LOS VENGADORES (o ¿la unión hace la fuerza?) // EL TIGRE DE ESNAPUR y LA TUMBA INDIA // LOS OJOS SIN ROSTRO
Hoy, hablo de Los vengadores de Joss Whedon, El tigre de Esnapur y La tumba india de Fritz Lang y de Los ojos sin rastro de Georges Franju.
LOS VENGADORES (o ¿la unión hace la fuerza?)
TÍTULO: Los Vengadores. TÍTULO ORIGINAL: The Avengers. AÑO: 2012. NACIONALIDAD: Estados Unidos. DIRECCIÓN: Joss Whedon. GUIÓN: Zak Penn y Joss Whedon, adaptando una novela gráfica de Stan Lee y Jack Kirby. MÚSICA ORIGINAL: Alan Silvestri. INTÉRPRETES PRINCIPALES: Robert Downey Jr., Chris Evans, Mark Ruffalo, Chris Hemsworth, Scarlett Johansson, Jeremy Renner, Tom Hiddleston, Clark Gregg, Cobie Smulders, Stellan Skarsgard, Samuel L. Jackson, Gwyneth Paltrow, Harry Dean Stanton. PÁGINA WEB OFICIAL: http://es.marvel.com/vengadores/.
El paso del cine mudo al cine
sonoro significó que pasara a hacerse, casi con exclusividad, películas
musicales, con el fin de aprovechar de modo inmediato las nuevas posibilidades
técnicas existentes. El cantor de Jazz (1927)
de Alan Crossland, La melodía de Broadway
(1929) de Harry Beaumont, El desfile
del amor (1929) y Monte Carlo (1930)
de Ernest Lubitsch o Kiss Me Again (1930)
y Girl Crazy (1932) de William A.
Seiter hicieron temer que el género musical ejerciera un dominio creativo
absoluto en detrimento de otras opciones narrativas. Pero ello, evidentemente,
no sucedió. Ya en Aleluya (1929) de
King Vidor, a pesar de que también se trataba de un musical, se descubrió algo
paradójico: el poder expresivo del silencio. El silencio, que antes era lo
normal en un film, se convertía ahora en un arma comunicativa de primer orden.
Pero, con posterioridad, el avance técnico introducido dio lugar, p. ej., a
todo un nuevo género cinematográfico (de paso, hay que decir que uno de los más
importantes de la historia del cine), como fue el género negro, con Código Criminal (1931) y Scarface (1932) de Howard Hawks. John
Ford aportó los títulos más brillantes de su etapa expresionista con La patrulla perdida (1934) y El delator (1935). En Europa, grandes
maestros como Jean Renoir (La Chienne -1931-,
Boudou salvado de las aguas -1932-) o
Fritz Lang (M, el vampiro de Düsseldorf -1931-,
El testamento del Dr. Mabuse -1933-),
quienes ya venían de triunfar del mudo, aportaron sus primeras obras maestras
al cine sonoro. En el año 1940, cuando Charles Chaplin realice El gran dictador (1940) no es que ayude
a consolidar la nueva tecnología (que ya estaba claramente consolidada) y no
sólo significará su renuncia al cine mudo (que siempre había defendido hasta Tiempos modernos -1936-) sino que habrá
abierto nuevos caminos para el cine sonoro que, sólo con oír el discurso final
de la película, basta con intuir:
Traigo a colación todo esto por
el papel que el 3D ha desempeñado, hasta ahora, en la historia del cine. Cuando
resucitó esta opción con un nivel técnico notable, tras los cutres experimentos
del pasado (con la mítica Fort Ti -1953-
de William Castle como buque insignia), los resultados conseguidos por Avatar (2009) de James Cameron indicaban
que podía haber una gran eclosión de los films tridimensionales, ya no sólo
centrados en el cine de acción y espectáculo, sino con obras de mayor enjundia.
Sea porque la crisis ha retraído el posible crecimiento en el número de
espectadores, sea porque no se ha querido arriesgar por parte de la industria
en invertir en introducir esta técnica en géneros diferentes a los que hasta
ahora han copado esta tecnología, ni el 3D tiene visos de generalizarse (a
pesar de que podría ser una solución contra la piratería y las descargas
ilegales de películas) ni los resultados estrictamente artísticos han sido
espectaculares (si hacemos excepción del film anteriormente citado del director
de Titanic y, en menor medida, de Las aventuras de Tintín: El secreto del
Unicornio y La invención de Hugo).
Por ello, tenía gran expectación
sobre qué podía ocurrir con Los
vengadores, ya que este film albergaba varios puntos de interés. El
primero, que en él convergían tramas de varias de las adaptaciones de cómics de
la Marvel de años anteriores, al aunar a varios de los personajes que las
protagonizaban: Iron Man (2008) y Iron Man 2 (2010) de Jon Favreau, Hulk (2003) de Ang Lee y El increíble Hulk (2008) de Louis
Leterrier, Thor (2011) de Kenneth
Branagh y Capitán América: El primer
vengador (2011) de Joe Johnston. Como consecuencia de ello, reunía un
excelente reparto liderado por Robert Downey, Jr., Mark Ruffalo, Scarlett
Johansson y Samuel L. Jackson… Y, todo ello, en una película tridimensional,
podía significar un punto de inflexión definitivo para la industria del cine.
Pero nuestro gozo, en parte, en un pozo…
Hay que reconocer que, después de
tantas adaptaciones de cómics y novelas gráficas, hay un protocolo ya elaborado
sobre qué hacer para que una película de estas características quede
razonablemente bien. Hay espectacularidad, hay un crescendo muy bien dosificado para reservar el plato fuerte para el
final, hay unos personajes claramente esbozados y con los suficientes matices para
evitar un desarrollo elemental de la trama y unas interpretaciones sólidas para
que toda la historia sea convincente.
Siendo todo ello cierto, no es
menos verdad que hay una serie de defectos en el film que lastran el resultado
final. La acción tarda demasiado en ganar ritmo y, sobre todo, todas las caracterizaciones
previas que se habían hecho de los personajes quedan aquí claramente
desaprovechadas, sin que tengan juego en el film más que superficialmente. Así,
lo que parecía ser la culminación de una serie de tramas que habían quedado
pendientes de llegar a su clímax, se convierte en un film de trámite que parece
actuar más como reclamo de Thor 2 (si
en Thor, el puente entre Asgard y la
Tierra se había roto, ¿cómo es posible que Thor haya podido regresar a nuestro
planeta?), de Iron Man 3 o de Capitán América 2 (¿se reencontrará de
alguna forma el personaje con su antiguo amor?) que como un proyecto con
personalidad propia. Tan sólo una cierta rivalidad entre Iron Man y Capitán
América permite vislumbrar un cierto conflicto, pero apenas se profundiza en él
(¿es, quizás, una preparación del terreno para una hipotética adaptación de Civil War?).
Cabe destacar, sin embargo, las
interpretaciones de Scarlett Johansson como Natasha Romanoff (con el resentido
estado de su cuenta con el mundo) y Mark Ruffalo como Hulk (personaje que
parece haber encontrado al actor ideal para su caracterización). El resto del
reparto cumple con solvencia.
En definitiva, el 3D sigue
teniendo pendiente encontrar la película que lo consolide definitivamente.
Cuando en una película tridimensional encuentren algo parecido a lo que hemos
visto en la secuencia de El gran dictador,
no les quepa la menor duda: el cine en dos dimensiones habrá muerto para
siempre. Mientras tanto, hay que aguardar acontecimientos…
Nota (de 1 a 10): 6.
Lo que más me gustó: Mark Ruffalo y Scarlett Johansson.
Lo que menos me gustó: Decepciona en función de las expectativas
creadas.
* * *
CLÁSICOS ETERNOS
EL TIGRE DE ESNAPUR (1959) y LA TUMBA INDIA (1959) de Fritz Lang.
FICHA ARTÍSTICA DE EL TIGRE DE
ESNAPUR
TÍTULO: El tigre de Esnapur. TÍTULO
ORIGINAL: Der Tiger von Eschnapur. AÑO: 1959. NACIONALIDAD: Alemania Occidental-Francia-Italia.
DIRECCIÓN: Fritz Lang. GUIÓN:
Werner Jörg Lüddecke, adaptando una novela de Thea von Harbou. MÚSICA ORIGINAL: Michel Michelet. DIRECCIÓN
DE FOTOGRAFÍA: Richard Angst. MONTAJE: Walter Wischniewsky. INTÉRPRETES PRINCIPALES: Debra Paget, Paul
Hubschmid, Walter Reyer, Claus Holm, Luciana Paluzzi, Valéry Inkijinoff, Sabine
Bethmann, René Deltgen, Jochen Blume. DURACIÓN: 101 minutos.
FICHA ARTÍSTICA DE LA TUMBA INDIA
TÍTULO: La tumba india. TÍTULO
ORIGINAL: Das indische Grabmal. AÑO: 1959. NACIONALIDAD: Alemania Occidental-Francia-Italia.
DIRECCIÓN: Fritz Lang. GUIÓN:
Werner Jörg Lüddecke, adaptando una novela de Thea von Harbou. MÚSICA ORIGINAL: Michel Michelet. DIRECCIÓN
DE FOTOGRAFÍA: Richard Angst. MONTAJE: Walter Wischniewsky. INTÉRPRETES PRINCIPALES: Debra Paget, Paul
Hubschmid, Walter Reyer, Claus Holm, Valéry Inkijinoff, Sabine Bethmann, Angela
Portaluri, René Deltgen, Jochen Blume, Guido Celano, Jochen Brockmann, Richard
Lauffer. DURACIÓN: 102 minutos.
Fritz Lang es uno de los
directores más importantes de la historia del cine. Con independencia de sus
virtudes (excelente pulso narrativo, organización del espacio cinematográfico,
sentido visual, gran habilidad en la dirección de actores…), llama la atención
su capacidad de reinventarse varias veces a lo largo de su carrera profesional
y siempre con un nivel artístico sobresaliente. En el cine mudo, ya dio un
puñado de obras maestras (encuadradas en el movimiento expresionista) como Las tres luces (1921), El Dr. Mabuse (1922), Los Nibelungos (1924), Metrópolis (1927) o La mujer en la luna (1929). Con la aparición del sonoro, se adaptó
perfectamente al nuevo formato y realizó en Alemania otros dos films
magistrales como M o el vampiro de
Düsseldorf (1931) y El testamento del
Dr. Mabuse (1933). Fue, entonces, cuando Joseph Goebbels, a la sazón
Ministro nazi de Propaganda, le ofreció la dirección de los estudios alemanes
UFA, los más importantes del país y uno de los más importantes de Europa en ese
momento. Lang, que era de ascendencia judía por parte de madre, huyó esa misma
noche a Francia, abandonado, de paso, a su mujer y guionista de la mayoría de
sus películas, la escritora Thea von Harbou (quien, al contrario que su marido,
sí apoyó a los nazis). Instalado en Estados Unidos, triunfó en el género negro,
con films como Furia (1936), Sólo se vive una vez (1937), La mujer del cuadro (1944), Perversidad (1945), Encuentros en la noche (1952), Gardenia
azul (1953), Los sobornados (1953),
Deseos humanos (1954), Mientras Nueva York duerme (1956) o Más allá de la duda (1957), el western, con La venganza de Frank James (1940) y Encubridora (1952), el género bélico, con Los verdugos también mueren (1943) y el género de época con Los contrabandistas de Moonfleet (1955).
Aún volvió a Europa para realizar el díptico que comentaremos en esta sección y
Los crímenes del Dr. Mabuse (1960),
que culminaba la trilogía sobre el criminal personaje.
De todas las películas que he señalado, habría entre diez y quince que me apetecería analizar en esta sección (sí, habrán adivinado que Fritz Lang es uno de mis directores favoritos). He elegido el díptico que integran El tigre de Esnapur y La tumba india por motivos sentimentales: fueron las primeras películas que vi de Lang y podemos afirmar que es el cine en estado puro, el goce simple y absoluto que proporcionan la imagen y la acción. Con su tradicional maestría narrativa, El tigre de Esnapur finaliza en un momento cumbre y, cuando la vi en televisión, pasé una semana deseando que emitieran la segunda parte y tengo que decir que La tumba india no defraudó en absoluto mis expectativas. Cuando las revisé posteriormente, habiendo ya visto más películas del director alemán, encontré en ellas una síntesis de toda su visión del mundo, de todas sus inquietudes y de todo su arsenal estético, lo que las convierte en una magnífica introducción para todo su cine.
Adaptación de una novela de su
esposa, Thea von Harbou, Lang ya intentó llevarla al cine a principios de los
años 20 y, de hecho, llevó a cabo toda la planificación para su realización
pero, finalmente, fue el director Joe May quien la llevó a cabo. Cuando Lang
dio por terminada su etapa norteamericana y volvió a Europa, quiso quitarse la
espina que tenía clavada y retomó este proyecto, en gran medida porque, como
hemos afirmado, está conectado con el espíritu de buena parte de su obra.
La narración empieza cuando un
arquitecto alemán ha emprendido viaje a la India tras ser contratado por el
Maharajá de Esnapur para modernizar su principado y construir escuelas y
hospitales al modo occidental. En el camino, encontrará a una bailarina y el
amor nacerá entre ellos. Pero el Maharajá también se enamora de ella y ahí será
cuando empiecen las desgracias para la pareja. Esta historia, aparentemente
convencional, la convierte Fritz Lang en una auténtica orfebrería visual y en
un molde donde muestra muchas de sus obsesiones temáticas. El delirio
geométrico (marca personal de Lang) que surca la trama de principio a fin es el
mejor decorado para una narración donde los personajes son auténticos hamsters
que van deambulando por un laberinto hacia un destino inexorable. La
intolerancia (aquí personificada en el fanatismo religioso), el abuso de poder,
la ocultación de las injusticias, las pasiones humanas como fuente de todo
conflicto, la necesaria convivencia entre la razón y la trascendencia moral se
convierten en ejes de una historia que atrapará al espectador durante los 203
minutos de metraje y que le mantendrá con el aliento contenido hasta un final donde
se combinará el horror y la redención a través de la pureza y la sencillez.
Si no las han visto, véanlas.
Seguro que no será la única vez lo hagan.
Nota (de 1 a 10): 10.
Lo que más gustará: la intriga funciona como un mecanismo de
relojería.
Lo que menos puede gustar: ver la primera parte sin tener
disponible o a mano la segunda: El tigre
de Esnapur acaba en un momento de pleno suspense…
JOYAS OCULTAS
LOS OJOS SIN ROSTRO (1960) de
Georges Franju
TÍTULO: Los ojos sin rostro. TÍTULO
ORIGINAL: Les yeux sans visage. AÑO: 1960. NACIONALIDAD: Francia-Italia. DIRECCIÓN: Georges Franju. GUIÓN: Pierre Boileau, Thomas
Narcejac, Jean Redon, Claude Sautet y Pierre Gascar, adaptando una novela de
Jean Redon. MÚSICA ORIGINAL: Maurice
Jarre. DIRECCIÓN DE FOTOGRAFÍA: Eugene Schufftan. MONTAJE: Gilbert Natot. INTÉRPRETES PRINCIPALES: Pierre Brasseur,
Alida Valli, Juliette Mayniel, Edith Scob, François Guerin, Alexandre Rignault,
Béatrice Altariba, Charles Blavette, Claude Brasseur, Michel Etcheverry. DURACIÓN:
88 minutos.
El realizador francés Georges
Franju no tuvo suerte a la hora de poder ser bien conocido y apreciado. Como
todo creador que se sitúa al margen de escuelas y tendencias, la dificultad en
ser clasificado se convierte en un hándicap
a la hora de su correcta valoración. Demasiado rupturista para englobarlo, sin
más, dentro del cine francés de posguerra. Demasiado clásico para encuadrarlo
en la nouvelle vague. Demasiado
distante para que sus películas puedan compartir fans con los clásicos de la Hammer. Demasiado sutil y esteticista para
quienes, a partir del triunfo de La noche
de los muertos vivientes (1968) de George A. Romero, se decantaron por el
cine de terror crudo y directo… Demasiado turbio y, hasta en ciertos momentos,
sangriento, como para que pudiera ser aceptado en su época. Demasiado personal
para ser disfrutado por el gran público. Demasiado claro para ser elevado a los
altares por la crítica más exquisita… A pesar de todo, con Los ojos sin rostro, hizo una obra maestra…
Los ojos sin rostro no empieza como una película de terror. En todo
caso, como una película de misterio. Sí podemos percibir un ambiente extraño en
esas primeras secuencias y enseguida intuimos que algo esconde el médico de
prestigio que protagoniza la película. Y, así, poco a poco, el horror más
brutal se irá abriendo paso con paradójica suavidad y con naturalidad
desconcertante. Como es tradicional en este blog, no vamos a avanzar demasiado
de la trama porque siempre preferimos que los lectores no pierdan el efecto
sorpresa de las tramas. Lo que sí les digo es que, logrando crear Pierre
Brasseur y Alida Valli un ambiente inquietante con magníficas interpretaciones,
es la imagen de la desvalida Edith Scob la que quedará grabada para siempre en
cualquier espectador y llevará a una amarga reflexión sobre la identidad
personal de cada uno y cómo puede sernos impuesta por un contexto y unas
circunstancias.
Por cierto, si ven esta película
y llegan a pensar que La piel que habito de
Pedro Almodóvar se parece mucho a este film, no se equivocan. Efectivamente, se
le parece mucho…
NOTA (de 1 a 10): 9.
Lo que más gustará: sabe generar, con gran sutileza, un morboso
clima de turbiedad.
Lo que menos puede gustar: es inclasificable.
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