1964. NACIONALIDAD: España. DIRECCIÓN:
Manuel Summers. GUIÓN: Manuel Summers, Tico Medina, Francisco
Summers, Bernardo Ballester y Pilar Miró. MÚSICA ORIGINAL: Antonio Pérez Olea. DIRECCIÓN DE FOTOGRAFÍA: Francisco Fraile.
MONTAJE: Pedro del Rey. INTÉRPRETES PRINCIPALES: María José Alfonso, Alfredo
Landa, Pilar Gómez Ferrer, Vicente Llosa, José Vicente Cerrudo, Carmen
Santonja, Doris Kent, Mercedes Huete, Manuel Ayuso, Manuel Guitián, Salvador
Cortés, Emilio García Domenech, Diego Rañón, Francisco Summers, Pascual
Costafreda, Felipe Martín Puertas, Vicky Lagos. DURACIÓN: 85 minutos.
Se suele decir, con demasiada prisa, que, a lo largo de la primera época
de Alfredo Landa como actor, su carrera estuvo formada, únicamente, por
comedias ligeras y un poco elementales (Cateto
a babor -1960- de Ramón Fernández, No
desearás al vecino del quinto -1970- de Ramón Fernández, Préstame, quince días -1971- de Fernando
Merino, Aunque la hormona se vista de
seda… -1971- de Vicente Escrivá, Los
días de Cabirio -1971- de Fernando Merino, Manolo, la nuit -1973- y Jenaro
el de los 14 -1974- de Mariano Ozores, entre otras muchas), adscritas a eso
que se vino denominar el landismo.
Sin embargo, ello no tiene en cuenta dos cosas. La primera, que algunas de las
comedias convencionales en las que intervino (como Atraco a las tres -1962- de José María Forqué, Las que tienen que servir -1967- de José María Forqué, Soltera y madre en la vida -1969- de
Javier Aguirre o Vente a Alemania, Pepe -1971-
de Pedro Lazaga) son mucho más apreciables de lo que se reconoce habitualmente.
La segunda, que el landismo forma
parte de un momento muy concreto de su trabajo como actor y, viendo el mismo
con una perspectiva amplia, los mejores directores siempre lo eligieron para
formar parte de sus repartos. Recordemos que ya intervino en El verdugo (1963) de Luis García
Berlanga y que Manuel Summers, en 1964, le dio un papel protagonista en La niña de luto.
Aunque Manuel Summers formaba parte de lo que, en los años 60, se llamaba
“Nuevo Cine Español”, él se diferenciaba claramente de otros representantes de
esta corriente (como Carlos Saura, Basilio Martín Patino, Miguel Picazo, Antonio
Eceiza, Pedro Olea, Manuel Gutiérrez Aragón o Víctor Erice) en que él
prescindía de cualquier tipo de intelectualización en su obra. Siempre prefirió
un humor directo, ingenuo, naïf,
aunque con una dosis de negritud bastante grande, para criticar algunas de las
costumbres de la España de los años 60. En esta película, el objeto de su
punzante mirada era la tradición de mantener luto durante un largo período de
tiempo tras la muerte de un familiar. Lo que más sorprende de La niña de luto es que una mirada en
principio carente de acidez acaba siendo mucho más implacable y demoledora que
una actitud combativa y visceral. Porque el retrato que realiza de cómo una
comunidad puede intentar aplastar a quien se sale de las normas establecidas es
uno de los más sorprendentemente contundentes que hemos visto en la historia del
cine español. Vean la escena del almuerzo en la pensión y comprobarán cómo se
puede reflejar, sin palabras y con una mirada limpia y cristalina, cómo un
individuo se puede sentir atacado por una masa que no permite la más mínima
disidencia.
Nota (de 1 a 10): 8.
Lo que más gustará: Su peculiar forma de criticar una tradición
ancestral.
Lo que menos puede gustar: No ofrece resquicio al optimismo.
LAS VERDES PRADERAS (1979) de José Luis Garci
TÍTULO: Las verdes praderas. TÍTULO
ORIGINAL: Las verdes praderas. AÑO: 1979. NACIONALIDAD: España. DIRECCIÓN:
José Luis Garci. GUIÓN: José Luis Garci y José María González Sinde. DIRECCIÓN DE FOTOGRAFÍA: Fernando Arribas.
MONTAJE: Miguel González Sinde. INTÉRPRETES PRINCIPALES: Alfredo Landa,
María Casanova, Carlos Larrañaga, Ángel Picazo, Irene Gutiérrez Caba, Pedro
Díez del Corral, Cecilia Roth, Enrique Vivó, Jesús Enguita, Norma Aleandro,
David Sinde, Elvira Sánchez, José Luis Merino. DURACIÓN: 92 minutos.
Esta película fue la primera en
la que Alfredo Landa trabajó con José Luis Garci y, evidentemente, tuvo que
influir decisivamente para que el director supiera a quién debía dar el papel
protagonista en El crack. Las verdes praderas narra la historia de
un empleado de una compañía de seguros (interpretado por Landa) que pasa los
fines de semana en un chalet en el campo, en una urbanización a la que también
van muchos de sus jefes y de sus compañeros de trabajo. Lo que, en un
principio, debía ser un lugar para el descanso, acaba impidiendo al
protagonista desconectar de sus quehaceres diarios, convirtiéndose en una
especie de suplicio del que no tendrá forma de escapar.
Las verdes praderas completaba la que podemos denominar la Trilogía
de la Transición de José Luis Garci y ocupa en ella un lugar lógico y muy
específico. Si Asignatura pendiente (1977)
hablaba de conquistar el pasado y Solos
en la madrugada (1978) hablaba de conquista el futuro, Las verdes praderas hablaba fundamental de conquistar el presente,
de no dejar que las circunstancias devoraran nuestros sueños e ilusiones. La película
tiene la virtud de que es muy fácil identificarse con las vivencias del
protagonista y con las reflexiones a las que las mismas le conducen, de modo
que el contundente desenlace, más que sorprendernos, lo que puede hacer es que
lo anhelemos sinceramente. Aunque a mí, con esta película, siempre me surge una
duda: ¿cómo es que Garci, con lo poco que le gusta Michelangelo Antonioni como
director, imaginara un final tan parecido al de Zabriskie Point (1970)?
Nota (de 1 a 10): 8.
Lo que más gustará: Te puedes identificar completamente con el
protagonista.
Lo que menos puede gustar: Un poco más de acidez le hubiera sentado
de maravilla.
Comentarios
Publicar un comentario