Título: Los ojos de Julia. Año: 2010. Nacionalidad: España. Director: Guillem Morales. Guión: Guillem Morales y Oriol Paulo. Música original: Fernando Velázquez. Intérpretes principales: Belén Rueda, Lluís Homar, Pablo Derqui, Francesc Orella, Joan Dalmau y Julia Gutiérrez Caba. Página web: http://www.losojosdejulia.es/
Hay quienes pretenden presentar a la industria cinematográfica española como una alternativa al cine norteamericano. Alternativa en el sentido de que frente al cine-espectáculo de Hollywood, basado, fundamentalmente, en géneros cinematográficos, en el cine español predominaría una tendencia hacia el cine intimista y de autor. No sé si para bien o para mal (o mejor dicho, sí lo sé, pero seguramente opinaré de ello en otro post), esto es mentira. Cuando intento hacer las cuentas de cuántos directores han existido en España que hayan creado liberados del patrón marcado por los géneros cinematográficos, me salen, exactamente, catorce (y eso, utilizando un criterio con generosa amplitud de miras): José Val del Omar, Luis García Berlanga, Carlos Saura, Manuel Gutiérrez Aragon, Víctor Erice, Francisco Regueiro, Basilio Martín Patino, Gonzalo Suárez, Jaime de Armiñán, Iván Zulueta, Montxo Armendáriz, Pere Portabella, Julio Medem y Cesc Gay. Y punto (en mi modesta opinión).
Tras leer la lista, se pueden hacer tres objeciones: la primera, que no aparece quien es considerado como el mejor director de cine español de la historia: Luis Buñuel. Es cierto, pero es que Buñuel realizó el grueso de su obra en México y Francia. Sólo dirigió en nuestro país dos películas (Viridiana y Tristana) por lo que, por desgracia, su producción no es representativa de nuestro cine. La segunda, que hay otros directores que también han realizado películas difícilmente clasificables. A esta objeción, hago la precisión de que la lista que he dado se limita a aquellos directores que han llegado a hacer al menos una película de cierta entidad. Cualquier otro que se pueda añadir a la lista, presentaría un nivel artístico más discutible. La tercera objeción se centraría en que hay otros directores importantes que no aparecen en la lista. Evidentemente, es así. Muchos darían, p .ej., el nombre de Alejandro Amenábar. Bien, veamos la lista de películas de este director:
- Tesis: cine de terror.
- Abre los ojos: ciencia-ficción y suspense.
- Los otros: cine de terror.
- Mar adentro: melodrama.
- Ágora: cine histórico.
Sin comentarios.
Otros hablarían de Pedro Almodóvar. Y he estado tentado de incluirlo en la lista. Pero cuando recuerdo que reconoce en Douglas Sirk (rey del melodrama), una de sus fuentes de inspiración, he cambiado de idea. (Que sus primeras películas tengan un inconfundible aire de familia con el cine de Andy Warhol, Paul Morrissey, John Waters o R. W. Fassbinder también ha influido en mi juicio). No estoy poniendo en duda ni la calidad de estos directores ni la de sus películas, lo que discuto es el tipo de cine que se supone que hacen.
Aún existirían más argumentos para apoyar esta afirmación. Si nos fijamos en los premios cosechados por el cine español a nivel internacional, observaremos que donde más éxito ha tenido (en función de su dificultad y de la propia entidad de los premios) ha sido, curiosamente, en los Oscars de Hollywood. Recapitulemos sobre los últimos once años: Oscar a la mejor película de habla no inglesa en 1999 por Todo sobre mi madre, Oscar al mejor guión original en 2002 por Hable con ella, Oscar a la mejor película de habla no inglesa en 2004 por Mar adentro y Óscars a la mejor fotografía, a la mejor dirección artística y al mejor maquillaje en 2006 por El laberinto del fauno. En teoría, no debería ser así. En función del tipo de cine que dicen que hacemos debería ser en los Festivales de Cine donde deberíamos acumular más galardones, ya que en estos certámenes es donde las películas de autor son más ampliamente reconocidas. ¿Qué premios han tenido las películas españolas en los 3 festivales más importantes (Cannes, Venecia y Berlín) en el mismo período de tiempo? (Excluyo San Sebastián, por motivos obvios: ahí, jugamos en casa) Premio a la mejor dirección en 1999 en el Festival de Cannes a Todo sobre mi madre, Premio a la mejor fotografía en el Festival de Berlín en 2001 a You´re the one, Premio Especial del Jurado y Copa Volpi a mejor interpretación masculina en 2004 en el Festival de Venecia a Mar adentro, Premio a la mejor interpretación femenina y al mejor guión en 2006 en Cannes a Volver, y León de Plata a la mejor dirección y Premio al mejor guión en el Festival de Venecia en 2010 a Balada triste de trompeta (apenas hay color si los comparamos con los premios concedidos por la Academia de Hollywood y, además, si nos fijamos, no se ha obtenido en todos estos años, en ninguno de los festivales, el premio a la mejor película –de hecho, este premio no lo obtenemos desde el año 1983 con La colmena en el Festival de Berlín).
Moraleja de esta larga disertación inicial: donde el cine español se manifestado con fuerza comercial y artística ha sido, realmente, en el cine de género y la mayoría de los intentos realizados fuera de esta órbita han sido normalmente un fracaso sin paliativos. Dentro de los distintos géneros cinematográficos, existe una tradición nacional especialmente importante en relación al cine de terror. Recordemos los nombres clásicos de:
Jesús Franco -que trabajó, entre otros muchos, bajo el seudónimo de Jess Franco o Jess Franck, artífice de una prolífica obra que abarca 192 títulos, de los que podemos destacar El conde Drácula (1970), La maldición de Frankenstein (1972) y La noche de los asesinos (1976)-,
Jesús Franco
Jacinto Molina -actor y director, que utilizó el seudónimo de Paul Naschy, realizador de films como El Huerto del Francés (1978), El retorno del Hombre-Lobo (1981), El aullido del diablo (1987), La noche del ejecutor (1992)-,
Paul Naschy
Narciso Ibáñez Serrador -La residencia (1969), ¿Quién puede matar a un niño? (1976)-,
Narciso Ibáñez Serrador en un momento del rodaje de La residencia
Eloy de la Iglesia –La semana del asesino (1971)-,
Jorge Grau –director de Ceremonia sangrienta (1973) y de la mítica No profanar el sueño de los muertos (1974)-,
o Juan Piquer Simón –Mil gritos tiene la noche (1982), Slugs, muerte viscosa (1988), La grieta (1989), La mansión de Cthulhu (1991)-.
Juan Piquer Simón
En los últimos años, esta tradición se ha consolidado gracias a una avalancha de títulos que superan claramente en calidad a la mayoría de los citados con anterioridad. Podemos citar, como ejemplo, a El día de la bestia (1995) y Los crímenes de Oxford (2008) de Alex de la Iglesia; Tesis (1996) y Los otros (2001) de Alejandro Amenábar; Los sin nombre (1999), Darkness (2002) y Frágiles (2005) de Jaume Balagueró; Romasanta (2004) de Paco Plaza; [REC] (2007) y [REC]2 (2009) de Jaume Balagueró y Paco Plaza; El espinazo del diablo (2001) y El laberinto del fauno (2006) de Guillermo del Toro; Ausentes (2005) de Daniel Calparsoro; La monja (2005) de Luis de la Madrid; La caja Kovak (2005) de Daniel Monzón; La hora fría (2006) de Elio Quiroga; El orfanato (2007) de Juan Antonio Bayona; Proyecto Dos (2008) de Guillermo Groizard; La herencia Valdemar (2010) de José Luis Alemán (cuya segunda parte, La sombra prohibida, se estrenó el pasado 28 de enero)…
Esta larga introducción se debe a que, en el post de hoy, quería comentar Los ojos de Julia (2010) de Guillem Morales. Se trata del segundo largometraje de este director tras El habitante incierto (2004) y, al igual que El orfanato, está producida por Guilermo del Toro. Ya desde la publicidad se busca relacionar ambas películas y el espectador no puede, además, dejar de acordarse de Los otros (y también de, la menos conocida, Ausentes). En todos los casos, hay unos hechos enigmáticos que no encuentran, al final, una explicación racional y cartesiana, sino más bien, sobrenatural, lírica, metafísica o psicopatológica. Siguiendo este esquema, Los ojos de Julia comienza con un golpe de efecto inicial verdaderamente hábil (casi hitchcockiano) que busca provocar la perplejidad del espectador y, a partir de ahí, nos introduce en un laberinto en el que acabaremos avanzando literalmente a ciegas hasta llegar a una resolución que nos reserva el golpe de efecto final. Este camino estará jalonado por dos elementos empleados con gran sutileza a lo largo del desarrollo del film: en primer lugar, una inteligente utilización de trucos visuales que lejos de caer en el mero efectismo ayudan a construir el sentido de la historia (a destacar, la secuencia inicial, la persecución por los pasillos de la residencia, la utilización de la cámara subjetiva en la secuencia del hotel, el truco empleado para conseguir que el espectador se meta en la piel de la protagonista en su fase de ceguera y, en una de las últimas secuencias, la utilización de los fogonazos del flash de una cámara fotográfica para iluminar en la oscuridad); en segundo lugar, de forma no tan visible, hay un humor negro soterrado que aflora en determinados detalles de manera bastante evidente (como en el caso del nombre del pueblo donde se ubica el hotel al que acude el matrimonio protagonista) como en otros no tan obvios (como en la caracterización del personaje del marido, en la que algunos críticos se han cebado y que habría que situar en su contexto) que remiten, como ya comentamos al hablar de las escenas iniciales, a la influencia de Alfred Hitchcock en el estilo narrativo del film. No obstante, para mi gusto, el tono lírico de la última secuencia rompe el tono general de la película y no la beneficia en nada. Igualmente, hay ciertas deficiencias de la puesta en escena en determinados momentos de la cinta que también merman el nivel de calidad alcanzado.
En relación a las interpretaciones, a la habitual solvencia de Belén Rueda y Lluis Homar en los papeles protagonistas, se unen las excelentes interpretaciones que hacen dos veteranos como Julia Gutiérrez Caba y Joan Dalmau y la revelación de Pablo Derqui que se adapta de modo absolutamente convincente a un personaje verdaderamente difícil.
En suma, aunque quizás no alcance el nivel de Los otros y El orfanato, Los ojos de Julia es una película que agradará a los aficionados del cine en general y, en particular, a los del cine de terror.
Lo que más me gustó: Su empaque visual.
Lo que menos me gustó: Determinadas imperfecciones de la puesta en escena en algunos momentos de la película.
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