Hoy, se ha inaugurado el 16º
Festival de Málaga – Cine Español con la última realización de Isabel Coixet. La
comentamos e iniciamos el relato de ciencia-ficción que se irá desarrollando a
lo largo de sucesivas entregas durante la semana que dure el Festival.
AYER NO TERMINA NUNCA
(o el dolor de las promesas incumplidas)
TÍTULO: Ayer no termina nunca. TÍTULO
ORIGINAL: Ayer no termina nunca. AÑO: 2013. NACIONALIDAD: España. DIRECCIÓN
Y GUIÓN: Isabel Coixet, inspirándose libremente en la obra GIF de Lot Venkemans. MÚSICA ORIGINAL: Alfonso de Vilallonga. INTÉRPRETES
PRINCIPALES: Javier Cámara, Candela Peña. PÁGINA WEB OFICIAL: http://www.acontracorrientefilms.com/pelicula/194/ayer-no-termina-nunca/.
Isabel Coixet es una directora que ha sabido crear un estilo cuya personalidad y originalidad son innegables. Alejada de los cánones del cine clásico estadounidense, las influencias más claramente perceptibles en sus films nos remiten al cine europeo y al cine independiente norteamericano. Igualmente, posee un peculiar y agudo sentido visual que proporciona una factura preciosista a todas sus películas. Como tercer aspecto llamativo, hay que mencionar el hecho de que la mayoría de sus rodajes han sido realizados en el extranjero, en inglés y con abundante presencia de actores no españoles. Por todo ello, títulos como Cosas que nunca te dije (1996), A los que aman (1998), Mi vida sin mí (2003), La vida secreta de las palabras (2005), Elegy (2008) o Mapa de los sonidos de Tokyo (2009) conforman una obra de rasgos únicos y difícilmente comparable con la de cualquier otro realizador. Sin embargo, su gran problema hasta la fecha quizás haya sido que ha fallado a la hora de rematar narrativamente sus films, de modo que siempre quedaba la sensación de que acababan estando por debajo del potencial que ofrecían los mismos. En este sentido, Ayer no termina nunca supone un relativo giro respecto a toda su filmografía anterior y hay que admitir que ello ha beneficiado claramente al cine de Coixet.
Isabel Coixet es una directora que ha sabido crear un estilo cuya personalidad y originalidad son innegables. Alejada de los cánones del cine clásico estadounidense, las influencias más claramente perceptibles en sus films nos remiten al cine europeo y al cine independiente norteamericano. Igualmente, posee un peculiar y agudo sentido visual que proporciona una factura preciosista a todas sus películas. Como tercer aspecto llamativo, hay que mencionar el hecho de que la mayoría de sus rodajes han sido realizados en el extranjero, en inglés y con abundante presencia de actores no españoles. Por todo ello, títulos como Cosas que nunca te dije (1996), A los que aman (1998), Mi vida sin mí (2003), La vida secreta de las palabras (2005), Elegy (2008) o Mapa de los sonidos de Tokyo (2009) conforman una obra de rasgos únicos y difícilmente comparable con la de cualquier otro realizador. Sin embargo, su gran problema hasta la fecha quizás haya sido que ha fallado a la hora de rematar narrativamente sus films, de modo que siempre quedaba la sensación de que acababan estando por debajo del potencial que ofrecían los mismos. En este sentido, Ayer no termina nunca supone un relativo giro respecto a toda su filmografía anterior y hay que admitir que ello ha beneficiado claramente al cine de Coixet.
Ayer no termina nunca se desarrolla en el año 2018 y narra el
reencuentro de una pareja que había roto su relación cinco años antes. A lo
largo del film, se irán relevando las circunstancias en que se produjo dicha
ruptura, relacionadas, en gran medida, con la actual crisis económica y sus
consecuencias asociadas. Interpretada únicamente por Candela Peña y Javier
Cámara, la película supone, desde el principio hasta el final, un sensacional
desafío interpretativo para ambos actores, el cual superan de forma
sobresaliente, sobre todo en el caso de la protagonista femenina. Candela Peña,
reciente ganadora del Goya a la Mejor Actriz de Reparto por su papel en Una pistola en cada mano (2012) de Cesc
Gay, es capaz de conducir a su personaje, a lo largo de todo el metraje, por un
carrusel de sentimientos contradictorios que resulta absolutamente convincente
y que la convierte, en gran medida, en el alma de la película.
Isabel Coixet, permaneciendo fiel
a sus parámetros estéticos tradicionales, sabe encauzarlos dentro de una
historia bien encajada y recurriendo a una contenida sobriedad antes que a un
esteticismo hueco. Recordando, en muchas ocasiones, el modelo que siguió el
film Anónimo veneciano (1970) de
Enrico Maria Salerno (también en esta el peso interpretativo lo asumían dos
actores – Tony Musante y Florida Bolkan- y, asimismo, se establecía una
relación entre los avatares de la pareja y el escenario donde se situaba la
acción – una Venecia condenada a hundirse que guarda un gran paralelismo con el
retrato que se realiza de la España del futuro-), desde el punto de vista
interpretativo sigue el estilo marcado por John Cassavetes (por el lado del
cine independiente norteamericano) con ese aire de espontaneidad e
improvisación (sólo aparentes) que impregna los trabajos actorales y, desde el
punto de vista visual, se observa una influencia del cine de Andrei Tarkovski
(por el lado del cine europeo) por las ambientaciones utilizadas, determinados
empleos que se hacen del sonido y la
combinación de diferentes tipos de textura fotográfica que se alternan a lo
largo de la historia.
Como principal defecto del film,
cabe mencionar que, en determinados momentos, no logra imprimir a la evolución
de la trama los giros necesarios para lograr captar la atención del espectador mediante
los cambios de ritmo en la dinámica narrativa (algo que se conseguía
prodigiosamente en, por ejemplo, En la
cama -2005- de Matías Bize) y que, en el tramo final, hay uso excesivo de
primeros planos que coartan demasiado la movilidad de los actores, en un
momento que, precisamente, era propicio para que los mismos dieran rienda
suelta a su expresividad.
A pesar de ello, hay que admitir
que Ayer no termina nunca logra superar
con éxito las estrictas reglas de juego que la directora se autoimpone y lo
consigue porque, más allá del retrato crítico de una situación, sobresale la
verdad desnuda de unos sentimientos con los que cualquiera de nosotros podemos
identificarnos: la intuición de sentirnos traicionados por las circunstancias, el
dolor por unas promesas realizadas con aparente convicción y que, a la postre,
resultaron incumplidas y el afán de superación que nos lleva a enmascarar las
heridas que sabemos que no podrán cicatrizar nunca.
Nota (de 1 a 10): 7.
Lo que más me gustó: El tour
de force de la pareja protagonista: Javier Cámara y, sobre todo, Candela
Peña.
Lo que menos me gustó: A veces, el sonido de los diálogos no se
percibe con claridad.
Isabel Coixet
Candela Peña
* * *
LOS INTRUSOS (I)
(Este relato de ciencia-ficción no es más que un pequeño homenaje al
género. La gracia del mismo es que los lectores vayan captando las referencias
que se van realizando a distintos títulos ampliamente conocidos y que, sin
duda, nos han ayudado a ser todo lo cinéfilos que ahora somos. Aparte de ello,
constituye mi interpretación personal de un clásico de los años 80 que no
tendrán dificultades en identificar.)
Después de diez años, Harry Ford
no esperaba recibir una llamada del Grupo Operativo de Seguridad Humana y,
mucho menos, del Comandante en persona. Del mítico y legendario Bryant Zaius.
La sensación de extrañeza no se
vio atemperada cuando el automóvil enviado por el Grupo cruzó la barrera de
entrada, después de las pertinentes identificaciones, y recorrió el vasto
complejo de edificios hasta llegar a la sede central de la institución, una
construcción gris, sin ventanas al exterior, que producía una congoja difícil de
explicar. Nuevos controles y los interminables pasillos no hicieron sino
acrecentar el ahogo que se le empezaba a agolpar a Harry en la garganta.
Cuando, por fin, cruzó las puertas del despacho del Comandante, más que una
liberación, fue casi el cumplimiento de una sentencia cruel.
- Harry, me alegro mucho de verte
de nuevo. ¿Cuántos años hace desde que te marchaste de aquí…?
- Diez años, comandante…
- ¡Diez años!¡Cómo pasa el
tiempo! Por cierto, me puedes llamar Bryant… Después de todo tu tiempo de
servicio, te lo has ganado…
- Me costará trabajo.
- Lo sé, lo sé. Pero, créeme, si
estás aquí es porque apreciamos tu experiencia y tu saber hacer. Si no fuera
por ello, no te habríamos llamado…
- ¿Qué ha sucedido, comandante?
Perdón… ¿Qué ha sucedido, Bryant?
- Un grupo de clones anda suelto
por Megápolis…
- ¿Un grupo de clones?
Era extraño. Se suponía que todos
los clones habían sido llevados a Campos de Reclusión fuera del Sistema Solar y
que en la Tierra ya no quedaba ninguno. Todo ello había sido un nefasto
episodio de la historia de la Humanidad.
En torno al año 2088, la
clonación humana ya era una realidad. Pero fue ampliamente limitada y
condicionada por múltiples requisitos y condiciones. Sólo a partir del año
2169, fueron eliminadas todas las restricciones y la clonación fue aplicada
mediante un proceso industrial masivo. Durante unos 90 años, nada malo pareció
suceder, a pesar de las polémicas que, periódicamente, surgían en torno al
tema. Sin embargo, en el año 2259 algo empezó a torcerse. En ese año, el
sabotaje al satélite Olimpus, que suministraba energía al planeta procesando la
energía oscura del Universo, descubierta sólo un par de décadas antes, había
supuesto un cataclismo de proporciones gigantescas. Fuera de control, penetró
en la atmósfera terrestre y cayó produciendo una devastación sin precedentes. A
la par que se procedía a la reparación de los daños causados, se realizaron
exhaustivas investigaciones para averiguar quiénes habían sido los causantes de
la tragedia. Cuando un grupo de diez clones fue acusado de haber practicado el
sabotaje, recayó sobre todos ellos una condena a muerte y la opinión pública
mundial quedó satisfecha con la resolución del caso. Pero en el año 2261, otra
tragedia conmocionó a la Humanidad. El envenenamiento del sistema de
canalización de aguas de Megápolis produjo miles de muertos. Y, nuevamente,
otro grupo de clones fue acusado del atentado. Esta segunda catástrofe empezó a
provocar una honda preocupación sobre los clones y su conducta. Algunos hablaron
de que lo que pretendían era acabar con la auténtica Humanidad y tomar el
control de la Tierra y de todos sus planetas asociados. Otros dijeron que, en
realidad, no tenían alma y que, por ello, carecían de cualquier tipo de
escrúpulo moral para llevar a cabo cualquier maldad. Otros hablaron en términos
prácticos y no quisieron profundizar en las causas de tan anómalo
comportamiento. Simplemente, se trataba de un experimento fracasado y que no
merecía la pena correr riesgos. Había que apresar a todos los clones y
llevarlos al Anillo Exterior de la Unión de Planetas, donde se instalarían
campos de reclusión, serían esterilizados y, poco a poco, irían falleciendo
hasta que de ellos sólo quedara el recuerdo.
Sin embargo, algo había parecido
fallar…
(Continuará…)
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